CAPÍTULO 26
COMIDA DE NAVIDAD TENSA
B
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las fue al salón y
comenzó a colocar servilletas y vasos sobre la mesa. Patricia se levantó del sofá
con intención de ayudarle. El joven le agradeció su colaboración y la niña
sonrió, encantada.
Como fuera, tenía que ingeniárselas para conquistarlo. Nicolás tenía un padre y, aun así, Blas era su tutor. Quizás, también pudiera ser el tutor de ella. Quizás el joven acabara harto del mal
comportamiento de Nicolás y la prefiriese a ella. Eso sería lo ideal, quitar a
Nicolás de en medio. Tenía que hacerlo con sutileza, sin levantar sospechas.
La muchacha estaba ahíta
de su madre y de sus amantes. Ninguno de aquellos zafios podía osar compararse a Blas Teodoro.
Bibiana se levantó del
sofá para cooperar en poner la mesa. Natalia no se movió de su asiento; aborrecía las tareas domésticas.
Poco después, llegó a
Villa de Luna un exaltado señor Francisco. No vio al señor Teodoro en la cocina y se
precipitó al salón. A pesar del frío exterior venía sofocado y, con un pañuelo, secaba el sudor
de su frente y calva.
—¡Blas!
—gritó—¡Menos mal que te encuentro! ¡Es urgente que hable contigo!
Con sus gritos
sobresaltó al joven, a las niñas, y a Nicolás. Elisa y Emilia,
alarmadas, acudieron al salón.
—¿Qué ocurre, Francisco? —indagó el señor Teodoro—
Intenta serenarte.
—¡No
puedo serenarme! —exclamó el hombre, frenético— Tenía que haberte llamado
esta mañana, pero ya conoces a Marina, sufrió una crisis nerviosa y, por poco,
tenemos que asistir a dos entierros en lugar de a uno.
—¿Cómo qué a un entierro? ¿Qué quieres
decir? —interrogó el señor Teodoro, aturdido.
El señor
Francisco se disponía a responder, pero entonces vio a Nicolás en el rincón, cara a la pared. Asintió con énfasis.
—¡Haces
muy bien en enseñarle disciplina a ese muchacho, Blas! —aprobó—. ¿Qué clase
de fechoría ha hecho ahora?
El chiquillo
aprovechó que estaba de espaldas para esbozar una mueca burlona, en honor al
señor Francisco.
—Olvídate de Nico —se impacientó el señor Teodoro—, y explícame a qué entierro tenemos que ir. ¿Quién se ha muerto?
—Jeremías. Le dio un infarto anoche—expuso
el hombre, nervioso—; a las cuatro y media es la misa y luego tenemos que ir al
cementerio. He pasado por casa de Estela; su hija, Gabriela, dice que continúa
enferma y que no va a poder venir. Ni siquiera me han abierto la puerta. ¡Están locas!
—¡Pobre Jeremías! —exclamó Emilia,
apenada— No somos nadie, hoy estamos aquí y mañana quién sabe.
Luna era un pueblo
muy pequeño y todos sus lugareños se conocían muy bien, y gustaban de mantener buenas relaciones con sus convecinos.
El señor Teodoro miró su
reloj; todavía no eran las dos de la tarde.
—Tranquilo, Francisco —dijo, con calma—,
comeremos y asistiremos
al entierro.
—Muy mal tiene que encontrarse Estela
para no venir —comentó la señora Emilia—, tendré que ir a visitarla.
—¡NO!
—gritó Natalia.
Todos la
miraron, excepto Nicolás, que estaba obligado a observar la pared.
—Bibi y yo hemos ido a verla esta
mañana —contó la niña—; sigue acatarrada y con fiebre. No tiene ganas de visitas;
Gabriela la atiende bien.
Nicolás
resopló, enfadado. Había advertido a su
prima que no fuese a casa de Estela sin que él la acompañara, y no le había
hecho ningún caso. O sea, que Natalia y Bibiana habían estado en casa de Estela
y, posteriormente, estaban muy malhumoradas en la terraza. ¿Qué podía haber pasado
en casa de Estela? ¿Acaso Salvador Márquez se habría metido con ellas?
Nicolás sacó
las manos de los bolsillos y se cruzó de brazos. Estaba cansado de permanecer
en aquella postura. El señor Francisco se tomó un vaso de agua
que le entregó Elisa, y se marchó tan arrebatado como había llegado. Blas
Teodoro trajo una paella que ubicó sobre la mesa, luego trajo la siguiente.
—Nico, ve a lavarte las manos y ven a
comer —ordenó al chiquillo.
El muchacho se
sintió aliviado, estaba agotado de mirar hacia la pared o al suelo. Su tutor se
sentó a la cabecera de la mesa; Patricia iba a sentarse a su lado, pero el señor
Teodoro le indicó que lo hiciera en la siguiente silla. Quería tener a Nicolás
cerca de él. La niña obedeció, sumisa, aunque interiormente echaba pestes
contra el chaval.
—Podéis comenzar a serviros —dijo la señora Emilia a las niñas.
Cuando Nicolás
regresó al salón, vio que quedaba un sitio vacante junto a su tutor. Entendió
que tenía que sentarse allí, y no le hizo ninguna gracia. Patricia terminó de
poner arroz en su plato y le pasó la espátula metálica. El señor Teodoro se la quitó al punto, y se encargó de ponerle su ración de paella. El
muchacho se rebeló de inmediato.
—Las chicas se han puesto la cantidad
de comida que han querido. ¿Por qué no puedo yo hacer lo mismo? —protestó.
El señor
Teodoro lo miró de un modo que daba a entender que el horno no estaba para
bollos.
—Está bien, no he dicho nada. Pon lo
que quieras —rectificó Nicolás.
—Te he puesto poca verdura —le dijo
Blas—, no empieces a apartarla y cómetela toda. Cómete también la carne y no
quiero ver un grano de arroz en tu plato.
—No le has puesto ninguna gamba —indicó Patricia.
—A Nico no le gustan —declaró el señor
Teodoro.
—Pues a mí me encantan —aseguró la
chiquilla— y también me gustan las pelotas, en nuestra paella no había.
—A Nico y a Nat no les gustan —explicó
Emilia—; no sé porqué pensamos que, a Bibi y a ti, tampoco os gustarían. Toma
media de la mía.
Patricia
aceptó, pero hubiese preferido que el ofrecimiento viniese de Blas.
—¿Quieres tú también, media pelota? —preguntó
Elisa a Bibiana.
La pequeña
contestó que no.
—¿Quieres, tú,
un trocito? —preguntó el señor Teodoro a Nicolás.
—¡No!
—respondió el niño, con brusquedad.
Su tutor le dio tres golpecitos suaves en su hombro derecho.
—No me hables en ese tono —le avisó.
—Blas, ten las manos quietecitas o el
niño se sentará a mi lado —le advirtió su madre.
Nicolás miró a
Emilia y le guiñó un ojo, la mujer sonrió y le devolvió el guiño. El señor Teodoro se dio
cuenta del intercambio de guiños, pero no dijo absolutamente nada. Elisa cogió
el mando de la tele y la puso en marcha. Un periodista estaba dando noticias y,
casualmente, habló sobre el asesinato de una mujer. Su ex marido, que tenía
orden de alejamiento, la había apuñalado. Natalia y Bibiana se miraron,
inquietas.
—¡Eso es abominable! —exclamó Natalia,
cuyo semblante había palidecido— ¿Por qué ocurren esas cosas, Blas?
El señor
Teodoro quedó sorprendido ante la pregunta de la niña.
—Verás, Nat—comenzó a contestar—, en
el mundo hay gente buena y gente mala. Esa clase de hombres son malos, suelen
maltratar a sus mujeres y, muchas veces, terminan matándolas.
Elisa apagó la
televisión. No era un día apropiado para semejantes noticias.
—Generalmente, esas mujeres tienen
miedo —siguió hablando el señor Teodoro—. Hay que vencer el miedo porque el miedo paraliza
e imposibilita. No es más valiente quien no tiene miedo, es más valiente quien
tiene miedo y lo vence. Ante el primer insulto o ante la primera bofetada, esas
mujeres deberían abandonar de inmediato a esos hombres.
—O darles con
una sartén en la cabezota —apuntó Nicolás—. O avisar a un amigo o a un
familiar para que les dé una gran paliza a esos cobardes.
—¡Bueno, ya está bien! —atajó la
señora Emilia— No me gusta este tipo de conversación. Es muy desagradable y
estamos celebrando el día de Navidad.
—Blas, deberías castigar esta tarde a
Nico sin salir de casa —manifestó Natalia dando un giro completo a la tertulia—.
Me ha hecho daño en el brazo.
—¡Yo
no te he hecho nada! —se defendió el chiquillo, crispado— Sólo te he
sujetado porque estabas histérica.
—Nat, no me parece bien lo que estás
diciendo —se enfadó Elisa.
—Por ese motivo ya he castigado a Nico
—declaró el señor Teodoro—, lo he tenido un buen rato cara a la pared. Tendrás
que darme otro motivo para castigarlo.
Nicolás se
removió en la silla, indignado.
—¡Puedes
inventarte lo que quieras! —gritó a su prima— ¡Yo voy a salir, diga Blas lo
que diga!
El señor
Teodoro miró al niño, mientras asentía con la cabeza.
—¿Qué has dicho? —le preguntó con sosiego— Repite lo que has dicho.
Nicolás no
miró a su tutor y fue consciente de que había metido la pata hasta el fondo.
—No he dicho nada —murmuró—. Bueno... sí
he dicho, pero no quería decir eso.
—Ahora no saldrás hasta que yo regrese
del entierro, por chulito —resolvió el hombre.
—Tu primo no saldrá, pero tú tampoco —dijo
Elisa a Natalia,
enojada.
Nicolás se
levantó de su silla, hecho una furia. El señor Teodoro le ordenó volver a
sentarse hasta que terminara de comer. El niño obedeció, sintiéndose fatal.
Bibiana era la única que comprendía la actitud de Natalia. Estaba
claro que pretendía impedir que Nicolás se encontrara con Salvador.
Patricia
alucinaba con esta familia y envidiaba mortalmente a Nicolás y a Natalia; ninguno de los dos sabía lo que era tener
problemas de verdad.
Nadie volvió a
hablar; todos terminaron de comer en silencio. Y Nicolás tenía cara de muy
pocos amigos.
Págs. 189-195
En la comida de Navidad, nos asaltan esos sentimientos encontrados... Qué lástima, que coincida con la muerte, pero así es la vida, cara y cruz ciertamente. Has descrito muy bien, Mela, todo el ambiente :) Un beso
ResponderEliminarUn beso a ti, Mere, y muchas gracias por comentar. ¡Me gusta muchísimo leer vuestras impresiones! Un abrazo.
EliminarYo me lo paso bomba Mela jajajajaj esos críos son la mar de espabilados y la trama en cuestión me gusta muchísimo. Nunca pensé que una novela de este tipo más juvenil me gustara tanto !!!!
ResponderEliminarUn beso.
Hola Lidia!! ¡Cuánto me he reído con tu comentario! Me alegra y me emociona que te lo pases tan bien. La mayor satisfacción de un autor es sentir que los lectores disfrutan con su obra. Cierra los ojos y notarás cómo te mando un beso.
EliminarChica pues me he tenido que reir!!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el ritmo de este último capítulo
Besos
Hola Silvia!! Me alegra que te rías y que te haya gustado el ritmo. Hasta el próximo capítulo, muchos besos.
EliminarBueno, pues aquí estoy, por fin!!!
ResponderEliminarEl sr. Francisco para que lo aten, la comida de navidad agitada.
Blas me sigue pareciendo excesivo.
El capítulo me ha entretenido. ¡Cada loco con su tema!
Veremos qué nos espera a continuación.
Un besote, Mela
Querida Nena, ya me has cazado!! Ahora sí que voy a tomarme la tila.
Eliminar¡Qué gracia me has hecho con el señor Francisco!
Quiero que sepas que para mí ha sido un honor colocar tu banner al principio del capítulo. Otro besote para ti.
¡Uffffffffffff! Leyendo como una posesa y se me olvida darte las gracias, ¡menuda desagradecida!
EliminarPor supuesto, lo he visto y me ha encantado, además te lo agradezco de corazón.
Un beso apretujado.
¿Leyendo como una posesa? ¡Eso me gusta!
EliminarNo tienes nada qué agradecerme; lo he puesto porque considero que es un blog excelente. Un abrazo.
acabo de legar aquí, tengo que busscar el capitulo 1, creo que me voy a enganchar, tiene muy buena pinta.
ResponderEliminarRaquel
http://raqueljimenezbisuteria.blogspot.com.es/
Hola Raquel, me encantaría que te engancharas. Muy bienvenida!!
EliminarLa alegría de una celebración que no siempre es lo que una espera, en ese caso por las riñas de los niños, el ambiente de todos en general pero cuando además se adereza con un entierro pues menuda comida navideña!! Por un lado entiendo a Natalia queriendo que su primo ni asome la nariz a la calle por culpa del marido de Gabriela, pero pobre Nico!!!
ResponderEliminarBueno!! Esperemos que todo ese ambiente se vaya despejando poco a poco.
Besitos!
Hola,FG!! La verdad es que se trata de una comida navideña un tanto tensa. Pero es que Natalia no quiere que Nico se encuentre con el dichoso Salvador.
EliminarCreo que va a tardar un poco en despejar pero ésta es la historia...
Besitos, linda!!
Y luego se extrañaran de que el niño odie el pueblo...
ResponderEliminarEl niño no odia el pueblo, Kikas, casi siempre es muy complicado ser el adulto.
EliminarBlas también prefiere que Nico no salga en su ausencia, tiene la mosca detrás de la oreja.
Besos
Menudos días más tensos que están pasando todos y parecía que tendrían unas vacaciones alegres...
ResponderEliminarMe está encantando.
Muchos besos
Y yo me alegro de que te encante.
EliminarMuchos besos, guapa!!!
¡Hola Mela! Bueno la verdad que me da mucha pena Nicolás. Debe ser que soy madre consetidora jajaja. Pero claro supongo que la época no es la misma que ahora. El respeto debe estar siempre, ovbio. Aunque a veces me parece muy duro Blas.
ResponderEliminarEn cuanto a la cena en sí, casi siempre pasan ciertos temas que desatan discusiones.
Muy buen capi guapa, te sigo leyendo. Un beso grande
Hola, Lou, me alegra verte.
ResponderEliminarSí que estamos en esta época, pero en Kavana y con dictadura.
Muchas veces, tienes razón, se discute más que nunca durante las comidas o cenas.
Debe ser que comer nos solivianta. jajaja
El viernes o como muy tarde el lunes empiezo a leerte. Creo que escribes de maravilla.
Un beso muy grande para ti.
No es por nada pero si yo fuera Nico, estaría ya hasta los mismísimos huevos XD todo el día castigado para arriba y para abajo. Qué pesados madre mía T_T
ResponderEliminarEstoy segura que así sería... pero tú no eres Nico ;-)
ResponderEliminarA Nico se le olvidan muy pronto los castigos y continua a la suya.
Y hace bien XDDDD
EliminarSeguro que sí. Cada uno es como es...
EliminarMenudo gallinero. El chaval, castigado cada poco tiempo. Resulta extraño que a Blas no se le escape la mano, y tire a Nico al suelo, de un "tapabocas". La madre de Blas la veo demasiado pasiva. Me extraña que o no sea más enérgica para frenarle los pies a su hijo, o se una a la fiesta del reparto de tortas.
ResponderEliminarBesitos.
jajaja... ¡Menudo gallinero!
EliminarBlas nunca haría eso, sabe medir y contener su fuerza.
Ya veremos que pasa con Emilia Sales...
Besitos
Esos genios tan vivos es lo que tienen, saltan a la primera de cambio y más siendo adolescentes...¡¡¡que no falte la paciencia!!!
ResponderEliminarLo que me ha hecho gracia es leer lo de las pelotas en la paella, mi suegra (que es de Denia) las preparaba en el cocido, están muy ricas.
Un beso.
Aquí es costumbre el día de Navidad comer paella con pelotas... pero lo cierto es que a mí no me terminan de convencer
EliminarY sí, María, la paciencia es muy importante
Un beso
Me encanta la paella y el arroz incluso solo.
ResponderEliminarHay momentos que todos están crispados y saltan
hasta con un silbido. Supongo que tanto por dentro
y por lo que sucede fuera viven de ese modo
menudas vacaciones llevan de relax, jajajaja.
Creo que hasta yo me he crispado!
te dejo un beso sereno, quieto y apacible
para calmar este drama.
Hola Cielo... a mí también me gusta la paella, y eso es lo que voy a comer hoy ;-)
EliminarLamento que tú también te hayas crispado, tendrás que tomar tila antes de leer ;-)
Gracias... no está mal ese beso
Te dejo el mismo tipo de beso