EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

jueves, 1 de marzo de 2018

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 138



CAPÍTULO 138

DOS CORAZONES HERIDOS


Las lágrimas de Blas se camuflaban con el chorro de agua que caía de la ducha. Lágrimas escondidas, borradas.
En cuanto llegó a casa se dirigió al baño, y no pensaba salir de allí hasta estar muy seguro de que su llanto cesara. Jamás permitiría que nadie volviera a verle llorar. Ni siquiera su madre.
Iba a transformarse en un hombre duro, de piedra. En un hombre falso que se riera por nada aunque por todo muriera.

Emilia Sales había preparado tila y estaba tomando una generosa cantidad de esta infusión; la necesitaba de veras.
Sentada, en la sala adyacente a la cocina, miraba un alrededor solitario y silencioso. 
Se preguntó cuántos años tenía. La respuesta, sesenta. Tal vez ya había vivido bastante; sesenta eran muchos años. Tal vez ya no quisiera seguir celebrando cumpleaños con aquella carga, con una culpa que la mortificaba, con unos remordimientos que la acosaban.
Siempre creyó que Helena habría olvidado a Blas; doce años sin ningún tipo de contacto era una buena razón para pensar de este modo. Pero escuchó lo que Helena le dijo a Nicolás. Seguía amándole, seguía amando al hombre que ella había criado como su hijo y al que quería como tal.
Tal vez había llegado el momento de sincerarse con Blas, de contarle toda la verdad, de limpiar su conciencia, y morir en paz.
El silencio y la soledad, en su entorno, actuaban como animales depredadores que ansiaban devorarla.
Se negaba a recordar lo sucedido en el hospital, pero cuanto menos queremos recordar más recordamos. Así funciona y juega nuestra mente con nosotros... cuando pretende zaherirnos, cuando los depredadores ya nos han dado caza.
Y Emilia volvió a visualizar a su “hijo” junto a Elisa en el pasillo. Y volvió a recordar las crueles palabras que Arturo Corona, su propio padre, le dirigió.
            ¿Nunca se ha hecho alguna prueba de paternidad? le preguntó a bocajarro.
Blas lo miró, desconcertado, sin responder.
            Pues le aconsejo que se la haga de inmediato. El señor Jaime Palacios me ha confesado que usted no es el padre de Nicolás. Tampoco es Bruno Rey. Hay otro hombre. Por discreción y para evitar males mayores no le diré quién es.
            ¡Dios Santo! exclamó Elisa sintiendo una satisfacción inmensa que a duras penas podía ocultar. ¡No podía casi creer lo que terminaba de oír pero cuánto le gustaba!
            Nunca me he hecho esa prueba ni me la haré tampoco dijo Blas con ojos muy brillantes.
A continuación exigió ver a Helena y fue tal su descontrol que ninguno de los dos hombres más poderosos de Kavana se vio capacitado para impedírselo.
Irrumpieron en la habitación de las niñas. Todos se quedaron boquiabiertos e incluso sus miradas se agrandaron al ver el desorden reinante y el color de las paredes.

Emilia, al recordarlo, aún creía que Blas no vio nada, que solo vio a Helena.
Y actuó del mismo modo que Arturo Corona. Le preguntó a bocajarro, sin mediar explicación alguna, si era o no era el padre de Nicolás.
El desconcierto también se plasmó en el rostro de Helena; Emilia rogaba en silencio que contestara que sí. Pero su ruego no debió escucharlo nadie.  Patricia se acurrucó en un rincón, y de su boca salieron gritos ininteligibles porque aquellos sonidos histéricos no eran palabras.
            ¡Fuera de aquí! exclamó Helena ¡Están asustando a Paddy! ¡Fuera de aquí todos!


Matías Hernández salvó a Emilia de seguir recordando, espantó a los fantasmas que pululaban en su mente al entrar en la cocina y preguntarle si iban a comer en casa.
            No, al señor Teodoro no le conviene estar mucho tiempo fuera del hospital. Podría sufrir otro ataque respondió la señora Sales.
            Muy bien, entonces deduzco que comerán en el hospital. ¿También dormirán?
            Deduces bien, Matías. Comeremos allí. Dormir, no lo sé… quizás sí.
            Mi mujer, mi nuera y mi hijo mayor han tenido que salir precipitadamente. La hermana mayor de mi mujer está grave.
           Lo siento, espero que mejore dijo Emilia, agradecida de la compañía de Matías. No me dejes sola, por favor. No quiero pensar en nada.
El señor Hernández asintió.
            ¿Cómo sigue el señorito Nicolás? preguntó.
            Pronto se despertará y volverá a casa respondió Blas que terminaba de entrar en la estancia, y escuchó la pregunta.
            Me alegro de que así sea dijo Matías Hernández inclinando su cuerpo hacia delante haciendo una reverencia exagerada.
            ¿Cuántas veces te he dicho que no hagas eso? explotó el señor Teodoro.
            Hijo, deberías tomarte una tila o un tranquilizante intervino la señora Sales.
            Estoy perfectamente, mamá. Mejor que nunca. No voy a pasar ninguna página, voy a arrancar la página de mi vida donde se halla Helena. Voy a quemar esa página, voy a hacerla desaparecer. Helena Palacios va a ser historia, va a ser pasado. Le pediré a Elisa que se case conmigo.

En otro momento, Emilia se hubiera alegrado sobremanera y hubiera querido festejar la determinación de su “hijo” pero, en aquel momento, no podía.
Después de oír a Helena hablar con Nicolás ya había entendido que ella era la mujer que amaba a Blas, y la única que tenía el poder de hacerle feliz.
Si Blas se casaba con Elisa cometería un craso error que lamentaría más pronto que tarde.
  “Ten cuidado con lo que deseas porque se puede cumplir”, pensó con triste ironía.


                                                                                      ∎∎∎

El agua de la ducha caía con fuerza sobre el rostro de Helena, y se llevaba sus lágrimas.
El dolor que sintió cuando escuchó a Elisa decir que se iba a casar con Blas, que le daría más hijos, y que él olvidaría a Nico… ese dolor no tenía parangón con el que llegó a sentir cuando Blas le preguntó si era el padre de Nicolás.
¿Cómo había podido hacerle semejante pregunta? ¿Cómo se había atrevido? ¿Cómo pudo mentir tanto cuando la besó unas horas antes?
Porque era un canalla, un grandísimo canalla, el más canalla… y ella una grandísima idiota, la más idiota.
Pero existía una gota que podía colmar y rebasar el borde de un vaso… y esa gota ya se había vertido.
Jamás perdonaría a Blas aquella terrible ofensa. Esa ofensa nunca tendría reparación.
Y el agua continuaba barriendo lágrimas sin que ella fuese muy consciente de que estaba llorando.


Matilde reposaba en un sofá del salón, deseaba cerrar los ojos y descansar un rato pero su vista no se apartaba de la hoja que tenía en sus manos. En la hoja había una cabeza de serpiente rodeada de muchos números.
Tan concentrada se hallaba mirando el horroroso dibujo que no se percató de que Helena entró en el salón.
En cuanto la vio se puso en pie de un respingo.
            ¿Qué has hecho? interrogó, alarmada.
            Me he cortado la trenza. Toma, es tuya.
            Pero, ¿por qué?
            Demasiado has cepillado y peinado mi cabello.
            Pero si a mí me encantaba hacerlo.
            Ahora puedes hacerlo con Paddy. Por cierto, ¿dónde está?

Era meridiano que Helena pretendía cambiar el tema de la conversación.
            Se ha quedado dormida, pero antes ha dibujado esto.

Matilde le entregó la hoja. Helena observó el dibujo.
            Una cabeza de serpiente y números dijo entendiendo. Álvaro Artiach tiene tatuada una cabeza de serpiente en el cuello, y los números están muy relacionados con las matemáticas… con Ismael Cuesta, profesor de matemáticas. Paddy, a su manera, ya nos ha dado sus nombres.
            Berta dijo que no haría nada en contra de ellos si la niña aparecía sana y salva le recordó Matilde.
            Lo sé. ¿Has hablado con la madre de Paddy?
Matilde asintió, nerviosa. Volvía a ser meridiano que Helena variaba el tema de conversación.
            A esa señora le parece muy bien que la niña esté con nosotras. Dice que ella no se puede hacer cargo.
            Bien, ahora voy a salir. Si hay alguna novedad sobre Nico me llamas. Mi hijo tiene que despertar.
            ¿A dónde vas?
            Voy a ver a los padres de Lucas. Ofelia tiene que explicarme por qué su hijo tenía un pie abrasado, y estaba completamente drogado. Alfredo Soriano tiene que explicarme cómo pudo dispararle a su hijo.
                                                   
                                                                                         ∎∎∎

Álvaro Artiach, encolerizado, estrelló una botella de whisky de la que estaba bebiendo amorrado cuando Ismael Cuesta le dio la noticia de que Alfredo Soriano y su esposa habían sido detenidos.
            ¡Hablarán! gritó ¡Esos hablarán! Te delatarán a ti y tú me delatarás a mí. ¡Yo quería a Helena! ¡Tú te empecinaste con ese maldito mocoso!
            ¡Ese maldito director me despidió! vociferó el profesor de matemáticas ¡Cerró nuestra discoteca! ¡Nicolás era un maldito que merecía más de lo que le hizo Lucas! ¿Cómo iba a saber yo que esa maldita Mikaela era Helena?
            ¡No sigas bramando! Los pequeños ojos de Álvaro Artiach destilaban ira y maldad Vamos a ir a casa de mi amiguito Blas a hacerle una visita de cortesía.
            ¿Con qué motivo?
            Para acabar con Helena Palacios delante de élÁlvaro Artiach se regocijó y esbozó una mezquina sonrisa mientras acariciaba la repugnante cabeza de serpiente tatuada en su cuello.
                                                    
                                                                                      ∎∎∎

Arturo Corona y Jaime Palacios paseaban de un extremo a otro del largo pasillo sin tan siquiera mirarse cuando se cruzaban.
El dictador de Kavana pensaba en su hijo y en Nicolás. Jaime Palacios pensaba en su hija y en Nicolás.
Los mejores neurólogos y cirujanos del país ya habían llegado al hospital, y ya rodeaban la cama de Nicolás.
Ninguno de esos hombres iba a actuar como un simple médico.
Tenían una meta muy diáfana… despertar a Nicolás.
Y era menester proceder como dioses.

Págs. 1114-1121


Próxima publicación... un jueves de abril

Hoy dejo una canción interpretada por Amaia... "Miedo"
Con esta impresionante canción fue la ganadora de Operación Triunfo 2017






Queridos lectores de El Clan Teodoro-Palacios, hoy tengo la alegría de recordaros que el próximo capítulo que publique será el penúltimo de esta tercera parte
Mela
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