EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

jueves, 20 de noviembre de 2014

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 103






















CAPÍTULO 103

OTRO GRAN SUSTO



U
nas nubes intrépidas se situaron delante de un apagado sol consiguiendo de esta forma que la mañana se vistiera de gris.
El director de “Llave de honor” se dirigió con paso muy ligero al campo de fútbol seguido, en todo momento, por el profesor de música.
Roberto Beltrán lo puso en antecedentes en cuanto se reunió con él, mostrándole, a través de la valla, las huellas de las ruedas del vehículo sobre la calzada.
            ¿Sabes quién es el alumno que ha saltado? indagó el señor Teodoro.
Roberto Beltrán negó con un movimiento de cabeza.
            Nadie ha abierto la boca explicó a continuación, será complicado que alguien hable. El que lo hiciera sería considerado como un chivato por todos los demás.
El señor Teodoro dirigió una mirada a los chiquillos que, a su vez, miraban muy atentamente a los adultos. El examen del joven se detuvo en Nicolás; enseguida vio que el niño se estaba sonando la nariz con un pañuelo, y vio el tembleque de sus dos rodillas.
            Creo que ya sé quien ha saltado la valla manifestó el director en voz baja, sorprendiendo al profesor de gimnasia y sofocando al bonachón del profesor de música ¡No podía tratarse de otro! exclamó en el mismo tono.
Se acercó a los muchachos con semblante severo y, en aquel instante, sonó la campana señalando el final del recreo.
            No es necesario que perdamos mucho tiempo dijo el señor Teodoro. Os advierto que sé perfectamente quién ha saltado la valla. Por lo tanto, cuanto antes lo diga, mejor para él.
Nicolás agachó la cabeza deseando que el suelo se abriera y lo engullera. ¡Cuánto ansiaba desaparecer de allí!
            ¡Nat y Bibi! ¿No habéis oído la campana? ¡Marchaos a clase! ordenó el señor Teodoro a las niñas.
Natalia enrojeció de furia y se erizó de inmediato.
            ¡Espero que le llenes la cara de tortas al idiota que ha saltado la valla! gritó ¡Casi lo atropellan!
            Natalia, no está bien pedir que peguen o castiguen a alguien recriminó el señor Hipólito, muy perturbado.
Nicolás hubiese querido triturar a la niña, pero siguió mirando el suelo con insistencia mientras sus piernas se movían involuntariamente.
            ¡Vamos a ver! dijo el señor Teodoro, suspirando ligeramente Aquí hay dos equipos y el niño que ha saltado la valla pertenece a uno de los dos. El equipo que no tenga nada que ver puede marcharse a clase. Eso no es chivarse, seguirá quedando un equipo.
Los chavales se miraron indecisos ante la propuesta del director y, pronto, once de ellos, abandonaron a sus compañeros.
            Ninguno de los árbitros hemos saltado declaró un chiquillo y él y otros dos muchachos se marcharon también.
Ante el señor Teodoro quedaron once posibles culpables que cada vez se sentían más acorralados. El profesor de gimnasia se marchó a atender una clase; Hipólito Sastre no se movió del lado del director. Un poco más alejadas, pero sin perder detalle, se hallaban "Mikaela" y Paula.
            ¿Queréis que os castigue a todos? preguntó el señor Teodoro a los alumnos que continuaban en línea Os aviso que el castigo va a ser muy duro. Quien no ha saltado la valla únicamente tiene que irse a clase. Eso no es acusar a nadie.
Poco a poco los muchachos iban marchándose hacia el instituto después de decidir que no querían un castigo que no les correspondía. Finalmente quedaron delante del director Nicolás, Leopoldo y Lucas.
            ¡Vaya, vaya! exclamó este Aquí tenemos a un buen trío. Ahora solo queda averiguar quién de vosotros tres es el más alocado, el más irresponsable, el más inconsciente y el más trasto. ¡Y tendremos al que ha saltado la valla!
Nicolás volvió a sonarse la nariz y se secó los ojos llorosos con el dorso de una mano.
            Leo y Lucas, id a clase les ordenó, de improviso, el señor Teodoro. Porque eres tú quien ha saltado la valla, ¿verdad? increpó a su hijo.
El chiquillo asintió sin levantar la cabeza. Sus amigos se vieron forzados a dejarlo solo, no sin antes darle una palmada en la espalda en señal de apoyo.
Por la mente del señor Teodoro desfilaron imágenes de los últimos peligros que habían asistido al niño. Recordó el día en que el señor Francisco también pudo haberlo atropellado, recordó la paliza salvaje que le había propinado Salvador Márquez y también recordó cuando Víctor Márquez quiso dispararle con una escopeta que, milagrosamente, estaba descargada.
            ¿Qué hago contigo, Nico? ¡Dime tú qué hago contigo! dijo el hombre, muy enfadado.
Nicolás continuó sin levantar la cabeza y no osó darle ninguna idea a su padre.
            ¿Puedo decirle algo, señor Teodoro? demandó Hipólito Sastre con timidez.
El joven miró al profesor de música y asintió. Seguidamente se percató de la presencia de "Mikaela" Melero y Paula Morales. Las dos mujeres eran fieles espectadoras y fieles oyentes de todo cuanto sucedía.
            Hace unos años atropellé a un chiquillo comenzó a relatar el profesor de música con un semblante que reflejaba un profundo pesar. También aquel chiquillo iba detrás de una pelota. Se tiró a la carretera sin mirar y no pude frenar a tiempo.
Aquella criatura murió en mis brazos y su gran preocupación era que su padre lo castigara. Conocí a su padre y aquel pobre hombre lo hubiese dado todo porque su hijo continuara vivo y poder abrazarlo. Usted tiene la oportunidad de abrazar a su hijo, señor Teodoro; es usted un hombre venturoso.
             —No fue culpa suya, no debe mortificarse dijo el señor Teodoro, realmente conmovido. El terrible sufrimiento del señor Sastre era evidente.
            Gracias, señor Teodoro, es usted una buena persona sonrió lánguidamente el profesor de música y se fue alejando con paso lento, agotado.
El señor Teodoro abrazó a Nicolás, con fuerza, y besó su ondulado cabello.
            Nico, me hubiese vuelto loco si te llegan a atropellar declaró. ¡No te imaginas cuánto te quiero!
            Perdóname, papá rogó el chiquillo. Te prometo que nunca más volveré a saltar la valla del patio y miraré a los dos lados antes de cruzar una carretera.
            Lo siento, Nico, no te vas a librar de que te castigue manifestó el señor Teodoro. Nos conocemos de sobra y, mañana, a ti, esto, ya se te ha olvidado. Estarás un mes sin jugar a fútbol.
            ¡Un mes es mucho tiempo! se espantó Nicolás ¡No me castigues tanto, por favor!
            Ni una palabra más, ni una protesta más o te aumento el castigo amenazó el señor Teodoro. Vete a clase, Nico.
Leopoldo y Lucas esperaban a Nicolás en el vestíbulo del instituto y vieron llegar a su amigo, cabizbajo.
            ¿Qué ha pasado? preguntó el pelirrojo.
            Un mes sin poder jugar al fútbol contestó Nicolás, triste y preocupado.
Leopoldo emitió un silbido y Lucas comentó que el equipo no sería lo mismo sin el mejor de sus jugadores.
El señor Amadeo Ortiz vio a los chiquillos y los envió a su aula.
            ¡Aquí no podéis estar! les gritó ¡Hace rato que se ha acabado el recreo! ¡Venga, fuera de aquí!
                                                                                      ∎∎∎
El señor Teodoro se reunió con "Mikaela" y con Paula.
            Hemos permanecido en el patio porque soy la tutora de Nico y he creído mi deber estar al tanto de todo lo que sucedía explicó la señora Morales.
            Será mejor que entremos rápido, hace mucho frio  manifestó el señor Teodoro. Hablaré con el señor Ortiz para que contrate a unos obreros que levanten bastante el muro y coloquen una valla más alta.
            Eso será lo más prudente afirmó "Mikaela" a la que todavía le costaba recuperarse de la terrible visión de presenciar como casi atropellan a su hijo.
Las dos profesoras y el director caminaban hacia la puerta de acceso al instituto. Súbitamente, el señor Teodoro sintió un agudo dolor en el abdomen que le obligó a doblarse hacia delante. Segundos después se desplomó en el suelo, perdiendo el conocimiento.
            ¡Blas! gritó Helena Palacios, arrodillándose junto al joven y sujetándole la cabeza ¡BLAAAAASSS! ¡PAULA LLAMA UNA AMBULANCIA! ¡LLAMA UNA AMBULANCIA! ¿QUÉ HACES PASMADA? ¡MUÉVETE, COGE EL MÓVIL Y LLAMA A UN MÉDICO!
¡Blas, respira por favor, no dejes de respirar ni un segundo! ¡Aguanta, por Dios! ¿Qué tienes, Blas? Estoy aquí, Blas, no dejaré que te pase nada... Respira, respira...
Paula no pudo escuchar las últimas palabras que Helena le dirigió a Blas entre susurros; sí pudo ver como acercó sus labios a los del señor Teodoro en un intento desesperado de proporcionarle todo el aliento que pudiera faltarle.
                                                                                         ∎∎∎
La ambulancia llegó y se llevaron al señor Teodoro con destino al Hospital General de Aránzazu.
La señora Sales fue avisada por el jefe de estudios. 
Helena Palacios buscó refugio en la cafetería del instituto y el camarero llegó a servirle hasta cuatro cafés negros y muy cargados. A pesar de los cafés, la mujer estaba como tenuemente dormida. Se sentía pequeña, asustada y vencida. Tenía que admitir, porque engañarse a sí misma era una estupidez, que ver inconsciente al señor Teodoro la había horrorizado tanto como ver el virtual accidente de Nicolás.
            “Soy una imbécil”, se dijo a sí misma. “Una gran imbécil. ¿Cómo es posible que aún ame a quien me ha hecho tanto daño? Te odio, Blas. Pero no te mueras, por favor, deja que te siga odiando aquí, en la Tierra, porque no estoy segura de que haya otro lugar”.
Paula Morales entró en la cafetería y regresó a su amiga a la realidad.
            Son casi las dos le comunicó. Nico está a punto de acabar las clases.
            ¿Se sabe algo de Blas?
            Absolutamente nada. Pero es un hombre joven y muy fuerte. Sobrevivirá confirmó Paula con seguridad.
            ¿Pretendes consolarme? ¡A mí no me importa en absoluto el futuro de Blas! atacó Helena, airada.
Paula Morales no la contradijo y guardó silencio. Pero por supuesto no la creyó; había sido testigo directo de su reacción ante el inexplicable y prolongado desmayo del señor Teodoro.

Págs. 812-818

Esta semana dejo en el lateral del blog una canción de Pastora Soler... "Te despertaré"

Próxima publicación... jueves, 4 de diciembre

jueves, 6 de noviembre de 2014

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 102





CAPÍTULO 102

UN BUEN SUSTO



A

la mañana siguiente, Nicolás entró en la cocina con el ceño muy fruncido. Su padre y su abuela estaban desayunando; ambos miraron al niño que continuaba enfadado por haber sido enviado a la cama la noche anterior, sin poder ver el capítulo de la serie que emitían después de las noticias.
            Buenos días, cariño lo saludó la señora Sales, afectuosamente.
            Buenos días respondió el chiquillo afianzando su ceño.
            Prueba las ensaimadas que nos ha traído Matías le dijo su abuela, acercándole una bandeja repleta de bollos de pasta hojaldrada enrollada en espiral. Están calentitas, recién hechas. El pobre Matías ha madrugado bastante y ha salido, con este frío, a la pastelería, para traernos estas delicias.
            Pues yo no quiero ninguna —rechazó Nicolás de mal humor. No tengo hambre y con el tazón de leche tengo suficiente.
             —Venga, cariño. Coge una y mójala en la leche. ¡Verás qué rica está! lo tentó Emilia.
El muchacho dijo que no con un terco movimiento de cabeza.
            Deja de fruncir el ceño intervino el señor Teodoro, se te van a quedar marcadas unas buenas arrugas añadió en tono burlón.
            ¡Me da igual si se me quedan arrugas marcadas! exclamó Nicolás, picado ¡Déjame tranquilo, no quiero hablar contigo!
            Coge una ensaimada le ordenó su padre, suavemente.
            ¡No!
            ¡Huy, huy, Nico! ¡Estás empezando a ponerme nervioso!
            Cariño, ayer papá te grabó el capítulo de la serie. Podrás verlo esta tarde, si quieres le reveló la señora Sales.
Al instante desapareció del rostro del chiquillo la sombra de su enfado y apareció una tímida sonrisa.
            Entonces sí voy a comer una ensaimada dijo, alegremente. ¡Y a lo mejor me como dos! ¡Tienen muy buen aspecto!
El señor Teodoro observó, complacido, como el chaval degustaba un par de ensaimadas humedeciéndolas en el tazón de leche. La señora Sales suspiró, satisfecha. Allí, en el calor de la cocina se sintió feliz junto a su hijo y su nieto. Miró hacia el ventanal y a través de él vio una oscuridad infinita y, extrañamente, le pareció percibir el frío que la envolvía. Esa sensación asustó a la mujer, volvió a mirar al señor Teodoro y a Nicolás y deseó que no salieran de casa aquella mañana.
Sin embargo no intentó detenerles llegado el momento de la despedida. Besó al joven y al niño, y los acompañó hasta la puerta.
            No salgas al porche, mamá le dijo el señor Teodoro. Hace demasiado frío.
            Pórtate bien, Nico. Y no os retraséis esta tarde, Blas fueron las últimas indicaciones de la mujer antes de quedarse sola.
De camino al instituto Nicolás señaló el polideportivo, muy cercano a su casa, cuando el coche del señor Teodoro pasaba por delante.
            Me gustaría que me apuntaras para jugar a fútbol  comunicó a su padre. Podría ir viernes, sábados y domingos. Les diré a Leo y a Lucas que se apunten también.
            No vayas tan deprisa lo contuvo el señor Teodoro. Ya hablaremos sobre el asunto agregó mirando de soslayo el edificio.
            ¿No te gusta que haga deporte? indagó el chiquillo, desalentado ¿De qué asunto tenemos que hablar? Está cerca de casa, podría ir yo solo. Ya soy mayor, tengo quince años, no soy un niñito.
            ¡Estoy conduciendo, Nico! exclamó el señor Teodoro, alterado ¡No me distraigas! Te he dicho que ya hablaremos. Todo depende de tu comportamiento y de tus notas. Quiero que te portes bien, en el instituto y, en casa. También quiero unas excelentes calificaciones.
Nicolás asintió y guardó silencio. Pensó que, posiblemente, no tardaría en conseguir que su padre lo apuntara en el polideportivo. De esta forma, tendría más libertad de movimiento y tal vez pudiera acercarse hasta “Paraíso”.
Las horas anteriores a la salida al recreo se le hicieron eternas como todos los días pero, por fin, sonó el timbre que anunciaba la salida al patio.
El muchacho corrió a buscar al señor Teodoro y este le entregó un bocadillo y una botella de agua que había adquirido en la cafetería. La señora Sales ya no tenía que molestarse en preparar almuerzos cada mañana, apresuradamente. Y el señor Teodoro y Nicolás almorzaban de maravilla con la gran variedad y buena elaboración de bocadillos que vendían en el bar del instituto.
            Hoy te lo he cogido de jamón con tomate informó el joven al crío.
            Delicioso sonrió el niño. Hasta luego, papá.
            Hasta luego, Nico sonrió el señor Teodoro viendo como se alejaba su hijo, corriendo.
Cada vez que Nicolás lo llamaba “papá” se sentía la persona más afortunada del planeta. El jovencito ni siquiera imaginaba el poder que la palabra “papá” ejercía sobre su padre. Tampoco el señor Teodoro imaginaba lo orgulloso y feliz que se sentía su hijo cada vez que pronunciaba esta palabra.
Nicolás se comió el bocadillo con apetito. Realmente estaba exquisito. Después de beber la botellita de agua saltó al campo de fútbol, ansioso por jugar.
El señor Teodoro paseaba por el patio vigilando a los alumnos. El señor Roberto Beltrán, profesor de gimnasia, se unió a él y ambos jóvenes entablaron una conversación animada que fue interrumpida minutos después por un muy sobresaltado profesor de música.
            Siento molestarle, señor Teodoro se excusó el hombre con semblante enrojecido. Creo que es mi deber decirle que he pillado a estos dos niños fumando el señor Hipólito Sastre señaló a dos muchachos que lo acompañaban.
El director miró con severidad a los dos alumnos que cursaban cuarto de ESO y les ordenó que le siguieran hasta su despacho. Los jovencitos siguieron al hombre, bastante abatidos, temiendo las consecuencias que podía depararles el haber “olvidado” la prohibición de fumar en el instituto.
            Son menores de edad y está prohibido que fumen  murmuró el señor Hipólito, consternado.
            Esos dos tendrán su merecido y perderán las ganas de fumar vaticinó el señor Beltrán.
            Espero que el señor Blas no sea muy duro con ellos se preocupó el profesor de música. Lo más conveniente es explicarles lo muy perjudicial y dañino que puede ser el tabaco.
            Déjese de explicaciones, Hipólito. No hay nada como la mano dura manifestó Roberto Beltrán. Es usted demasiado blando con los chavales y le toman el pelo.
Nicolás había marcado tres goles en la portería contraria y estaba entusiasmado. Sus compañeros de equipo se sentían imbatibles con su maravilloso delantero al que ya habían nombrado capitán.
Natalia, Bibiana, "Mikaela" y Paula estaban disfrutando y admirando el buen juego y la extraordinaria técnica del chaval. 
El señor Hipólito Sastre se acercó al lugar y se detuvo a contemplar el partido.
De pronto, algo aciago sucedió y nadie pudo reaccionar a tiempo para evitarlo. Un jugador chutó el balón y el esférico sobrevoló la valla del patio. Y alguien más sobrevoló la valla; Nicolás la saltó y se precipitó a la carretera para recuperar la pelota. Un vehículo antiguo se vio obligado a frenar y los neumáticos, que chirriaron escandalosamente, dejaron su dibujo grabado en el asfalto. El coche se paró a escasos centímetros de Nicolás; el chiquillo, con el balón en su poder, regresó al interior del patio. Todo su cuerpo temblaba y su corazón galopaba, muy acelerado. Sus compañeros lo miraban enmudecidos e impresionados. El niño dejó caer la pelota al suelo.
Helena Palacios sintió algo parecido a vértigo y creyó que iba a desmayarse de un momento a otro.
            Contente le suplicó su amiga Paula, no digas ni una palabra.
Lágrimas silenciosas se deslizaron por el rostro de "Mikaela", un rostro que había palidecido por completo.
            —Helena, estás llorando  —la avisó Paula, muy nerviosa—. Sécate la cara y vámonos de aquí.
Helena limpió su rostro, pero no se movió de su asiento. 
            ¡Estás loco! aulló Natalia, corriendo hacia Nicolás y propinándole unos manotazos en el pecho ¡Podían haberte atropellado! ¿Qué estabas pensando, Nico? ¿Qué rayos estabas pensando?
Los estridentes gritos de un hombre furioso acallaron a la niña. Quien gritaba era el conductor del coche que estaba hecho una fiera.
            ¡PANDILLA DE MAMARRACHOS Y GAMBERROS! ¡DEBERÍAIS ESTAR EN UN REFORMATORIO! ¡GAMBERROS, HIJOS DE PERRA!
               —Pero, ¿qué está diciendo ese hombre? ¿Cómo se puede ser tan bruto y maleducado? —se enfureció Helena mientras se levantaba.
Paula Morales también se levantó.
               —¡Helena, te digo que nos vayamos! —exclamó, atemorizada y vehemente— Recuerda que no estás en tu mundo de oro y cristal; estás en Aránzazu, en un instituto, y el director es Blas Teodoro.
Los chillidos escandalosos del iracundo hombre atrajeron la atención del señor Roberto Beltrán que pronto se enteró de lo sucedido, pero no llegó a enterarse de quién había sido el saltador de la valla. El conductor se marchó gritando obscenidades sin señalar al culpable.
El profesor de gimnasia ordenó a los partícipes del partido que se colocaran en línea recta, en posición de pies juntos, manos atrás y cabeza mirando al frente.
            El que ha saltado la valla que dé un paso hacia delante exigió el señor Beltrán con dureza.
Ninguno de los alumnos se movió de su sitio.
            No te preocupes susurró Lucas a un muy asustado Nicolás, nadie dirá que has sido tú. Sería un chivato y eso es lo peor que puedes ser aquí.
Roberto Beltrán no comprendía como era posible que ni Hipólito, ni "Mikaela", ni Paula, profesores presentes,  muy próximos al campo, no hubiesen visto absolutamente nada.
            Haga el favor de ir a avisar al director, Hipólito requirió el profesor de gimnasia.
El señor Sastre asintió y se fue alejando arrastrando los pies. Parecía estar muy angustiado por lo acontecido.
            Mi padre me va a matar murmuró Nicolás, hecho un flan. Sus rodillas comenzaron a temblar.
            Cálmate intentó tranquilizarlo Lucas. Nadie va a chivarse. Blas no tiene por qué enterarse de que has sido tú.
A pesar de los esfuerzos de su amigo por serenarlo, Nicolás continuaba al borde de un ataque.
            Nico está temblando de pies a cabeza dijo Natalia a Bibiana.
          —¡Pobre Nico! se compadeció Bibiana Si no se calma, Blas va a saber que ha sido él quien ha saltado nada más lo vea.
            ¡Nada de pobre! exclamó Natalia, enojada Ya es hora de que Nico aprenda a pensar antes de hacer algo. Es demasiado impulsivo. Espero que Blas lo haga crujir.
Por su parte, Paula luchaba por convencer a "Mikaela" de que se marcharan de allí.
            No te preocupes, no intervendré le aseguró "Mikaela". Me he llevado un susto tremendo.No soy de hierro y creí que atropellaban a mi hijo, Nico no tiene conocimiento, es igual que su padre.
                —Yo diría que es igual que tú afirmó Paula.
                —Calladita estás más guapa contestó Helena regalándole una mirada gélida. 
El señor Hipólito Sastre se cruzó con los dos chavales que habían fumado; ambos estaban muy formales y contritos. Luego vio al señor Teodoro cerrando la puerta de su despacho y se acercó a él.
            El señor Roberto reclama su presencia en el campo de fútbol le comunicó con gravedad.
            ¿Ha pasado algo? interrogó el director sin alarmarse ¿Se han peleado los críos?
Hipólito Sastre no se atrevió a mirarle a la cara y le contestó mirando hacia el suelo.
            Gracias a Dios no ha pasado nada irremediable, pero podía haber sucedido una tragedia declaró logrando, sin ser su intención, que el señor Teodoro se alarmara en sumo grado.

Págs. 804-811

Este jueves dejo en el lateral del blog una canción de Arrebato... "Te lo juro por Alá"

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