CAPÍTULO 22
LA VERSIÓN DE SALVADOR MÁRQUEZ
S
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alvador Márquez asintió,
humedeciéndose sus labios resecos con la lengua.
—Le juro que ha sido un accidente —repitió con voz quebrada—. Cálmese y se lo explicaré todo.
—Le estoy escuchando —dijo el señor Teodoro, displicentemente.
Las luces del árbol y del Belén, y las llamaradas que creaba el fuego de la chimenea proseguían su danza alegre, desentendiéndose del mal ambiente que como sombra negra y amenazante se propagaba por la estancia.
Las luces del árbol y del Belén, y las llamaradas que creaba el fuego de la chimenea proseguían su danza alegre, desentendiéndose del mal ambiente que como sombra negra y amenazante se propagaba por la estancia.
El marido de
Gabriela carraspeó para aclarar la aspereza de su garganta.
—Verá —comenzó a decir—, su hijo vino
a casa de mi suegra y se llevó al perro sin decirnos nada.
Era obvio que el señor Márquez creía que
Nicolás era hijo de Blas y nadie se molestó en sacarlo de su error.
El señor
Teodoro supo que el hombre mentía; en la hoja que había leído estaba escrito muy claro,
que era Hércules quien había acudido a la terraza por sí solo.
—Ese perro es un rottweiler—continuó
Salvador—. Debe usted comprender que se trata de una raza muy peligrosa. Me vi
en la obligación de ir a buscar al animal; llevé un bozal y se lo puse.
El hombre
volvía a mentir, en la hoja estaba escrito que fue Nicolás quien puso el bozal al perro. El señor Teodoro no interrumpía al señor Márquez, pero le miraba como si deseara
taladrarlo.
—Me fui con el
perro —siguió explicando Salvador, adquiriendo confianza—. Su hijo debió
cabrearse. Los chicos, a su edad, son muy rebeldes. Todos hemos sido mozos y lo
sabemos. Cuando estaba cerca de casa de Estela, el chiquillo me atacó por la
espalda, me empujó violentamente y, gracias
a la alambrada, no me despeñé por el barranco. Su hijo es un menor y un imberbe
pero, debe usted admitir, que tiene muchísima fuerza. Su chico le quitó el
bozal al perro y lo azuzó en mi contra. El perrazo se me echó encima, enloquecí
de terror. ¡Vea usted mismo las raspaduras que tengo en la cara!
Llevaba una
cadena en la mano, loco de pánico, cerré los ojos y di cadenazos a diestra y siniestra. En
ningún momento me di cuenta de que había herido al muchacho. Gracias a Dios o a Satanás, llegó Gabriela y pudo controlar al perro. ¡Le digo que su hijo estuvo a punto de
matarme!
Tras su discurso, repleto de falacias, Salvador Márquez guardó silencio. El señor Teodoro seguía mirándole fija y glacialmente. La narración de los acontecimientos que el hombre había hecho, no le cuadraban en absoluto. Ese individuo le había mentido al principio de su relato y, seguramente, también en el final. Era una lástima que Jaime y Julián no hubiesen visto por qué Nicolás salió detrás del señor Márquez y lo empujó. Los niños tampoco habían hecho alusión al hecho de que Nicolás le quitara el bozal a Hércules.
—¿Por qué no vino a contarme lo sucedido nada más ocurrió? —interrogó el señor Teodoro, recelando.
Salvador Márquez volvió a carraspear.
—Su hijo me dijo que estaba castigado y que tenía prohibido salir de la terraza. Me pidió perdón y me rogó que no le contara nada. No quise estropearle la Nochebuena al chaval.
—¡Vaya! —exclamó el señor Teodoro con virulenta calma—. Es usted muy considerado. Dice que mi hijo estuvo a punto de matarle, usted estuvo a punto de matarlo a él. Sin embargo, no quiso estropearle la noche.
El señor Teodoro miró a Nicolás, y percibió que el niño observaba a Salvador Márquez con una mirada llena de resentimiento. Si lo que ese hombre había contado fuese verdad, el chiquillo estaría con la cabeza muy agachada y totalmente encogido, sintiéndose avergonzado y atemorizado. La actitud de Nicolás fue determinante para cerciorarse de que el esposo de Gabriela mentía.
—Bueno, yo creo que está todo aclarado —habló el señor Francisco—. Desde que vi a esa fiera negra, supe que tendríamos problemas en la urbanización. Ese perro es muy peligroso y Nico, un temerario. Debes reconocer, Blas, que la culpa de todo la ha tenido el chico, por violento.
El señor Teodoro continuaba mirando a Nicolás.
—¿Las cosas han ocurrido tal y como las ha contado el señor Márquez? —le preguntó serio, pero con serenidad.
El jovencito asintió sin mirar a su tutor.
—Pues entonces, pídele disculpas —exigió el señor Teodoro, derrotado.
Nicolás miró a Salvador, con rencor, y seguidamente se negó rotundamente.
—O sea: has empujado a este hombre, le has echado el perro encima y no quieres disculparte —enumeró el señor Teodoro.
Se produjo un breve y tenso silencio.
—Puedes hacer conmigo lo que quieras, pero no voy a disculparme —dijo el chiquillo, mirando a su tutor con valentía. No estaba dispuesto a excusarse con semejante cerdo.
—¡Esto es el colmo! —exclamó el señor Francisco, furioso—. ¡Este mocoso te está desafiando, Blas! ¡Y gracias al Cielo que estás tú aquí! De lo contrario, este bribón sería capaz de atacarnos a todos. ¡Este muchacho es un auténtico peligro!
—Vete a la cama de inmediato, Nico —ordenó el señor Teodoro, tajante.
El niño se levantó del sofá. Para salir del salón tenía que cruzar por el lado de su tutor. El chiquillo pensó que iba a recibir un tremendo cachete, pero Blas lo dejó pasar sin moverse de su sitio. La señora Emilia sintió un gran alivio cuando Nicolás se fue. Natalia y Bibiana también se aliviaron ya que habían temido que el señor Teodoro perdiese el norte y pegase al crío.
—No creo nada de lo que usted ha contado —manifestó Natalia, orientando su mirada hacia Salvador—. Conozco muy bien a mi primo y él…
—¡Tú, cállate, mocosa descarada! —obstaculizó el señor Francisco, muy nervioso.
Sin embargo al señor Teodoro le ocurría lo mismo que a la niña, no creía la versión dada por el marido de Gabriela.
—Es extraño que Nico le quitara el bozal a Hércules—opinó, mirando a Salvador—, y que el perro no le mordiera. También es extraño que si le estaba echando el perro encima, estuviera de espaldas a usted. Todos los golpes que usted le dio al niño, fueron a parar a su espalda. ¿Sabe usted que podría haber matado al chiquillo?—. La voz del señor Teodoro se endureció.
—Ya le he dicho que todo fue un fatal accidente—declaró Salvador, con cara sudorosa—. Todo pasó muy deprisa.
Al señor Teodoro y al señor Márquez les separaba la mesa alargada. Blas extendió su brazo derecho; Salvador retrocedió pero, aún así, uno de los dedos de Blas rozó su gran nariz (simplemente la rozó) y ésta comenzó a sangrar. El marido de Gabriela cogió una servilleta para taponar la hemorragia. El señor Francisco estaba atónito sin saber qué hacer o qué decir. Su esposa, Marina, creyó que iba a desmayarse.
—Disculpe —dijo el señor Teodoro, mordaz—. Esto también ha sido un accidente. Me pareció ver una mosca en su nariz, y si no quiere que vea más moscas y sufrir más accidentes, váyase de esta casa cuanto antes.
Salvador Márquez asintió, presto a marcharse.
—¡Un momento! —gritó el señor Teodoro, paralizándole—. No vuelva a acercarse a Nico. Si lo veo cerca del niño, lo mato —le amenazó con verdadera furia.
Salvador Márquez volvió a asentir y salió, precipitadamente, de la estancia. Gabriela se levantó de su silla, dispuesta a seguirlo.
—Siento lo ocurrido —le dijo el señor Teodoro.
Tras su discurso, repleto de falacias, Salvador Márquez guardó silencio. El señor Teodoro seguía mirándole fija y glacialmente. La narración de los acontecimientos que el hombre había hecho, no le cuadraban en absoluto. Ese individuo le había mentido al principio de su relato y, seguramente, también en el final. Era una lástima que Jaime y Julián no hubiesen visto por qué Nicolás salió detrás del señor Márquez y lo empujó. Los niños tampoco habían hecho alusión al hecho de que Nicolás le quitara el bozal a Hércules.
—¿Por qué no vino a contarme lo sucedido nada más ocurrió? —interrogó el señor Teodoro, recelando.
Salvador Márquez volvió a carraspear.
—Su hijo me dijo que estaba castigado y que tenía prohibido salir de la terraza. Me pidió perdón y me rogó que no le contara nada. No quise estropearle la Nochebuena al chaval.
—¡Vaya! —exclamó el señor Teodoro con virulenta calma—. Es usted muy considerado. Dice que mi hijo estuvo a punto de matarle, usted estuvo a punto de matarlo a él. Sin embargo, no quiso estropearle la noche.
El señor Teodoro miró a Nicolás, y percibió que el niño observaba a Salvador Márquez con una mirada llena de resentimiento. Si lo que ese hombre había contado fuese verdad, el chiquillo estaría con la cabeza muy agachada y totalmente encogido, sintiéndose avergonzado y atemorizado. La actitud de Nicolás fue determinante para cerciorarse de que el esposo de Gabriela mentía.
—Bueno, yo creo que está todo aclarado —habló el señor Francisco—. Desde que vi a esa fiera negra, supe que tendríamos problemas en la urbanización. Ese perro es muy peligroso y Nico, un temerario. Debes reconocer, Blas, que la culpa de todo la ha tenido el chico, por violento.
El señor Teodoro continuaba mirando a Nicolás.
—¿Las cosas han ocurrido tal y como las ha contado el señor Márquez? —le preguntó serio, pero con serenidad.
El jovencito asintió sin mirar a su tutor.
—Pues entonces, pídele disculpas —exigió el señor Teodoro, derrotado.
Nicolás miró a Salvador, con rencor, y seguidamente se negó rotundamente.
—O sea: has empujado a este hombre, le has echado el perro encima y no quieres disculparte —enumeró el señor Teodoro.
Se produjo un breve y tenso silencio.
—Puedes hacer conmigo lo que quieras, pero no voy a disculparme —dijo el chiquillo, mirando a su tutor con valentía. No estaba dispuesto a excusarse con semejante cerdo.
—¡Esto es el colmo! —exclamó el señor Francisco, furioso—. ¡Este mocoso te está desafiando, Blas! ¡Y gracias al Cielo que estás tú aquí! De lo contrario, este bribón sería capaz de atacarnos a todos. ¡Este muchacho es un auténtico peligro!
—Vete a la cama de inmediato, Nico —ordenó el señor Teodoro, tajante.
El niño se levantó del sofá. Para salir del salón tenía que cruzar por el lado de su tutor. El chiquillo pensó que iba a recibir un tremendo cachete, pero Blas lo dejó pasar sin moverse de su sitio. La señora Emilia sintió un gran alivio cuando Nicolás se fue. Natalia y Bibiana también se aliviaron ya que habían temido que el señor Teodoro perdiese el norte y pegase al crío.
—No creo nada de lo que usted ha contado —manifestó Natalia, orientando su mirada hacia Salvador—. Conozco muy bien a mi primo y él…
—¡Tú, cállate, mocosa descarada! —obstaculizó el señor Francisco, muy nervioso.
Sin embargo al señor Teodoro le ocurría lo mismo que a la niña, no creía la versión dada por el marido de Gabriela.
—Es extraño que Nico le quitara el bozal a Hércules—opinó, mirando a Salvador—, y que el perro no le mordiera. También es extraño que si le estaba echando el perro encima, estuviera de espaldas a usted. Todos los golpes que usted le dio al niño, fueron a parar a su espalda. ¿Sabe usted que podría haber matado al chiquillo?—. La voz del señor Teodoro se endureció.
—Ya le he dicho que todo fue un fatal accidente—declaró Salvador, con cara sudorosa—. Todo pasó muy deprisa.
Al señor Teodoro y al señor Márquez les separaba la mesa alargada. Blas extendió su brazo derecho; Salvador retrocedió pero, aún así, uno de los dedos de Blas rozó su gran nariz (simplemente la rozó) y ésta comenzó a sangrar. El marido de Gabriela cogió una servilleta para taponar la hemorragia. El señor Francisco estaba atónito sin saber qué hacer o qué decir. Su esposa, Marina, creyó que iba a desmayarse.
—Disculpe —dijo el señor Teodoro, mordaz—. Esto también ha sido un accidente. Me pareció ver una mosca en su nariz, y si no quiere que vea más moscas y sufrir más accidentes, váyase de esta casa cuanto antes.
Salvador Márquez asintió, presto a marcharse.
—¡Un momento! —gritó el señor Teodoro, paralizándole—. No vuelva a acercarse a Nico. Si lo veo cerca del niño, lo mato —le amenazó con verdadera furia.
Salvador Márquez volvió a asentir y salió, precipitadamente, de la estancia. Gabriela se levantó de su silla, dispuesta a seguirlo.
—Siento lo ocurrido —le dijo el señor Teodoro.
—Yo también estoy muy apenada —declaró
la joven, sintiendo vergüenza ajena. Su
esposo se había comportado como el gran cobarde que era—. Salvador se irá el día veintiséis, no te preocupes por nada.
Tras decir esto, la
mujer se marchó. Blas se quedó meditabundo. Nicolás
le había dicho que le contaría quién le había pegado, pasado mañana, y Gabriela le acababa de decir
que Salvador se iría en un par de días. Aquello debía tener relación; de alguna
forma el señor Márquez tuvo que intimidar al niño para que no hablara antes de
que él se fuera.
El señor Teodoro entró en
su despacho y salió poco después, entregando a Jaime y a Julián un billete de
cien dívares, respectivamente.
—Os lo habéis ganado —les sonrió—.
Habéis hecho un buen trabajo. Es un regalo que les hago a tus hijos por ser
Nochebuena —agregó levantando la voz, y mirando al padre de los niños.
—Ah, gracias, Blas —agradeció el señor
Francisco—. Eres muy generoso y lamento, de verdad, que esta noche haya sido
tan complicada. Aun así te diré, que pienso que debes controlar más a Nico; ese crío…
—No sigas, Francisco —le interrumpió el señor Teodoro, molesto—. Estoy convencido de que Salvador Márquez me ha mentido. Si
llega a dar con la cadena en la cabeza del niño, podría haberlo matado.
También podría haberle roto una vértebra. Ese hombre es un salvaje sin
escrúpulos y tiene suerte de ser el marido de Gabriela y el yerno de Estela. De
lo contrario, le hubiese dado una gran paliza.
El señor
Francisco no replicó y empezó a rumiar que quizás su vecino tuviese razón. Todo aquello resultaba muy raro.
—Vosotros, no os acerquéis a ese tipo,
por si acaso —recomendó a sus dos
hijos—. Y esperemos que sea cierto que se va pasado mañana. Bueno, en
realidad, mañana. Son más de las doce, ya es día veinticinco. Tampoco comprendo qué hace
Gabriela casada con ese individuo —meditó con cierto asombro—. No hacen buena
pareja, no pegan ni con cola. Gabriela es una mujer guapa a pesar de llevar el pelo tan corto y casi no maquillarse. Y Estela
no ha venido esta noche, ¿será cierto que tiene fiebre?
Patricia, que cada vez le gustaba más el señor Teodoro, decidió ganar puntos a su favor. Se atusó su rizada melena morena y se acercó al hombre.
Patricia, que cada vez le gustaba más el señor Teodoro, decidió ganar puntos a su favor. Se atusó su rizada melena morena y se acercó al hombre.
—Nico nos ha dicho que le prometió a Gabriela no contar nada —manifestó, muy satisfecha.
El señor Teodoro miró
atentamente a la niña; su furia interna era infinita.
—Está claro que ese hombre agredió al
niño —aseguró, con rabia—. Más le vale irse el día veintiséis o, yo mismo, lo
echaré a patadas de nuestra urbanización. Y Nico va a estar castigado si no me
cuenta lo que pasó en realidad.
—Eres idiota —insultó en voz baja,
Natalia a Patricia—. ¿No puedes tener la boquita cerrada?
La niña se
levantó y, sin despedirse de nadie, salió del salón encaminándose a la
habitación de su primo.
Quería verlo, quería acompañarlo, estar cercana a él. Odiaba a Salvador Márquez y detestaría a cualquier ser capaz de causarle algún daño a Nico.
Subió con premura la enmoquetada escalera ansiando llegar junto al muchacho que adoraba en silencio. Y Natalia Rey sabía que Nicolás Rey, también la adoraba en silencio. Todavía eran muy jóvenes, de aquí a unos años estarían juntos. Y que el mundo entero temblase si urdían separarles por el nimio de ser primos.
Quería verlo, quería acompañarlo, estar cercana a él. Odiaba a Salvador Márquez y detestaría a cualquier ser capaz de causarle algún daño a Nico.
Subió con premura la enmoquetada escalera ansiando llegar junto al muchacho que adoraba en silencio. Y Natalia Rey sabía que Nicolás Rey, también la adoraba en silencio. Todavía eran muy jóvenes, de aquí a unos años estarían juntos. Y que el mundo entero temblase si urdían separarles por el nimio de ser primos.
Págs. 157-163
Gracias Mela, me ha hecho mucha ilusión ver mi banner lo primero de todo!!!! Gracias. El libro me tiene enganchada, a mí y a otras seguidoras por lo que voy viendo!!!!!!!
ResponderEliminarUn beso con cariño y feliz sábado.
Hola Lidia, feliz sábado y domingo!! Sueño con que mi libro te mantenga enganchada hasta el final. Me alegra que te haya hecho ilusión ver tu banner, de vez en cuando lo colocaré.
ResponderEliminarAbrazos y besos.
Hola Mela. Yo no soy mucho de seguir historias por capítulos, pero Kafeto sí. Vengo a saludarte y a agradecerte todas las visitas que haces a mi casa. Un besito y hasta la próxima.
ResponderEliminarHola Koncha, me encanta ir a visitarte a tu casa, y es todo un honor que a Kafeto le guste seguir la historia. Un beso muy enorme para los dos!!
ResponderEliminarFantástico el capítulo, que bien me cae Teodoro
ResponderEliminarBesos
Hola, querida Silvia, me alegra que te haya gustado el capítulo y que te caiga bien Blas Teodoro. Yo, quisiera, pero no puedo hablar de favoritos. Algún día, cuando termine la historia, os lo diré. Muchos besos!!
ResponderEliminarMuy bien hecho.. Tendria que haberle partido los morros al patan ese.. Ale Mela..animate que estamos en ascuas.. A ver quien es ese malvado de Salvador y por que está con Gabriela.. Un besote
ResponderEliminarHola querida Ruska; tienes razón, debería haberle partido los morros. Quién es el malvado de Salvador y por qué está con Gabriela lo sabrás. ¡Y bastantes más cosas!
ResponderEliminarOtro besote.
Así es, cada situación es objeto de varias y dispares versiones y lo peor de todo es que todos creen que la suya es cierta. Un beso
ResponderEliminarHola Mere, me alegra verte. Tienes razón; pero en el caso de Salvador Márquez, él sabe muy bien que está mintiendo. Un beso.
EliminarGran trabajo de contención, porque se nota claramente que Blas quería comerse a ese cochino de Salvador. Francisco, como siempre, en su línea loca.
ResponderEliminarUn tierno fin de capítulo... ¡Ah el amor adolescente!
Un abrazo, Mela, hasta el siguiente capítulo.
Has entendido a la perfección lo que yo pretendía transmitir con este capítulo.
Eliminar¡Eso me gusta! Un besazo y hasta el siguiente!!
Me alegro muchísimo que aunque no haya sido claramente, al energúmeno ese no le haya salido bien la mentira que estaba contando. Y por Blas un aplauso por la sangre fría que ha tenido con todo este lío.
ResponderEliminarMe encantó el final... si es que la adolescencia tiene siempre ese matiz de la inocencia infantil reciente.
Besos!
Hola, FG!! Me alegro que te haya gustado el capítulo, y el final romántico. ¡Es que un poco de romanticismo siempre va bien!
EliminarUn abrazo!!
Hola Mela: Que bestia!...No puedo creer que la pobre Gabriela esté casada con semejante animal >/
ResponderEliminarBlas es un padrazo!!! No sé como se contuvo...En fin pobre Nati debe estar mal por Nico.
Esta historia esta más buena que el dulce de leche =) jijijiji
Mela me encanta como escribís, de manera sencilla pero a la vez tramitís muy bien las emociones y sin abarrotar el relato con información, detallás lo justo y necesario las situaciones, que no cuestan nada visualizar.
Te felicito! Besotes =)
Hola, me alegra verte!!
EliminarDesde luego es raro que Gabriela se casara con alguien como Salvador. ¡Se cometen tantos errores! Estoy de acuerdo contigo respecto a Blas. Es cierto que Nat y Nico se quieren mucho. Gracias por el dulce de leche jajjajaj
Me alegra que te guste mi forma de escribir, me gusta comunicar con claridad, para contar una historia es importante no irte por las ramas y no aburrir al lector. Eso es lo que intento.
Gracias por tus agradables palabras.
Besotes!!!
Por fin alguien empieza a creer en el pobre Nico, aunque sigue en el ojo de mira, me da pena el chiquillo.
ResponderEliminarBesos
Raquel
http://raqueljimenezbisuteria.blogspot.com.es/
Hola Raquel, los "detectives" no hicieron mal del todo su cometido. Blas sospecha, no está muy conforme pero le falta información. Gabriela le pidió a Nico que callara y el niño le está haciendo caso.
EliminarUn abrazo muy fuerte, guapa!!
Estoy satisfecha totalmente con este capitulo,desde que BLAS pudo defender a Nico,hasta el desenlace al final donde me prometen que esos Primos que no deben serlo en realidad estarán juntos un día! genial!
ResponderEliminarHola Hada Isol, me alegra mucho que este capítulo te haya dejado satisfecha jaja
EliminarBesos!!
Aunque confieso que habría deseado que Blas le diera una gran paliza a Salvador y abrazara a Nico !
ResponderEliminarTe entiendo perfectamente. Salvador se merecía una paliza. Hubiera sido muy tierno que Blas abrazase a Nico, quizás en otra ocasión.
Eliminar¡Yo sí que te abrazo a ti!
El Teodoro este, tiene empatia por arrobas.....
ResponderEliminarBlas Teodoro es un personaje que gusta bastante o disgusta bastante. No suele dejar indiferente a los lectores.
EliminarBesos
¡¡Vaya!! Blas rozó su nariz (simplemente la rozó).....
ResponderEliminarNo sé como pudo contenerse, en esa misma situación yo creo que me hubiese abalanzado sobre él......y le "rozaría" un par de veces la nariz ( uff suena muy brusco....pero es que me puede.....)
Besos.
jajajaja Entiendo muy bien tu reacción. ¡Tenemos sangre en las venas!
EliminarBlas sospecha que las cosas no sucedieron como las cuenta el señor Márquez pero guiado solo por sospechas se ve incapaz de hacer algo más. Se trata del yerno de Estela y del marido de Gabriela. Blas aprecia sinceramente a estas mujeres.
Besos!!!
Blas es todo un caballero... y por el momento, se aprecia que tiene muy buen corazón...
EliminarY no me digas que luego cambia y se vuelve un mostruo o no leo más...¿eh?
Besos
jajajaja No puedo decirte nada, querida Susana, tendrás que averiguarlo.
EliminarBesos!!
Jaja... siempre dejándonos con la intriga ¿eh?
EliminarBesos
Es mi obligación, querida Susana. ;-)
EliminarBesos!!
Oh, qué final de capítulo tan romántico *O*
ResponderEliminarjajajajaja Estelle, en esta novela verás mucho romanticismo, verás de esos amores especiales, de esos amores únicos que algunas personas conocemos... solo algunas.jajaja Ya lo verás.
EliminarBieeeeeen! Me gustan las historias pastelosas :) hasta cierto punto, claro XD
EliminarLo tengo muy claro ;-)
EliminarSalvador "ha cobrado" pero me sabe a poco esa caricia. Los otros que han cobrado pero en money, son los detectives. Dentro de un par de años serán tan expertos como "Hernández y Fernández" de los tebeos de Tintin ;)
ResponderEliminarSaludos.
jajaja.... Pues, a mí, las aventuras de Tintín me encantan.
EliminarSaludos
Me ha gustado mucho el capítulo, si me permites la expresión: das una de cal y otra de arena y ahí está la emoción!
ResponderEliminarBesos!!
Me alegra que te haya gustado y, por supuesto, te permito las expresiones que desees
EliminarBesos!
Al final el pez muere por la boca y así lo ha demostrado
ResponderEliminarSalvador, un cobarde. Imagino que la cosa no llego a mayores
por la cercanía que hay con Gabriela.
Y Nat lo tenga difícil con Nico
tiene a sus dos amigas, bueno al menos una al acecho.
Gran tensión en este capitulo Mikaela
me encanta tu nombre, posee mucha fuerza.
Hola Cielo... "Por la boca muere el pez"... sí, eso dicen ;-)
EliminarSalvador ha actuado como un cobarde y es un cobarde
Pues tienes razón, si no llegó a mayores fue por Gabriela
Ya acabaremos viendo qué sucede entre Nat y Nico ;-)
Muchas gracias, me alegra que te guste
Tu verdadero nombre también es bonito
Besos