CAPÍTULO 21
EL INFORME DE LOS “DETECTIVES”
I
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nmediatamente después, levantó la camiseta del pijama de Nicolás a la altura de su cuello. Entonces vio la espalda del niño plagada de hematomas con forma ovalada. Las
marcas tenían la apariencia de curvas cerradas y alargadas. Los bordes de las
mismas estaban ennegrecidos y su interior, rojizo. En algunas zonas, la piel
estaba levantada y las heridas teñidas de sangre.
El señor Teodoro cerró
los ojos sintiendo un dolor agudo que le atravesó el pecho. Todos los músculos
de su cuerpo se endurecieron, apretó con fuerza las mandíbulas y ahogó un grito
sordo que le nació del alma.
Salvador Márquez comenzó
a ponerse bastante nervioso, notó que sus manos sudaban. Gabriela estaba sobrecogida y
acongojada.
El señor Teodoro volvió a abrir los
ojos, semejantes a dos bolas de fuego.
—¿Qué es esto, Nico? —logró preguntar,
controlando el temblor de su voz.
A Nicolás le
hubiese gustado delatar al marido de Gabriela, pero vio que ésta le miraba,
suplicante.
—Me he caído en la terraza —dijo el niño con
tono apagado.
El señor
Teodoro le bajó la camiseta hasta la cintura.
—¿Quién te ha hecho esto, Nico? —insistió
el joven sin tener en cuenta las palabras del chiquillo.
—Nadie. Me he caído en la terraza —reiteró
Nicolás.
—Levántate y ven conmigo—dijo su tutor, ayudando al niño
a ponerse de pie.
—¿Qué pasa, Blas? —preguntó la señora Emilia,
asustada—. ¿Qué tiene el niño en la espalda?
Su hijo la
miró, muy serio.
—Tiene unos hematomas, mamá —declaró—, voy a curárselos.
La mujer
asintió y se llevó una mano a la boca, angustiada, ocultando un doloroso suspiro. El señor Teodoro condujo a Nicolás al
cuarto de baño situado entre el salón y la cocina. Señaló al niño que se
sentara en un taburete de color grisáceo. Le quitó la camiseta del pijama con
la mayor suavidad de la que fue capaz. Extrajo de un armario el botiquín que
tanto había deseado coger Nicolás sin atreverse a hacerlo. Empapó algodón con
agua oxigenada y lo aplicó, con sumo cuidado, en las heridas. Utilizó muchos trozos
de algodón que una vez manchados, tiró en un cubo cuya tapa se levantaba
pisando un pedal.
—¿Te hago daño? —preguntó al muchacho.
—Me escuece un poco —respondió el
niño, débilmente.
—Es agua oxigenada, Nico —le explicó
su tutor—. Tengo que limpiar bien las heridas, aguanta un poco más.
Los ojos de
Nicolás estaban llenos de lágrimas; se hallaba en una postura que le impedía ver que los ojos del señor Teodoro
también estaban anegados.
Después del
agua oxigenada, le administró yodo cubriendo todos
los cardenales y las
lesiones. Posteriormente, pobló el dorso con polvos secantes.
El señor
Teodoro comprendió que al niño nunca le había dolido la cabeza, lo que en
realidad le dolía era la espalda, y debía ser tan insoportable el dolor que el
muchacho, para mitigarlo, se había tomado las tres aspirinas. ¿Por qué no se lo había dicho?¿Por qué, él, se había acostado aquella tarde?
¿Y qué había pasado aquella tarde?
Sin lugar a vacilaciones, las señales en la espalda
eran marcas de eslabones. Alguien le había golpeado bárbaramente con una cadena.
El señor
Teodoro sintió que una gran furia se apoderaba de él. Intentó, con todas sus
fuerzas, serenarse. No quería sobresaltar al jovencito. Terminada la cura,
ayudó a Nicolás a colocarse la camiseta.
—¿Estás mejor? —le preguntó,
acariciando la barbilla del niño con ternura.
Nicolás
asintió. Necesitaba, con urgencia, la cura que le había practicado su tutor y
ésta le había sentado a las mil maravillas. El señor Teodoro lo cogió de la
mano y lo acompañó al salón. Le indicó que se sentara en un sofá y colocó detrás de su espalda cinco cojines.
—¿Estás cómodo? —le preguntó,
suavemente.
El muchacho
dijo que sí y el señor Teodoro se sentó a su lado. La señora Emilia sollozaba,
sentada en su silla. Elisa intentaba calmar a Natalia y
a Bibiana; Patricia no estaba tan conmocionada como sus amigas. Sin embargo, Elisa se sentía abrumada y preocupada debido a que el señor Teodoro ya le había reprochado tener que ir a buscar a las muchachas a Aránzazu el último día de clase y dejar a Nicolás en manos de su hermano, Bruno Rey, y de sus padres, Romeo y Julieta. ¡Sólo faltaba como guinda del pastel lo que había ocurrido esa aciaga tarde! Recordó que a las cinco Blas se había querido levantar y ella lo convenció para que continuara descansando hasta las seis. ¿La responsabilizaría de lo sucedido al niño?
El señor Francisco se paseaba por el salón con una copa de champán, que iba consumiendo poco a poco.
El señor Francisco se paseaba por el salón con una copa de champán, que iba consumiendo poco a poco.
—¿Y bien?—profirió
sin poder aguantar más—. ¿Cómo se ha hecho el chaval las heridas en la espalda?
—Alguien le ha pegado con una cadena y
la cadena debía ser bastante gorda —reveló el señor Teodoro, pensativo.
—¿Quién
ha sido? —interrogó el señor Francisco con mirada exaltada.
El señor
Teodoro se encogió de hombros y movió la cabeza, negativamente.
—No lo sé —admitió—, no me lo ha
dicho.
—¿Cómo
que no te lo ha dicho? —se encolerizó el vecino—. ¡Tiene que decírtelo! ¡Tiene
que hablar! ¡Podemos tener a un loco vagabundeando por la
urbanización! ¡Podemos estar todos
en peligro!
El hombre
apuró su copa de cava y se dirigió a la mesa para llenarla de nuevo. Bebió un
considerable trago.
—¡Voy a ir a mi casa a cargar la
escopeta! —anunció.
El señor
Teodoro se levantó del sofá.
—Francisco, ¿te has vuelto loco? —le
gritó—. Creo que has bebido demasiado. ¿A quién piensas disparar? ¿Vas a apuntar a Nico para que hable?
Francisco Torres meditó durante breves segundos.
—Pues entonces, llamemos a Tobías. ¡Él sabrá cómo hacer hablar al chico! —ideó, eufórico.
Tobías era el
único policía en un pueblo pequeño y tranquilo como Luna. Un pueblito de montaña, apartado del mundo, donde no sucedían acontecimientos trascendentales... casi nunca.
Nadie se fijaba en el señor Salvador Márquez que permanecía sentado, muy intranquilo, temiendo que el muchacho acabara hablando.
Nadie se fijaba en el señor Salvador Márquez que permanecía sentado, muy intranquilo, temiendo que el muchacho acabara hablando.
—No voy a llamar a nadie —se exasperó el señor Teodoro.
Miró a Nicolás que tenía su
vista fijada en la alfombra.
—Nico —le dijo, con voz moderada—. No
me importa lo que hayas hecho. No voy a castigarte, como si has quemado media montaña.
Lo único que quiero es saber quién te ha golpeado. Por favor, Nico, dímelo.
El niño no
habló y continuó mirando la alfombra. El señor Teodoro, alterado, se pasó una
mano por el cabello. ¿Cómo podría hacer
hablar al crío? Volvió a sentarse a su lado.
—¿Tiene algo roto la criatura? —preguntó
Emilia, alarmada.
—No, mamá —la sosegó su hijo de inmediato—. Le he hecho una buena cura, tranquila. Y esta noche le haré unas
cuantas más, se recuperará pronto.
—Nico, dile a Blas quién te ha pegado —habló
Natalia en tono exigente.
El chiquillo
no levantó la mirada de la alfombra y continuó callado. Le encantaría acusar a
Salvador y terminar con aquella situación, pero Gabriela le había rogado que no
dijera nada, que sólo iba a complicar las cosas. Y él le había prometido
guardar silencio. Levantó la vista y miró a la joven; enseguida supo que sus
ojos le imploraban que callara. Volvió a bajar la mirada.
—¡Esto
es inaudito! —berreó el señor Francisco—. ¡Este inconsciente está encubriendo a un FORAJIDO! ¡Debes hacer algo,
Blas! ¡Y debes hacer algo, YA!
Súbitamente,
el joven tuvo una idea. Quizás,
funcionase.
—Nico —dijo, empleando un tono más
severo—, ¿vas a decirme o no vas a decirme quién te ha golpeado?
Nicolás
imaginó que su tutor podía perder la paciencia pero, a pesar de ello, repitió
que se había caído en la terraza.
—¡No te has caído en ningún sitio! —exclamó el señor Teodoro, furioso—. ¡Bien, muy bien, se acabó! Si no me dices quién te ha pegado, estarás
castigado. No saldrás de casa, ni siquiera a las terrazas. Te pasarás el día en
mi despacho, estudiando. Sólo saldrás para comer, para cenar y para ir a
dormir. Ya veremos si me dices o no me dices quién te ha hecho esa barbaridad
en la espalda. Muy tonto serás si no me lo dices.
A Nicolás se
le cayó el alma a los pies. ¡Iba a estar
castigado el resto de las vacaciones! Tenía
ganas de llorar pero de ninguna forma lo haría delante de Salvador Márquez.
Recordó que Gabriela le dijo que su marido se iría pasado mañana, o sea, el día
veintiséis. Pensó que ese día podría contarle a su tutor lo sucedido.
—Blas, no me castigues, por favor —pidió el chiquillo.
El señor
Teodoro le miró con extrema atención. Intuía que su plan iba a dar resultado.
—¿Vas a decirme quién te ha pegado? —interpeló,
esperanzado.
El niño
asintió con un movimiento de cabeza. Salvador Márquez enrojeció violentamente.
Gabriela cerró los ojos, consternada. El señor Teodoro miró a Nicolás,
expectante. ¡Por fin iba a saber quién
era el canalla que había golpeado salvajemente al niño!
—Te lo diré pasado mañana —dijo el
chiquillo, dejando a su tutor con un palmo de narices.
—¿Pasado mañana? —repitió el joven,
alucinado—. ¿Por qué pasado mañana?
—¡ESTO
ES UNA BURLA! —chilló el señor Francisco, iracundo—. ¡Este crío te está
tomando el pelo, Blas! ¡No aceptes ese trato! ¡No hagas ningún trato con él!
Inesperadamente,
una luz se encendió en la mente del señor Teodoro.
—¿Tratos? —redundó, en voz alta—.
¡Tratos! —volvió a exclamar.
Miró a los
dos hermanos pelirrojos que estaban sentados, mirándole muy fijamente, con
cara de circunstancias. Por la mañana, habían ido a su despacho y habían acordado
que vigilarían a Nicolás, anotando todo lo que el niño hiciera. Cerraron el “trato” de un modo formal: estrechando sus manos. Aquella noche, al llegar a
la villa, le habían entregado una hoja, que él guardó en un bolsillo
de su pantalón. Se levantó del sofá de un salto, sobresaltando a todos los
presentes.
El señor
Francisco dio por cierto que el joven
estaba perdiendo el juicio por culpa de aquel endemoniado crío.
El señor Teodoro extrajo un papel de su pantalón granate, de pana fina. Lo desdobló y comenzó a leerlo, temblándole
ligeramente las manos.
Nicolás
observó a su tutor, extrañado, luego miró a los hijos del señor Francisco y
recordó que le habían entregado una hoja cuando entraron en la cocina. El muchacho no entendía
lo que estaba pasando. No lo entendía él, ni nadie. Únicamente, Jaime y Julián
comprendían el proceder del señor Teodoro y se sintieron satisfechos. El señor
Francisco se estaba convenciendo de que su vecino y amigo había perdido la cordura por
completo. ¿A qué venía ponerse a leer en
aquel momento?
El informe de
los “detectives” estaba escrito con mala caligrafía y un puñado de faltas de
ortografía. La exposición de datos rezaba así:
“Para Blas:
Nico a salido a la terraza a las cinco
menos beinticinco de la tarde, se a puesto a
jugar con el balon. Luego a hecho el
pino apo
llando los pies en la pared.
Creemos que a ensu-
ciado la pared. Aora esta haciendo
el pino
por toda la terraza, nos parece
peligroso. Ni-
co va muy desabrigado, solo lleva
una cami-
Nos
parece peligroso Acaba de llegar la fie-
ra negra de Gabriela, se a tirado
encima de
Nico y lo a tirado al suelo Muy
peligroso.
Aora estan jugando con la pelota
los dos
la fiera negra se la lleva con los
dientes
y Nico intenta quitarsela. Creemos
que a
Nico le va a morder el perro grande.
Acaba
de llegar un hombre bajo y delgado
su pelo
nos parece rubio y tiene una nariz
muy gan-
de. El hombre a tirado un bozal en
la te-
rraza, creemos que quiere que Nico
se lo
ponga a la fiera. Creemos que están discu-
tiendo, nos parece que Nico no
quiere obede-
cer. Aora Nico le esta poniendo el
bozal al
perro. El ombre y el perro se
marchan. Jaime
sea asustado por una tonta
lagartija y nos
emos distraído. Cuando emos vuelto a mirar
vemos que Nico empuja al hombre
que casi se
cae por el barranco. Ay una gran pelea entre
emos distraído. Cuando emos vuelto a mirar
cae por el barranco. Ay una gran pelea entre
el hombre, Nico y la fiera negra.
A llegado
Gabriela. Nico vuelve hacia casa, nos pare-
ce que no puede caminar muy bien. A las seis
menos cuarto a entrado en casa. Son las seis
y media y no ha vuelto a salir. Fin de la infor-
cion. Firmado: Jaime y Julian.”
Gabriela. Nico vuelve hacia casa, nos pare-
ce que no puede caminar muy bien. A las seis
menos cuarto a entrado en casa. Son las seis
y media y no ha vuelto a salir. Fin de la infor-
cion. Firmado: Jaime y Julian.”
El señor
Teodoro terminó de leer la nota y la contrajo
hasta convertirla en una pelota que arrojó al suelo. El papel, arrugado,
cayó a los pies de Nicolás.
Su tutor miró fijamente a Salvador Márquez; el semblante de éste palideció por
completo. Blas Teodoro recapituló que Nicolás se había comportado de una forma muy
chocante desde que se enteró que aquel individuo iba a ir a
casa aquella noche. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
¡Todo estaba muy claro!
—¡HA SIDO USTED!—afirmó el señor Teodoro; el timbre de
su voz daba miedo.
Salvador
Márquez se levantó de su silla y se refugió detrás de la mesa. Gabriela comenzó
a llorar.
—¿Qué estás diciendo, Blas? —intervino
el señor Francisco, perplejo—. Salvador es el marido de Gabriela, es vecino
nuestro. Es tu invitado en este momento. Intenta sosegarte, apacíguate, Blas. ¡Vas
a cometer una locura!
La
señora Marina buscó en su bolso, otro tranquilizante. Nicolás se levantó, muy alterado.
—No ha sido él —declaró, poco convincente.
—¡Tú te callas, te sientas y no te
muevas del sofá! —le ordenó su tutor, sin apartar la mirada de Salvador
Márquez.
Nicolás
obedeció, vio la pelota de papel en la alfombra, la recogió y la escondió en
una manga de su camiseta. ¿Qué habría leído, Blas, en aquella hoja?
El
marido de Gabriela tragaba saliva, intimidado. Si Nicolás ya le parecía un
chico muy fuerte, el padre parecía una
auténtica bestia.
—Todo esto tiene una explicación —logró
decir, entrecortadamente, debido a la turbación que padecía—. Ha sido un
accidente, se lo juro.
—¿Qué clase de accidente? —interrogó
el señor Teodoro, fríamente—. Explíquemelo muy bien, de manera que pueda entenderlo.
Deme una buena razón para que no le aplaste la cabeza.
Págs. 147-156
Sabía yo que iba a mirar!!!!!
ResponderEliminarMadre mía, pobre Nico yq ue suerte de tutor tiene.
Y menudo momento para terminar el capítulo, me muero de ganas de leer las excusas
Besos
Tenías toda la razón del mundo; Blas iba a mirarle la espalda por supuesto.
ResponderEliminarY ahora quieres saber las excusas de Salvador. ¡Bien, bien! Me encanta que estés intrigada. Seguramente el sábado lo sabrás. Un besazo!!
Aix Mirad que he madrugado hoy que tengo puente y Silvia ya se ha enterado de todo jajajajajajajaj
ResponderEliminarPués yo para no ser menos también estoy esperando el siguiente capítulo jajajajajaj
Un beso Mela, que me lo paso muy bien con tu novela!!!!!
Hola, tesoro, muy buenos días. Tengo que salir, pero he visto tu comentario y digo...¡voy a contestarle enseguida!
ResponderEliminarMe alegra que te lo pases tan bien jajajajajaj. Un beso muy grande!!
Jajaja. que intriga por dios.. Niñaaa masssss
ResponderEliminar¡Ay, Ruska! Ya me han informado de que eres gata. Debería haberlo sabido porque tu nombre es femenino, ¡estoy tonta!
ResponderEliminarMe encanta que estés intrigada, sigue así. Mañana sin falta tendrás el capítulo siguiente.
Te aseguro que no te quedarás con las ganas de conocer el final de este libro ya que mi intención es publicar sus 82 capítulos.
Me gustaría publicarlos más deprisa pero estoy un poco liada porque estoy terminando el libro segundo del Clan. Un besazo de parte de mis personajes y mio.
Vaya, ha venido bien el informe de los chavales, espero que Blas le arranque la cabeza a ese puerco de Salvador. A ver si con uno de su tamaño se atreve a ponerse tan gallito.
ResponderEliminarUn capítulo bastante tenso.
Besitos.
Hola Nena, sí veremos a ver qué pasa en el siguiente capítulo. ¿Tamaño estatura o tamaño adultez? Me explico, Salvador es adulto como Blas, pero bastante más bajo y esmirriado. Besos y hasta pronto.
EliminarJajajaja!!! En adultez, claro, ya sé que que ese mico rabioso es, como diría alguien que conozco muy bien, un "chimpafigos".
EliminarCiaoooo
Entendida la aclaración, Nena. jajajajajajaja Un beso!!
EliminarSolo espero que el malandrín este no se invente cualquier barbaridad para que parezca que Nico le provocó, sino ya ves!! Menos mal de los detectives cotillas eh? Muy tenso el momento, pero muy interesante y emocionante... a ver como sigue....
ResponderEliminarBesos!
Hola, FG!! jajjajajaj ¡Me ha hecho gracia eso del malandrín! Sí, los detectives han servido para algo en esta ocasión.
ResponderEliminarAcabo de estar por tu blog!
Un beso!!
Después de todo no han ido mal los "detectives". Esta historia está genial...
ResponderEliminarNos vemos en el 24!!!
Hola, Oskar!!
EliminarTienes razón, no han ido mal del todo. Lástima que no lo hayan visto todo con claridad. ¡Son sólo unos críos!
Nos vemos en el 24!!
Imaginar a Blas limpiando las heridas de Nico,me ha emocionado,pobre muchacho le he tomado alto cariño y pena!
ResponderEliminarMe alegra que te haya emocionado, la verdad es que es una bonita escena.
EliminarBesos!!
Es bueno que Nico vea que Blas lo quiere y cuida,que no hay necesidad de ocultar tanto muy a menudo los adolescentes agrandan nuestras reacciones y pensando que serán terriblen nos ocultan cosas parecen no recordar cuanto los amamos,como Nico que no se da cuenta de cuanto lo ama Blas!
ResponderEliminarAhí tienes toda la razón del mundo, los adolescentes se olvidan de lo mucho que los queremos. Y Nico no se da cuenta de lo muchísimo que lo quiere Blas.
EliminarBesos!!
Buenissimo que se entere de todo Blas! ahora si que le apalaste la cabeza! por cierto la ortografía de los detectives me ha hecho reir mucho,estás en todos los detalles eres una genia! un abrazo me retiro hasta otro día muy contenta de haberte leido,ahora mi niña toma posesión de mi amada compu! un abrazo!
ResponderEliminarjajajaja ¡Sí que estará contenta tu niña! He pasado un rato muy agradable contigo. Hasta otro momento. Te mando mi cariño.
EliminarLos detectives eran de la Logse, ¿no?
ResponderEliminarjajajaja Ten en cuenta que los niños tienen 8 y 10 años, y que han escrito el informe en la montaña, con premura.
EliminarGOOOOOOOOOOLLLLLLLL!!!!!!! Están jugando la Copa del Rey. ¿Sabes quién ha marcado?
¡¡Hola guapa!!
ResponderEliminarGracias por tus comentarios, estoy mejor.Ya me tienes por aquí, sabes que estoy enganchadisima a tu novela.
Que mala suerte que el momento más crucial para saber quién da la paliza de Salvador, se hayan distraído Jaime y Julian.
Bueno por lo menos está vez se hará un poco de justicia.
Besitos.
Hola Susana, estoy muy contenta de verte y que me digas que estás mejor. Toma mucha leche con miel y aliméntate para estar fuerte.
EliminarLos pequeños detectives no han terminado de hacer bien su trabajo. Con los niños ya se sabe...
Muchos besos, preciosa!!!
Gracias, yo también estoy encantada con volver por aquí;
Eliminarsoy intolerante a la lactosa... la leche de soja ¡¡arggg!!.... y la leche sin lactosa ¡¡ufff!! sola, no sabe a nada.
De todas formas, SÉ lo que me quieres decir, estoy con miel y propolis. Muchas gracias ¡¡de corazón!!
Besos
Besos enormes para ti!!!
Eliminar¡Movida movida!
ResponderEliminarjajajajaja Está claro que te gusta el lío... Me he divertido persiguiéndote, Estelle. Sé que te debo una visita, por lo menos, ya me pasaré.
EliminarBesos
No me gusta la gresca, siempre procuro evitar discutir y de más, pero me encanta decirlo XD
EliminarMe queda muy claro, Estelle
EliminarUn beso
Hay que ver como se ha puesto el Teodoro ese, al saber quien era el agresor. Nico es un tonto, o un santo. A ver, lo que pasa...
ResponderEliminarBesito.
Hola Antonio... bueno, es bastante normal que se haya enfurecido.
EliminarCreo que Nico tiene más de santo que de tonto.
Besos
Bien, bien!! chico listo, guapo y cariñoso (me refiero a Blas, que me está cayendo cada vez mejor).
ResponderEliminarMenos mal que el informe de los "detectives" ha servido para algo; tal y como están las cosas supongo que Gabriela debe estar sufriendo mucho en silencio la convivencia con su marido.
Bueno, pues te doy las gracias de parte de Blas ;-)
EliminarSí, finalmente, ha servido para algo
Sí, Gabriela está sufriendo lo que ninguna mujer debería sufrir
Besos
Al final no iba muy desencaminado, los detectives fueron la clave
ResponderEliminary la pobre de Gabriela como aguanta a un tío así.
El informe ha sido genial
un capitulo con mucha tensión y que aún no tiene desenlace, veremos.
Un abrazo Mela.
Hola Cielo... La verdad es que el informe de los detectives ha ayudado un poco
EliminarA veces nos sorprendemos de que una mujer aguante a un determinado hombre... o que un hombre aguante a una determinada mujer... pero ante nuestra sorpresa estas cosas suceden
Un abrazo