CAPÍTULO 27
NICOLÁS DESOBEDECE
A
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las cuatro en punto, los
adultos estaban preparados para acudir al funeral del señor Jeremías.
Patricia y Bibiana veían
una película navideña; Nicolás y Natalia permanecían sentados en diferentes
sofás con caras hurañas y hostiles.
—Nat, recuerda que no puedes salir, al igual
que tu primo, hasta que regresemos —dijo Elisa a su sobrina.
La niña
frunció el ceño, muy enfadada.
—Nico, mantente calladito. No quiero
que discutas con tu prima en cuanto nos vayamos —le advirtió el señor Teodoro.
La señora Emilia
se acercó al chiquillo y le dio un sonoro beso en una mejilla.
—No pongas esa carita —lo animó—.
Volveremos pronto y, entonces, podrás salir. Pórtate bien.
Los mayores
se marcharon del salón, y en cuanto Nicolás estuvo seguro de que ya se habían ido de la villa, se levantó y saltó sobre Natalia. La cogió de una de muñeca y la obligó a
entrar en el despacho del señor Teodoro. Cerró la puerta dando un fuerte portazo.
—¿Se puede saber qué te pasa? —le gritó,
excitado.
La niña miró a
su primo con sus ojos almendrados, llorosos.
—Te has empeñado en que Blas me
castigue y no has parado hasta conseguirlo. ¿Por qué?
—Yo sólo quería protegerte —contestó
Natalia con voz quebrada—. Además, yo también estoy castigada, y tú te has
castigado solito por hablar más de la cuenta.
Los dos
muchachos se hallaban de pie, uno frente al otro, cerca de la mesa del señor
Teodoro.
—Me alegro mucho de que estés
castigada —declaró Nicolás, colérico—, es lo menos que te mereces. ¿Se puede saber de qué quieres protegerme?
—De Salvador —afirmó su prima sin dudar.
El chico no
esperaba una respuesta semejante; se quedó callado durante unos instantes mirando a Natalia, fijamente.
—Te dije que no fueras a casa de
Estela sin mí —recriminó a la niña—. ¡No
has hecho ni caso! ¿Qué ha pasado
en casa de Estela? ¿Os ha amenazado ese individuo?
La chiquilla
hizo un movimiento negativo con la cabeza.
—Sólo hemos visto a Estela. Él no
estaba —aseguró, nerviosa.
Nicolás se
dirigió a la silla de su tutor y se sentó. Natalia tomó asiento al otro lado de la
mesa, en una silla de piel negra. El chiquillo observó el escritorio; los objetos, dispuestos sobre él, estaban muy ordenados. De pronto, sus ojos se detuvieron en un
marco. Blas tenía sobre su mesa una foto suya. Había estado muchas veces en ese
despacho y nunca había reparado en aquel detalle. Recordó el álbum de fotos que encontró cuando limpiaba las
estanterías.
—¿En qué piensas? —indagó Natalia, notando
a su primo muy reflexivo.
Nicolás
abandonó su meditación y volvió a encararse con la muchachita.
—¡En
que eres tonta, Nat! —declaró
con firmeza— ¡Ese Salvador no puede hacerme ningún daño! ¡Soy más fuerte que él! Si ayer me pegó fue porque me atacó por la espalda, usando una cadena muy
gorda. Intenté levantarme del suelo, pero no pude. Hércules me ayudó.
“Hércules”,
pensó Natalia, “Y ahora el pobrecito está
herido y sin comer ni beber. Si le ocurre algo al perro, Nico nunca me
perdonará no habérselo dicho”
—Esta mañana también hemos visto a
Hércules —comenzó a decir, insegura.
Nicolás la
miró, muy atento.
—Hércules está herido —siguió diciendo
Natalia con miedo—. Tampoco tenía comida ni agua.
—¿Por qué Gabriela no lo atiende? —indagó
el chiquillo, extrañado.
—Está muy ocupada cuidando de Estela —mintió
la niña. Temía que si le decía la verdad a su primo, éste saliera en busca de
Salvador—. Gabriela tampoco se encuentra muy bien, creo que se ha contagiado.
Nicolás se
levantó de la silla.
—Voy a ir a curar a Hércules —dijo,
decidido—. También le llevaré comida y agua.
Natalia se sobresaltó de inmediato.
—¿Te has vuelto loco? —preguntó—
Blas te ha castigado. Se
enfadará mucho si lo desobedeces y sales.
—Tengo tiempo de sobra antes de que
vuelva —respondió el muchacho—. Y es mejor que lo haga ahora, que él no
está. Me prohibió ir a casa de Estela y si me ve entrar en su terraza, me mata.
Hércules me ayudó y yo tengo que ayudarlo a él.
—Espera un momento —dijo Natalia,
preocupada—. Tengo que distraer a Paddy. Si se da cuenta de que sales, es muy
capaz de contárselo a Blas.
Nicolás
suspiró, fastidiado.
—Tienes razón —admitió—. Esa chica
está chiflada. Distráela, y me iré.
Los dos primos
salieron del despacho; Patricia y Bibiana los observaron con curiosidad.
—¿Ya habéis terminado de discutir? —indagó
Patricia.
—Sí —sonrió Natalia, haciendo un sublime esfuerzo—. Creo que voy a aburrirme como una ostra. Oye, Paddy, ¿no te apetece
probarte modelitos míos? También puedo maquillarte. Elisa tiene pinturas muy
buenas. Parecerás una reina esta noche. Blas se quedará atontado cuando te vea.
A Patricia se
le iluminaron sus ojos negros. Ésa era
una idea estupenda.
—Elisa se va a arrepentir de haberme
castigado —siguió diciendo Natalia para disimular—. Blas se dará cuenta de que
tú eres mucho más guapa que ella.
No hizo falta
hablar más; Patricia, muy emocionada, salió del salón con Natalia dejando
solos a Nicolás y a Bibiana.
Las luces del
abeto se reflejaban en el cabello dorado de la muchacha, dándole diferentes y atractivas tonalidades.
—Bibi, voy a
salir a curar a Hércules —le confió Nicolás—. Por favor, no vayas a delatarme.
—Claro que no voy a delatarte —le
aseguró Bibiana. Sus ojos verdes eran sinceros.
—Gracias —murmuró el chaval.
—Nico, deja que te acompañe.
—No es necesario.
—Por favor.
—Está bien —aceptó Nicolás.
El muchacho cogió el botiquín del cuarto de baño; en la cocina buscó una fiambrera que
llenó de carne sobrante de las paellas. Por último, se apropió de un cuenco y de una botella de agua de dos litros. Bibiana se encargó de llevar el botiquín, y
ambos muchachos salieron de villa de Luna.
Eran las cinco
menos veinte de la tarde; el sol ya no era el mismo sol intenso de la mañana y
se iba alejando, anhelando esconderse tras las montañas. Hacía mucho frío y los
pinos, altos y quietos, con algún pájaro guarecido entre sus hojas, parecían sus únicos espectadores. Les envolvía un gran
silencio y una sigilosa paz.
Los niños
corrieron por el camino, llegaron a casa de Estela y entraron en la terraza.
Muy cerca del garaje estaba la caseta de Hércules. El can permanecía tumbado,
atado, y con el bozal puesto. Bibiana giró la cabeza y miró los dos coches
aparcados, el rojo era el de Salvador Márquez. Rezó para que el hombre no
apareciera. Nicolás se agachó y acarició, con mucho cariño, la cabeza de
Hércules. El perro abrió los ojos y gimió. El chiquillo le quitó el bozal.
—Dame el botiquín, Bibi—pidió a la
niña.
Ésta se lo entregó.
Nicolás curó las heridas de Hércules de la misma manera
que su tutor había curado su espalda. Cuando acabó, vació la botella de agua en
el cuenco. Hércules comenzó a beber, desaforado. El pobre animal estaba muerto
de sed. El muchacho abrió la fiambrera y el perro devoró la carne.
—Buen chico —sonrió Nicolás. Le dio un
beso en la cabeza y el can le lamió la cara—. Tengo que irme, Hércules. Mañana
volveré, te lo prometo.
Recogió el bozal del suelo, y salieron de la terraza. Nicolás se dirigió a la
alambrada situada en el borde del camino, y arrojó el bozal al barranco.
—Ese asqueroso no se atreverá a
acercarse a Hércules para pegarle, cuando vea que no tiene bozal —dijo el muchacho,
refiriéndose a Salvador.
Bibiana pensó
que aquel chico era el mejor de los chicos. No
podía existir otro igual. A la niña le pareció oír un ruido, que procedía de
detrás de uno de los coches aparcados. Miró, atentamente, el de color verde. Jaime y Julián, los hijos
del señor Francisco y la señora Marina, estaban allí. Los niños se sintieron descubiertos y echaron a correr, muy veloces. Nicolás los vio.
—¡Oh, no! —exclamó, desesperado—Bibi,
vete a casa y deja el botiquín en el cuarto de baño. Si baja Paddy al salón,
dile que estoy en mi habitación. Tengo que alcanzar a esos mocosos, y darles un
buen susto para que no vayan a chivarse a Blas. Si Blas se entera de que he
salido y he venido a la terraza de Estela, me va a pegar, seguro.
La niña lo miró, asustada.
—No va a pegarme con una correa —quiso
tranquilizarla Nicolás, viendo su expresión de miedo—, ya te dije que Blas no hace esas cosas. Pero te atiza unas
palmadas que es imposible sentarte, sin acordarte de él, durante días.
—Ten cuidado, Nico, y vuelve pronto a
casa —le rogó Bibiana.
El muchacho
asintió, y se fue corriendo en busca de Jaime y Julián. Dio la vuelta al recinto
de la piscina y no los vio. Bajó hacia la pista de tenis. ¿Dónde se habían metido aquéllos chiquillos? ¡Tenía que encontrarlos!
Miró su reloj con nerviosismo; eran las cinco y media. De repente, atisbó que
unos arbustos se movían en la parte izquierda de la montaña. ¡Menos mal! Tenían que estar escondidos
detrás de ellos. ¡Ya los tenía atrapados!
En aquel
momento, vio subir por la cuesta a Salvador Márquez, y distinguió que llevaba su
monopatín.¡Su querido monopatín, el mismo que Blas había lanzado al bosque!
Se olvidó de los niños y se dirigió hacia el hombre, cortándole el paso.
Se olvidó de los niños y se dirigió hacia el hombre, cortándole el paso.
Págs. 197-203
¡Huy, va a haber lío gordo!
ResponderEliminarYa me quedo más tranquila sabiendo que el pobre Hércules ha recibido atenciones, pero la cosa no va a traer consigo nada bueno, me temo.
Un abrazo, Mela, hasta el próximo capítulo.
Hola, Nena, encantada de verte!!!
Eliminar¡Ay, pobre Hércules! Pero, sí, Nico lo ha atendido. Me has hecho gracia con el lío gordo. jajajajaja En el próximo capítulo veremos si hay lío o no hay lío (gordo).
Qué pases un buen día, madrugadora!!!
Aix mira que me acabas de dejar a medias jajajajajaj eres un poco mala eh??? jajajajajaja
ResponderEliminarA ver que pasa con el maltratador compulsivo.
Un beso Mela.
jajajajajaj Es que tú quieres saber demasiado, Lidia!!!
EliminarTienes razón, soy un poco mala, no lo puedo evitar.
No tardarás en seguir sabiendo. Un besazo!!!
En cuanto le dices a un niño que no haga algo se le enciende una bombillita y comienza la cuenta atrás... demasiada tentación ¿no crees? De veras, Mela, los críos de tu historia rebosan naturalidad ¿lo sabías?
ResponderEliminar*Por cierto, con mi banner de portada haces que me sienta importante :) Gracias, amiga.
Hola Mere, gracias a ti por tu bonito y cariñoso comentario.
EliminarY que sepas que eres importante, y mucho!!!
Un abrazo fortísimo!!
Huy qué cortito se me ha hecho.
ResponderEliminarSon geniales tus niños, Mela. Me encantan
Besos
Querida Silvia, te estaba esperando!!
EliminarLos capítulos no son largos, pero creo que es buena señal que se te hagan cortitos.
Eso puede significar que tengas ganas de más y eso es magnifico.
Un gran beso!!
Hola Mela! Son estupendos los sentimientos que transmiten estos niños. Nico y Nat formarán muy buena pareja algún día. ¿Y Blas, con quién lo emparejamos?
ResponderEliminarNos vemos en el 30!!
Hola Oskar, te veo con muchas ganas de formar parejas. Ya veremos... todo puede ser.
EliminarNos vemos en el 30!! Y mil gracias por seguir al Clan.
Nico Nico...!! Es bueno querer hacer lo que él ha hecho, porque demuestra su buen corazón, pero de alguna manera está desobedeciendo demasiado y lo que es peor no sé yo si estaría muy tranquila cruzándome con Salvador...
ResponderEliminarEn fin, seré paciente y continuaré con el próximo capítulo a ver qué has hecho, jajaja.
Besos!
Hola FG!! Sí, Nico tiene muy buenos sentimientos y es un crío. ¡Y los críos desobedecen! Desde luego, Nico desobedece bastante.
EliminarTiene muy poco conocimiento y muy poco miedo de encontrarse con Salvador.
La inconsciencia de los pocos años...
Besos!!
Este chaval es un especialista en meterse en lios. Cada uno mayor que el anterior...
ResponderEliminarVa a recibir en la vida del tamaño que quiera...
Creo que por primera vez estoy totalmente de acuerdo contigo, lo has definido muy bien. Nico es especialista en meterse en lios, y cada uno mayor que el anterior.
EliminarEl niño atrae los problemas como un imán atrae los metales.
Feliz domingo!!!
Ten cuidado, a una primera vez le puede suceder una segunda
ResponderEliminarY los vecinos son mala gente...al final acabaran hablando mal de ti....
Dicen que bien o mal, la cuestión es que hablen.
EliminarLas habladurías me traen sin cuidado, quien no se atreve a decir las cosas de frente poco valor tiene lo que dice.
Esto empieza a ponerse tenso otra vez.....
ResponderEliminar¡Que suerte tiene Salvador al encontrar el monopatín!me temo que en el siguiente capitulo se va volver a armar.
Gracias por tanta intriga y dejarnos expectantes.
Besos.
Hola Susana!! Me alegra que estés expectante, a mí también me mantienes muy expectante, esta semana, con tantas historias bellas relacionadas con el amor.
EliminarBesos
Salvador el skater, cuidado XD
ResponderEliminarjajaja Cuidado, cuidado...
EliminarPobre simiopatín. Pronto será leña para el fuego. Más líos para Nico. Ya lo único que falta, es que el muerto resucite, y cuente que ha visto a Nico haciendo alguna travesura. El pobre tiene tanta mala suerte, que no me extrañaría nada que ocurriera.
ResponderEliminarBesitos.
Hola Antonio... desde luego sería el colmo de los colmos que eso ocurriese ;-)
EliminarBesitos
Es lo único bueno de haberme incorporado tarde a tu novela, que puedo seguir leyendo todo lo que quiera sin tener que esperar una semana entera! y es que tienes el don de cortar la historia en el punto más apropiado para mantener en vilo, jaja
ResponderEliminarjajaja... Creo que un día me alcanzarás y tendrás que esperar
EliminarBesos
Tremendo capitulo. Esto es un no parar, muy bien hilada
ResponderEliminarcada secuencia Mikaela. Muy visual en todos los sentidos
y logras atrapar al lector con cada entresijo.
Veremos que pasa con el monopatín, si lo recupera Nico
le dará igual ya que no lo puede usar, le castigaron de por vida
si mal no recuerdo.
Bellos lluviosos desde Madrid.
Hola Cielo... Recuerdas muy bien, tienes buena memoria ;-)
EliminarEs cierto que Nico fue castigado, pero el monopatín sigue siendo suyo... veremos que pasa ;-)
En este momento, me alegro de que esta historia te esté atrapando a ti
Aquí también llueve... Besos lluviosos