EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 71

CAPÍTULO 71

ASESINATO EN LUNA

L

a señora Sales hizo acopio de valor y relató a su hijo todo cuanto había sucedido.

            —Todo ha sido culpa mía —terminó diciendo—. Nico tenía bien sujeto a ese maldito canalla y yo, por querer protegerlo, casi consigo que lo mate.

            —No te atormentes, mamá —dijo el señor Teodoro, con voz serena, aunque interiormente se sentía destrozado—. Paddy no debió salir de casa, cuando dije que se quedara con vosotros me refería a que no saliera. Y Nico nunca debió perseguir a ese desgraciado cuando vio que huía. ¡Y tú, Francisco, parece mentira! ¿Cómo te dejas quitar la escopeta?

Ante el estupor de todos, el señor Torres rompió a llorar, hipando.

            —Lo siento muchísimo, Blas —declaró, sofocado—. Siento vergüenza de mí mismo. Si les llega a pasar algo a tu madre y al muchacho, nunca me lo hubiese perdonado. Y nunca más hubiese podido mirarte a la cara. Me voy, soy un estorbo y un inútil.

El señor Teodoro se acercó al hombre y lo detuvo.

            —¡Vamos, dame un abrazo y no digas idioteces! —le pidió— Estoy convencido  que hiciste lo que pudiste por ayudarles.

Los dos hombres se estrecharon en un sincero abrazo. Natalia y Bibiana corrieron a abrazar a Nicolás.

            —¡Y tú no vuelvas a decir estupideces! —dijo el señor Teodoro a su madre— No eres ninguna vieja inútil que no sirve para nada. ¡No quiero volver a oírte decir algo semejante! Para Nico y para mí eres muy importante y te queremos y te necesitamos. ¿Está claro?

La señora Sales asintió, con los ojos llorosos, sabía muy bien lo que su hijo debía estar sufriendo pensando en las veces que Víctor Márquez había apretado el gatillo de la escopeta apuntando a Nicolás.

            —¡Esto ha sido un milagro de la Navidad! —exclamó Bibiana, de pronto— La Navidad tiene algo de magia y, por eso, la escopeta del señor Francisco estaba descargada.

            —Yo ya dije que este año lo habíamos empezado con muy mal pie —evocó el aludido—. Esperemos acabar estas vacaciones sin nada más que lamentar.

El señor Torres se marchó de villa de Luna, disgustado, cabizbajo y derrotado.

            —Nico ha hecho bocadillos de jamón —dijo Emilia—. Será conveniente que comamos algo. Esta noche prepararé un plato más consistente.

Después de comer un bocadillo, que a duras penas pudo tragar, el señor Teodoro se encerró en su despacho durante un rato. Llamó al señor Tobías para decirle que además de la acusación de violación que pesaba sobre Víctor Márquez había que añadir la de intento de homicidio. Le explicó que el individuo había disparado repetidamente contra Nicolás y gracias a que la escopeta del señor Torres estaba descargada, el niño seguía con vida.

            —Puedes estar seguro de que este hombre pasará muchos años en la cárcel —vaticinó el policía, no intuyendo lo muy equivocado que estaba—. Te ruego que no vengas a la comisaría, te juro que se hará justicia.

Tras su conversación con el señor Tobías, el señor Teodoro salió del despacho y preguntó a los niños por la señora Sales al no verla en el salón ni en la cocina.

            —Se ha ido a descansar a su habitación —le informó Natalia.

El joven abrió la puerta del dormitorio de su madre y volvió a cerrarla inmediatamente, sin decir nada, al ver que estaba hablando con su teléfono móvil.

Sobre las ocho de la tarde, Estela, y su hija, Gabriela, fueron a villa de Luna después de que el señor Francisco les contara lo sucedido.

            —Gracias a Dios no ha pasado nada irreparable —declaró el señor Teodoro—, y Víctor Márquez está detenido y pasará muchos años en la cárcel. ¿Os queréis quedar a cenar? —invitó a continuación.

            —No, muchas gracias —respondió Estela—. Cenaremos con vosotros la noche del Roscón.

                                                                                    ῳῳῳ   

Después de cenar se acomodaron en los sofás para ver un rato la televisión. El señor Teodoro observó a Nicolás que se encontraba muy interesado con la película que estaba viendo. El chiquillo no parecía ser consciente del peligro que había corrido. El hombre se sentía culpable, no debía haber ido a Puerto Llano a comprar regalos sabiendo que Víctor Márquez había violado a Sandra. No debía haberse fiado pensando que el individuo había huido lejos de Luna.

Más tarde, en su cama, no podía conciliar el sueño. Todo era dar vueltas, sumamente inquieto. Se levantó en varias ocasiones, y fue a la cocina a tomar tila. La cabeza volvía a dolerle.

A las seis de la madrugada encontró en la cocina a su madre, quien también estaba desvelada. Ambos mantuvieron una larga conversación que fue interrumpida, a las siete, por el sonido del timbre de la puerta principal.

            —¿Quién puede ser tan temprano? —preguntó la señora Sales con desasosiego.

El señor Teodoro se dirigió a abrir y se quedó bastante sorprendido cuando vio al señor Tobías, con semblante muy desmejorado, ya que las ojeras y las arrugas las tenía muy pronunciadas.

            —Es muy pronto para una visita, ¿qué sucede? —preguntó, desconcertado.

            —He permanecido maniatado en mi comisaría hasta hace poco —declaró el policía con voz apagada—. Esta noche, cerca de las doce, tres sujetos encapuchados entraron. Me ataron de pies y manos y me amordazaron. Luego fueron a la celda donde estaba Víctor Márquez y lo acribillaron a balazos. Nadie pudo oír nada; los revólveres que utilizaron portaban silenciadores. Víctor Márquez está bien muerto. He sido liberado por unos compañeros que venían a trasladar al detenido a Puerto Llano y, posteriormente, iban a llevarlo a Aránzazu. Hoy, en las noticias del mediodía, se hablará sobre la violación de Sandra y el asesinato de Márquez, que será tratado como un ajuste de cuentas. Nadie piensa investigar nada, el caso está cerrado y archivado.

Solo soy el policía de un pueblo pequeñito; los propios lugareños me ayudan, muchas veces, a realizar mi trabajo… Sin embargo, en esta ocasión, tengo muchas preguntas sin respuestas. Aquí pasa algo raro…

            —Tobías, sentimos mucho el susto que has debido pasar —habló la señora Sales, anticipándose a su hijo—, pero no nos pidas que sintamos la muerte de ese desalmado. Recuerda que estuvo a punto de matar a Nico delante de mí. Tal vez ese hombre no estaba solo, seguramente habrá cometido muchas atrocidades a lo largo de su vida. ¿Por qué no puede tratarse de un ajuste de cuentas? O alguien pudo temer que en un interrogatorio hablara demasiado.

Sinceramente no creo que deba preocuparte en absoluto la muerte de esa mala persona. Como tú bien has dicho, únicamente eres el policía de un pueblo muy pequeñito. Limítate a tu trabajo, no lo haces del todo mal.

El sonido del timbre de la puerta había despertado a Nicolás, que tras ver la hora que era en el despertador, pudo más su curiosidad que su sueño y se levantó. Se había acostado en la primera planta, en la habitación que compartía con su tutor, salió al rellano y se encontró con su prima que, también, había oído el timbre. Bajaron unos peldaños y se sentaron en el primero de aquel tramo de escalera. Desde ese lugar, ambos niños, escuchaban perfectamente la conversación de los mayores.

            —Si lo que estás pensando es que yo he contratado los servicios de unos matones para acabar con la vida de Víctor Márquez te estás equivocando —ahora quien hablaba era el señor Teodoro—. No te negaré que he tenido deseos de ir a la comisaría y estrangularlo. Pero no lo hice y no tengo nada que ver con lo que le han hecho.

            —¿Bruno Rey se ha enterado de lo ocurrido entre Víctor Márquez y Nicolás? —indagó el señor Tobías.

            —No creo —respondió el señor Teodoro—. Los únicos que lo sabían eran Francisco, Estela y Gabriela. Y ninguno de ellos tiene el teléfono de Bruno.

            —Pero sí deben tener el teléfono de Elisa —replicó el policía—. Y, que yo sepa, Elisa está en Markalo con su hermano y sus padres.

            —¡Por Dios, Tobías! —exclamó el señor Teodoro, alterado— No creo que nadie haya llamado a Elisa pero, si así fuera, te aseguro que Bruno no hubiera movido ni un dedo. ¡A ese hombre no le importa Nico en absoluto!

Tras estas duras palabras, Nicolás y Natalia intercambiaron una mirada muy seria.

El señor Tobías bajó la cabeza muy lentamente, parecía estar barruntando algo, cuando volvió a levantarla miró al señor Teodoro, fijamente.

            —Oí muy claro como uno de los encapuchados le dijo a Víctor Márquez que meterse con críos, de apenas quince años, le iba a costar la vida. Inmediatamente después le mataron —manifestó sin titubear ni parpadear.

            —No puede ser —logró decir el señor Teodoro, muy impresionado y turbado—, ¿estás seguro de lo que dices?

            —Completamente —afirmó el policía—. Me conoces,Blas, ¿crees que de no estarlo te contaría algo tan grave? Alguien con mucho poder ha tenido que enterarse de lo sucedido a Nicolás y ha ordenado matar a Márquez.

No se va a abrir ninguna investigación, únicamente se va a hablar de la violación de Sandra y de un ajuste de cuentas. Caso cerrado.

            —Esto no tiene sentido, pero te juro que yo no he ordenado matar a nadie —dijo el señor Teodoro con semblante desvaído—. Y Bruno menos que yo. No entiendo nada, voy a volverme loco.

            —Te creo —asintió el señor Tobías—. Quien haya sido tiene que tener un gran poder para conseguir que la policía no investigue nada. He llamado a dos superiores míos y ambos me han dicho lo mismo: que me mantenga al margen y con la boquita cerrada si quiero continuar en mi puesto y si quiero continuar vivo. ¿Qué está pasando, Blas? ¡Tú eres el tutor del niño, tienes que saber algo! ¿Quién es Nicolás?

            —¡Basta! —exclamó la señora Sales, embravecida — ¡Hoy ha sido un día horrible para nosotros! ¡Estoy cansada, fatigada! ¡Basta, Tobías! ¡Vete a tu casa y déjanos descansar! ¡Me siento mareada!

El señor Teodoro sujetó a su madre, temiendo que cayera al suelo.

            —Está bien, me voy —aceptó el policía—. Siento haberos molestado. No obstante, sé lo mucho que queréis a Nicolás y tengo que avisaros de que algo muy extraño ronda al muchacho. Pero yo únicamente soy el policía de un pueblo muy pequeñito y, esto, me viene muy grande. Buenos días.

            —Buenos días —contestó la señora Sales, desabrida.

El hombre se encaminó hacia su coche y el señor Teodoro cerró la puerta, confundido y alarmado. Su madre temblaba notablemente y el joven le pasó uno de sus fuertes brazos por los hombros.

            —Vamos a la cocina a tomarnos algo caliente —dijo en voz baja, intentando aparentar normalidad.

Natalia y Nicolás se miraban muy serios y en silencio.

            —Estoy asustada, Nico —susurró la niña—. ¿Has oído todo lo que ha dicho Tobías?

El jovencito asintió.

            —Debe estar equivocado —murmuró, acto seguido—. Yo no puedo tener nada que ver con el asesinato de Víctor Márquez. Eso es una estupidez.

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Este jueves dejo en el lateral del blog una canción de Malú... "No voy a cambiar"