CAPÍTULO 73
UN MAL DESPERTAR
N
|
icolás se alegró de que se hubiera desatado esa inmensa
tormenta en Luna; ya que no podía
salir, prefería que hiciese mal tiempo. Esperaba, ansioso, que al día siguiente
un sol radiante iluminara el cielo. Él y las niñas fueron a pasar la tarde al
cuarto de los juegos para no molestar al señor Teodoro que, descansando en un
sofá, continuaba bebiendo agua y tila.
El hombre aprovechó quedarse a solas para llamar a
Estela, a Gabriela y al señor Francisco. Quería tranquilizarlos después de las
noticias dadas en la televisión. Tras conversar con ellos se quedó muy
pensativo mirando, fijamente, un punto de la chimenea. Sin saber por qué motivo,
una mujer de cabello oscuro, largo y rizado le vino a la mente. El joven
quiso apartarla, de inmediato, de su pensamiento y bebió, con rabia, del vaso
que contenía tila.
El teléfono móvil de la señora Sales sonó y el señor
Teodoro miró en dirección a su madre.
—Es una vieja amiga —comentó la mujer—. Voy a mi habitación a
charlar un rato con ella. ¿Estás bien, hijo?
El joven asintió, y agradeció quedarse solo porque la imagen de la mujer morena todavía le
perseguía.
Emilia entró en su cuarto y contestó al teléfono.
—¿Todo va bien por ahí? —preguntó una voz masculina.
—Más o menos —respondió la señora,
secamente—. Tobías oyó
a uno de tus matones decirle a Víctor que meterse con críos de apenas quince
años le iba a costar la vida. ¡Menuda torpeza! Blas se ha puesto muy nervioso.
—Blas siempre está
nervioso, querida. Estoy muy ocupado; si hay algún problema, me llamas.
El hombre que hablaba al otro lado del teléfono
cortó la comunicación. La señora Sales permaneció sentada sobre su cama. La
inquietud se apoderó de ella, ¿qué
sucedería, si alguna vez, Blas, llegaba a conocer toda la verdad? No, eso
sería terrible. Había cosas que Blas
nunca debía saber.
Próxima la hora de cenar fue Elisa quien llamó al
móvil del señor Teodoro. Le preguntó cómo estaban todos y le anunció que
regresaría a villa de Luna el día del
Roscón por la mañana.
—Por nada del mundo
quieres perderte el espectáculo, ¿verdad? —dijo el señor Teodoro con
ironía.
La mujer colgó el teléfono dejando la pregunta en el
aire.
Después de cenar y ver una película que, a los niños
gustó mucho, se acostaron a dormir. El señor Teodoro logró conciliar el sueño
muy pronto, pero se despertó a las siete de la mañana, agitado y sudado. Había
pasado gran parte de la noche soñando con la mujer morena. Le había parecido tan real que le costó asumir que solo fue un sueño. Se levantó de muy
mal humor y, por sus temblores, supo que seguía teniendo fiebre. La cabeza,
milagrosamente, no le dolía y desechó el termómetro, no interesándole saber cuánta
temperatura tenía.
“¿Por qué no es posible que te olvide?”, preguntó mentalmente, exaltado, a la "culpable" de su
malestar.
ῳῳῳ
Lejos de allí, la protagonista de los sueños del
señor Teodoro, también tuvo un despertar turbulento. Encontró la colcha en el
suelo, resultado inequívoco de las muchas patadas dadas durante la noche.
“Maldito
seas, Blas. Yo te maldigo hasta el fin de tus días.
Déjame en paz”.
ῳῳῳ
Nicolás se levantó a las nueve menos cuarto, abrió
la puerta de su habitación con sigilo no queriendo despertar a su tutor. Su
precaución dejó de tener sentido en cuanto vio la cama del hombre vacía y
perfectamente hecha.
“Ya se ha levantado”, pensó el chaval, crispado. “Pues
hoy va a tener que dejarme salir de casa, ya han pasado los tres días que dijo el doctor Pascual”.
En el salón no había nadie; la cocina también estaba
desierta, la puerta permanecía entreabierta. El muchacho salió a la terraza;
no llovía, pero el cielo estaba plomizo y el suelo mojado.
Lo que vio a continuación, no le gustó en absoluto.
Jaime y Julián estaban allí, con el señor Teodoro, y este enseñaba a Julián
cómo utilizar el hacha para cortar la leña.
“El muy idiota”, pensó Nicolás, furioso, movido
por un ataque de celos. “A mí nunca me
deja acercarme al hacha y a ese mocoso le está dejando manejarla”.
El señor Teodoro no vio al chiquillo, que retrocedió
a la cocina y desayunó de mal talante.
La señora Sales tropezó con el niño cuando este se
disponía a salir por la puerta del salón.
—¿A dónde vas, cariño? —preguntó la mujer.
—Me voy a jugar a la pista
de tenis —respondió
Nicolás con mal genio.
—Deberías esperar a que
Blas se levante —le recomendó Emilia.
—Ya se ha levantado —declaró Nicolás, enfadado—, y el muy idiota está
enseñando a Julián a usar el hacha y, a mí, ni siquiera me permite acercarme a
esa herramienta. ¡Me voy a la pista de tenis!
—Ponte chubasquero y botas
—le dijo
Emilia—. Está muy
nublado y hay charcos.
El jovencito salió del salón y la mujer suspiró,
meneando la cabeza, temiendo que se avecinaban problemas. Nicolás estaba irascible y Blas carecía de paciencia.
ῳῳῳ
Natalia y Bibiana desayunaron, veloces, tras
enterarse de que Nicolás no estaba en la villa y corrieron a reunirse con él.
Patricia prefirió quedarse en el salón viendo la tele. Jaime y Julián se marcharon
y el señor Teodoro entró en la cocina, cargado con un capazo repleto de leña.
La señora Sales preparaba la comida.
—¿Ya se han levantado los
niños? —indagó el
señor Teodoro.
—Sí, y ya se han ido a la
pista de tenis —le anunció su madre—. Por cierto, Nico se ha
ido bastante enfadado contigo.
—¿Qué? —se sorprendió el joven, dejando la enorme cesta en el suelo— ¿Cómo qué está enfadado
conmigo? ¡Ni siquiera lo he visto esta mañana! ¡Voy a arrancarle las dos
orejas! ¡Le dije bien claro que no volviera a salir sin yo decirle la ropa que
tenía que ponerse!
—¡Hey, hey, hey! —exclamó Emilia,
levantando ambas manos— Tranquilo, ¿vale? Ya está bastante alborotado
Nico, mejor que no te alborotes tú también. Te ha visto enseñar a Julián a
manejar el hacha y está que echa chispas, ya que a él no le dejas ni mirarla.
Creo que se ha puesto celoso. Va abrigado, lleva chubasquero y botas. O sea,
que pon freno a tu mal carácter. Recuerda que pasado mañana tienes que hablar
con él, no conviene que estéis de uñas.
El señor Teodoro se dirigió a la pista de tenis y,
desde arriba, acodado en un canto de pared, observó cómo Nicolás corría con un
balón entre sus pies. Natalia y Bibiana intentaban quitárselo y el muchacho
disfrutaba regateando para impedírselo. Los tres chiquillos se salpicaban de
agua, saltando entre los charcos, que se habían formado debido a la intensa
lluvia del día anterior.
—¿Puedo jugar con
vosotros? —preguntó el
señor Teodoro a viva voz.
Nicolás detuvo su carrera y miró hacia arriba.
Contempló a su tutor con semblante huraño.
—¡No, no puedes! —contestó, enojado— ¡Vete a casa, que estás enfermo, y, aquí, nos estás molestando! ¡Que te vayas, te digo! ¡Niñero!
—Eres igual que tu madre —murmuró el señor Teodoro y, por supuesto, el
chiquillo no pudo oírle. El hombre iba a decir algo más pero se calló, cuando
Gabriela se acercó a su espalda y lo saludó.
—Buenos días —dijo, a su vez, dándose la
vuelta.
La mujer miró en dirección a los niños.
—Pronto se van a acabar
las vacaciones —comentó—. Y todo volverá a ser
rutina.
—¿Qué vas a hacer tú? —se interesó el señor
Teodoro.
—Volveré a mi librería y
mi madre vendrá conmigo —respondió Gabriela sin
dejar de mirar a los niños.
—Nos volveremos a ver en
otras vacaciones —afirmó el señor Teodoro—. También nos podemos
llamar por teléfono y visitarnos algún fin de semana.
—¿Vas a estar con Elisa? —interrogó la joven.
—No lo tengo claro —dijo, con sinceridad, el
señor Teodoro—. Pero, por mucho que esté con ella, entre nosotros
no hay nada y nunca lo habrá.
—No tienes por qué darme
explicaciones…
—Helena... ¡quiero decir
Gabriela! —el señor
Teodoro se sonrojó, violentamente, y se puso muy nervioso por el error
cometido. Carraspeó, turbado— Si pudiera elegir a una mujer, te elegiría a
ti. Debo confesarte que empecé a pensar en ti, pero no soy un hombre que
pueda entregar el cien por cien. Y tú no te mereces un tanto por ciento más bajo.
No sería justo.
Gabriela miró al señor Teodoro, sintiendo que sus ilusiones se esfumaban en aquel instante.
—Tal vez yo me conformara
con ese tanto por ciento —dijo sin importarle
humillarse.
—No serías feliz conmigo —le aseguró, tristemente,
el señor Teodoro—. Hace muchos años di el cien por cien a una mujer y todavía, hoy, su recuerdo me persigue y me
atormenta. No te haré daño a ti, ni a nadie, mientras no consiga olvidarla.
—Envidio a esa mujer —musitó Gabriela, apenada.
El señor Francisco se unió a la pareja y la
conversación varió por completo. El hombre se quejó del cambio de política que parecía que, en breve, iba a suceder en Kavana. La señora Miranda pasó de largo, acompañada por
Hércules y se acercó a la entrada de la pista de tenis. Llamó a Bibiana, la
pequeña se aproximó, y acarició al can.
—Mañana es el Roscón de
Reyes —susurró Estela,
mirando a Nicolás y a Natalia que seguían jugando con el balón. Hércules
corrió, dentro de la pista, sin ser invitado. Su objetivo era capturar el
elemento cilíndrico que tanto se movía—, mañana por la tarde
hablaré con Nico —continuó susurrando Estela—. Tú no le digas nada,
seré yo quien lo haga.
Bibiana asintió, entristecida, y la señora Miranda
se alejó hasta reunirse más arriba, con su hija, con el señor Teodoro y con el
señor Francisco.
A Bibiana se le fueron las ganas de jugar y observó
cómo Hércules peleaba, tenaz, por adueñarse de la pelota. Nicolás se estaba
divirtiendo de lo lindo y a la muchacha se le humedecieron los ojos
contemplando la escena.
“Pobre Nico”, pensó, angustiada. “Mañana vamos a darle un gran disgusto”.
Hércules consiguió apropiarse de la pelota y la
sujetaba, muy fuerte, en su boca. No
pensaba soltarla. Nicolás perseguía al perro y el can lo esquivaba,
entusiasmado. El muchacho logró cazarlo, pero el perro se negaba a entregarle
el balón, y ambos estiraban en sentidos contrarios.
Los adultos miraban, pero ninguno sonreía, pese a lo
cómico de la situación.
La única que se desternillaba de risa era Natalia y
hasta comenzó a llorar de tanto reír.
Págs. 567-574
Este jueves dejo dos canciones en el lateral del blog.
Es 25 de julio y es el cumpleaños de mi hermana... no he encontrado una canción sobre "hermanas"... tendrá que servir "Hermanos" de Pimpinela.
Felicidades y que cumplas muchos, muchos, muchos más
Y para el Clan... "No me vuelvo a enamorar" de Julio Iglesias
Este jueves dejo dos canciones en el lateral del blog.
Es 25 de julio y es el cumpleaños de mi hermana... no he encontrado una canción sobre "hermanas"... tendrá que servir "Hermanos" de Pimpinela.
Felicidades y que cumplas muchos, muchos, muchos más
Y para el Clan... "No me vuelvo a enamorar" de Julio Iglesias