A Helena le
sorprendió este resultado. Había imaginado una amalgama, a mitades
iguales, de hierro y acero, que, a la sazón, hubiera forzado a los dos hombres
más poderosos de Kavana a pactar y gobernar en perfecta o imperfecta unión.
No pudo
compartir la alegría de los buenos aldeanos. En su fuero interno temía que
Arturo Corona no estuviese dispuesto a aceptar su derrota.
Blas también
estaba sorprendido. Tampoco esperaba aquel resultado y también le preocupaba.
—No te alegras, ¿verdad? —le dijo
Helena— Lo noto en tu mirada.
—No interpretes mal mi mirada. No
me molesta que haya ganado tu padre, pero hubiese preferido un empate técnico.
—¿Crees que tu padre planeará algo
contra mi padre? ¿Crees que querrá matarlo? — El pulso y las sienes de Helena
latían acelerados mientras aguardaba, callada, como una efigie india, una
respuesta.
—Hablaré con Arturo Corona. Prometo
hacerlo pronto—. Era evidente que Blas no consideraba padre suyo al, hasta
entonces, dictador de Kavana.
—No podemos perder tiempo, tiene
que ser ya. No me fío de tu padre.
—No vuelvas a decir que ese hombre
es mi padre, por favor.
—Pero lo es, Blas.
—En absoluto. Padre es quien te cría
y Arturo Corona no lo hizo.
—Tienes razón. Discúlpame, por
favor.
—No tengo nada que disculpar a la
mujer que amo, y deja de temer. Tu padre va a estar bien.
Esa misma mañana
de marzo, antes de comer, cuando los aldeanos ya se habían marchado, Helena
subió a su habitación y llamó a su padre. Y esperó a que le contestara mirando desde la ventana, para serenar su espíritu, el verde deslumbrante de la fronda del
bosque.
Jaime Palacios
se hallaba sumamente ocupado, reunido con altos cargos, y había dado la orden
explícita de que no se le molestara absolutamente por nada, pero, tratándose de
su hija, cabía que todo variase. Recurrió a una excusa y pasó a una sala adyacente,
alejado de oídos y miradas.
—Cariño, tengo una reunión
importante. Deberías haberme llamado por la noche para felicitarme.
—No llamo para felicitarte. Lo
siento, papá. Es urgente que me des el número del móvil de Arturo Corona.
Jaime Palacios
se quedó estupefacto.
—¿Para qué quieres el número?
—Blas quiere hablar con él. Por
favor, papá, tienes que dármelo.
Helena no pudo
ver un brusco enrojecimiento en el rostro del señor Palacios.
—No sé si dártelo...
—Pero, papá, Blas necesita hablar
con él. Es urgente.
—¿Qué es tan urgente?
—Papá, ¿es que no entiendes? Has
ganado las elecciones. Deberías renunciar, deberías dejar la política. Temo que
Arturo Corona quiera hacerte algo malo. No voy a poder ser feliz si estoy
preocupada por lo que pueda pasarte.
Muy a su pesar,
Helena escuchó una risotada por parte de su padre y eso solo podía significar
que no se tomaba en serio los temores que le había confiado.
En cuanto entró
en la cocina, Blas únicamente tuvo que mirarla un instante para saber que no
traía buenas noticias.
—Mi padre no me ha dado el número
de Arturo —dijo compungida y enfadada a un tiempo.
—No te disgustes por eso —le
respondió Blas—. Después de comer llamaré a Emilia con el móvil de Nico. Seguro
que estará encantada de ser ella quien favorezca una charla entre Arturo Corona
y yo.
La esperanza
revivió en el ánimo de Helena.
—¡Has tenido una gran idea!
—exclamó con pasión— Llámala ya, te lo ruego. Seré incapaz de comer si no me
tranquilizo un poco.
Un gesto de
desazón y espanto desfiguró la cara de Matilde.
—Será mejor que haga esa llamada
—aconsejó a Blas—. El mínimo contratiempo es suficiente para que Helena deje de
comer, y la verdad es que cada día la veo más delgada.
Blas llamó a
Emilia y, como había supuesto, estuvo encantada de facilitarle el número de
Arturo Corona.
La conversación
entre padre e hijo fue breve. El exdictador de Kavana insistió en viajar hasta
el valle y hablar personalmente. Y Blas se vio obligado a ceder.
—¿Va a venir al valle? —preguntó
Helena con desagrado.
—Sí, vendrá mañana. No te
preocupes. Hablaremos fuera y durante poco rato —le aseguró Blas.
Nicolás alargó
un brazo para alcanzar una jarra de agua. La jarra golpeó un salero, y una fina arena de sal se esparció por la mesa. Matilde miró, horrorizada, la escena. Como
Maura, también creía en la mala fortuna que pudiera acontecer por derramar sal.
Debido al percance, tuvo un mal presentimiento que interpretó como un signo que
el universo le revelaba.
—No creo prudente que Arturo Corona
venga al valle —dijo mientras recogía la sal con un paño—. Señor Teodoro,
impida que venga. Tengo una sensación tan horrorosa que me oprime el pecho. Se
lo suplico; ese hombre no debe venir aquí.
Blas miró a
Matilde, muy desconcertado.
—¿Te has vuelto loca? —se enfadó
Helena— ¿Puedes explicarme qué te pasa?
Matilde titubeó. Necesitaba discurrir una excusa plausible. Sabía que no podía
hacer ningún comentario sobre la sal. Helena no era supersticiosa y hubiera
ridiculizado y señalado su comportamiento de pueril.
—No me pasa nada, pero no me gusta
ese hombre. Me disgusta profundamente —dijo al fin.
—Ese hombre no entrará en esta casa
y se marchará muy pronto —afirmó Blas, taxativo.
∎∎∎
Por la noche,
pero aún temprano, Jaime Palacios se fue a acostar. El día lo había dejado
exhausto. Muchas emociones, reuniones, planes, cambios y una gran
responsabilidad adquirida. Lo lógico hubiera sido sentir una enorme satisfacción por su
notorio triunfo, mas había algo que le preocupaba y le impedía conciliar el
sueño que le proporcionara el descanso que precisaba.
Arturo Corona le
había comunicado que al día siguiente viajaría al valle con Emilia. Blas quería
hablar con él y ellos deseaban verle en persona.
Poco o nada le
importaba que vieran a Blas. Eso sí, advirtió a Arturo que no se acercaran a
Helena. Esa fue su condición y Arturo se comprometió a respetarla.
Sin embargo,
Jaime Palacios no lograba estar tranquilo y llegó a preguntarse, con pesar, si un
hombre que tuviese una hija podía gozar de plena tranquilidad en alguna ocasión.
∎∎∎
Matilde también
estaba inquieta. Daba vueltas en la cama sin encontrar la postura adecuada que la ayudara a dormir.
Bibiana se quedó
dormida esperando a que Matilde se durmiera y Nicolás se durmió esperando que
Bibiana acudiera a su habitación como otras noches hacía.
Helena se quedó
dormida con la cabeza apoyada en el pecho de Blas. Y Blas se durmió acariciando
una de sus sedosas mejillas y susurrándole al oído palabras de amor.
Cuando la luna
llegó a determinada altura en el firmamento, su luz plateada se coló por el
cristal de la ventana cerrada e iluminó los rostros de los dos amantes.
Un artista no
hubiese dudado en plasmar en un lienzo aquella bellísima e íntima imagen.
Matilde no tuvo
pesadillas ni sueños agradables, no pudo dormir y se pasó la noche velando el
sueño calmado, despreocupado y puro de Bibiana.
Cuando el día
comenzó a clarear, se levantó, salió de la habitación, se aseó en el baño del
pasillo. Regresó a la habitación a vestirse y bajó a la cocina.
A las nueve, un
ruido despertó a Helena. Abrió los ojos, todavía algo soñolienta, y vio a Blas
abrochándose los botones de la camisa. Sonrió en silencio y deseó con toda su
alma que su primera visión, todas las mañanas de su vida, fuese ver al hombre
más peligroso del mundo, al hombre que amaba.
Después de
desayunar, Nicolás y Bibiana corrieron hasta el río para jugar a lanzar piedras
saltarinas. El agua, acariciada por los rayos de un sol radiante, brillaba, y
era tal su claridad que podía distinguirse el fondo perfectamente.
Una brisa con
sabor a ambrosía y néctar movía la hierba, las florecillas y las hojas de los
árboles.
A las diez y
media, la llegada de dos coches oscuros turbó la armonía del valle.
Nicolás y
Bibiana vieron bajar de los autos a cinco hombres y a una mujer. La mujer era
Emilia y uno de los hombres era Arturo Corona. Ambos se dirigieron hacia la
casa, pero Blas les salió al encuentro. Helena salió detrás de Blas y se paró
junto a él.
Matilde los
observaba desde el porche sintiendo un insoportable nudo en el estómago.
¡Cuánto rezaba para que se marcharan pronto los recién llegados!
—Me has dado una gran alegría, hijo
—dijo Emilia como si interpretase, en una obra de teatro, a una excelente margaritona—. ¡Por fin has recapacitado y has
querido ver a tu padre!
—No te equivoques —replicó Blas de
inmediato—. Este hombre no es mi padre y eso no va a cambiar
nunca.
—Si Blas ha querido hablar con
usted —dijo Helena dirigiéndose al exdictador de Kavana— es porque se lo he
pedido yo. Usted tiene que hacernos la promesa de que nunca hará daño a mi
padre. Debe prometer que acepta y se conforma con su derrota.
Arturo Corona
miró a Helena con ojos calenturientos, inyectados en sangre. Y sin embargo, su
mirada era fría como el témpano.
—¡Tú has trastornado a Blas! —la
acusó Emilia con una voz que daba miedo— ¡Tú eres culpable!
Matilde pensó
que aquella mujer parecía haber perdido el juicio. Se estremeció y casi sufrió una apoplejía cuando vio a la enloquecida y furibunda mujer sacar un revólver
del bolso que llevaba.
—¡Voy a matarte, Helena! ¡Voy a
acabar contigo! —anunció, frenética.
—¡No lo hagas! —exclamó Arturo
Corona.
Nicolás, sin ser
capaz de creer lo que veía, corrió hacia Emilia, pero estaba lejos.
—¡NOOOO! —gritó Blas y se colocó delante de Helena.
El estallido de un
disparo horadó los corazones de Helena, Nicolás, Bibiana y Matilde. Después,
Emilia tiró el arma al suelo.
Arturo Corona se
abalanzó sobre su hijo. Blas comenzó a sangrar por el pecho, sus piernas se
doblaron, cayó arrodillado y luego hacia delante.
—¡Blas, Blas, Blas! —gritó Helena, muy asustada.
—Me estoy dur...mien...do.
—No, Blas, no quiero que te
duermas. No puedes dormirte, no es hora de dormir. ¡No te duermas! —Las
lágrimas bañaban el rostro desencajado de Helena.
—¡Un médico, que venga un
médico! —chilló Arturo Corona.
El médico llegó
en el acto puesto que había viajado con ellos hasta el valle. Examinó a Blas. Después de un rato largo y después de intentar reanimar al herido, con voz grave, dijo: Lo siento. No hay nada que se
pueda hacer. Ha muerto.
Tras estas fatales palabras, todo se congeló ante la mirada nublada de Matilde.
Sería imposible,
por muchos años que pasaran, poder desterrar de su mente el llanto desgarrado
de Helena y de Nicolás, caídos en el suelo.
La primavera de
sus vidas se terminaba ese día, en ese momento, en ese instante. Y se
instalaban las escarchas del invierno, sus nieves, sus gélidos aires... Todo se
congelaba.
Págs. 1309-1317
Hoy os dejo una canción de Rosana... "Contigo"
Uy lo has dejado interesante. Casi me quedo sin palabras. Oh que pena Blas muerto. Ojala no le pase nada a Helena ni a Nico. Me dio mucha pena esta historia. Te mando un beso.
ResponderEliminarEl final de este capítulo es triste, muy triste
EliminarYo te mando otro beso
QUE HACES MELA?SIN FALTAS TE PREGUNTO QUE HAS HECHO,DEJAS QUE EMILIA MATE A BLAS,NO LO ENTIENDO,ESA LOCA QUERIA MATAR A HELENA,UN MAL RAYO PARTA A EMILIA,
ResponderEliminarSALUDOS MIOS,
Muy bien, ahora serás tú el lector al que más le duela que a Blas le haya pasado algo malo
EliminarPermite que te diga que soy yo quien no te entiende a ti
Saludos
NO ME DUELE,NO ME LO CREO,
EliminarSALUDOS MIOS,
Pues vale, me parece muy bien
EliminarAy Mela cariño mío, cambia el final del capítulo. La novela no está publicada, estás a tiempo de cambiar este final horrible. Blas no puede morir. Mi madre, mis amigas les has congelado. Haz caso a los que sabemos más que tú bonita mía y a ver si entras en razón.
ResponderEliminarBesitos.
Julia, yo entiendo que se le tenga cariño a Blas... Te aseguro que yo también le tengo cariño
EliminarVamos a tener un poco de calma teniendo presente que la novela todavía no ha acabado
Besos
Cariño mío la novela no puede acabar sin Blas.
EliminarVale, de acuerdo... Y yo te vuelvo a decir que la novela todavía no ha acabado
EliminarTe deseo un feliz finde
¡Hola Mela!
ResponderEliminarLa derrota debe tener a Arturo Corona con piel de hormiga roja, y me alegro por ello.
El padre e hija son iguales, no le temen a nada. Matilde tiene razón, Arturo Corona es como un pájaro de mal agüero. Oh sweet Lord! Nunca se me pasó por la mente que la señora Emilia cometiera tal atrocidad!
Como asi? No puede ser, Blas no puede morir! Me han impactado las últimas líneas.
Me dejas la tremenda curiosidad de cómo continuará. ¿Qué pasará con Helena y Nicolás?
Abrazo!
Hola, Yessy
Eliminar"Piel de hormiga roja"... una expresión que me ha hecho gracia... "Oh, sweet Lord", también... Gracias por tu simpatía
Nadie podía imaginar que Emilia disparara a Blas
Es normal que te haya impactado... La verdad es que el final de este capítulo es muy triste... Tampoco a mí me ha gustado publicarlo... pero vendrán otros capítulos y verás cómo continúa y termina esta historia
Un abrazo grande, y gracias por estar
Cuando todo se congela ----Mela es todo un acto de amor que Blas se ponga delente de Helena y recibe el disparo que iba para su amada ...se va con el talante de una muerte dulce pues son uña y carne , como bien relatas en todo el texto es un tanto inesperado lo que mantienes la atención por su lectura y el final deja un rescoldo de amargor pues se nos va el heroe ---en tus próximos capitulos das pistas de recuperación de una amena trama que esperamos ...Mela ha sido un placer leerte y te deseo un feliz de semana lleno de ideas y abrazos otoñales con sabor a puestas de sol crepusculares , un fuerte abrazo , tu amigo . jr.
ResponderEliminarHola, amigo José Ramón
EliminarPues sí, Blas ama a Helena... y cuando amas a alguien se hace imposible que no le intentes evitar cualquier daño
Sí, entiendo que el final de este capítulo deja un rescoldo amargo como tú dices... La verdad es que a mí me ha resultado muy desagradable publicarlo... pero vendrán otros capítulos, vamos a esperarlos
Muchas gracias... También es un placer leerte a ti... y un honor que vengas a mi blog
Muy feliz finde, y un fuerte abrazo para ti
ay se me olvidaba Mela la cancion de Rosanna ----Contigo ---una verdadera maravilla de sonido voz y letra acorde con la narración , Mela un fuerte abrazo de silencio que se hace canciones contigo ---rocio madrugador----jr.
ResponderEliminarPues vas a ser el primero que menciona a esta magnifica cantante
EliminarLa canción es una preciosidad, y me alegra que te haya gustado
Otro fuerte abrazo para un grandioso poeta... Para ti
Quéeeeeeeeee??? Emilia ha matado a Blas??? Nooooo, no puede ser.
ResponderEliminarBlas y Helena forman la pareja perfecta, se complementan, son el uno para el otro. O sea, que la pobre Helena está deseando ver a Blas todas las mañanas al despertar y Emilia lo mata. Noooo, no puede ser.
Estoy de acuerdo con Julia y con Yessy y con todos los que te digan que Blas no puede morir.
Besotes!!!
Bueno, vamos a ver, yo también estoy de acuerdo con todos los lectores que no quieran que Blas muera
EliminarFelicidades por tu santo
Besotes
no se,ha sido muy repentino,no esperaba esto.Que lo deje herido si,que lo mate no lo esperaba.No me gusta que muera Blas pero tu eres la autora y no se que pasara con Helena y con Nicolas.Besos.
ResponderEliminarHola, Ramón
EliminarEs muy lógico que no te guste que Blas muera... Es muy lógico y humano que a ningún lector le parezca bien el final de este capítulo
Vamos a ser pacientes, vamos a esperar los próximos capítulos y veremos, entonces, qué es lo que sucede
Besos
Querida Mela, un gusto como siempre leerte. Comenzaré por la canción por la sencilla razón que siempre olvido comentarte. Me encanta Rosana y el tema elegido es estupendo.
ResponderEliminarPaso a comentar tu obra. Te diré que disfruto esa perfección al escribir y describir que tienes. He podido ver ese paisaje e imaginarme esa aroma sentada en mi cocina leyéndote. Es hermoso. Al igual que el rostro de los amantes reflejando por la luz de la ventana.
Te cuento que mi padre también hablaba de la sal derramada, creencias antiguas que me han hecho recordarlo. Gracias por ello.
Las escenas que escribes tienen el punto y coma justo, perfecto. Hacen de la lectura un placer. Te felicito como siempre. En cuanto al final, aún tendremos que esperar, lo sé. Sin embargo quiero expresarte mi admiración. Solo una escritora segura de lo que relata puede hacer lo que tu haces. No es fácil dar un vuelco o provocar tanta sorpresa. Pero de eso se trata. De dominar las letras y la historia con talento. Como tú lo haces. Veremos que ocurre en el próximo capítulo. Sea lo que sea estoy convencida que estará escrito por una maestra como tú. Felicitaciones, amiga. Feliz fin de semana para ti.
Querida, Lou
EliminarLa verdad es que Rosana tiene canciones que enamoran... y esta es una de ellas... A alguien como tú, con tu sensibilidad, tenía que gustarle
Yo te he imaginado en tu cocina, leyendo el capítulo, y me ha encantado... Y me he sentido muy orgullosa y feliz de que mi novela viaje hasta tu hogar... Sé que contigo está en muy buenas manos
Tu padre y mi madre se hubieran llevado bien... En mi caso, era mi madre la que se soliviantaba si se derramaba sal... y yo me reía y me lo pasaba bien haciéndola rabiar
Gracias a ti por contarme lo de tu padre, un hombre que tuvo una hija maravillosa y que, seguro, que cuida de ti desde donde quiera que esté... porque un padre es para siempre, y esto último me lo dijo mi padre
Querida, Lou... Tú me tienes un gran cariño y este cariño se nota en cada palabra que me dices
Soy yo quien te admira a ti, no me cansaré de decírtelo nunca... Te admiro por tu escritura, porque me encanta como escribes, porque me haces querer a tus personajes, porque provocas en mí muchas reacciones cuando te leo
Te admiro por tu educación, por tu sencillez que te hace tan grande, por tu generosidad, por tu respeto... En fin, que estoy muy agradecida de tenerte como escritora, lectora y amiga... Que estoy muy agradecida de que nos hayamos encontrado en este planeta de blogs
Espero que estés disfrutando del finde
Muuuchos, muchos besos
Muchas gracias por tus palabras querida amiga. Un lujo haberte encontrado en el mundo de los escritores y amigos. Besos miles.
EliminarGracias a ti, preciosa amiga
EliminarMillones de besos, y ya te gané ;-)
---una brisa con sabora ambrosia y nectar movia las florecillas y las hojas de los arboles---y tras los cristales mudo mudaba el aire mientras que las estrellas desde el cielo le veían Mela , un rao de muguette fresco de rocio para ti ,....Mela feliz semana y un fuerte abrazo . jr.
ResponderEliminarGracias por ese ramo de muguet
EliminarTambién te deseo una muy feliz semana, y te mando un muy fuerte abrazo
No puedo creerlo.
ResponderEliminarBeso
Tu comentario es muy breve, pero creo saber lo que no puedes creer... Bueno, ya veremos un poco más adelante
EliminarBesos
Arturo y Emilia planearon matar a Helena porque no creo que disparar a Helena haya sido solo cosa de Emilia. El plan se ha vuelto contra ellos pero no puedo creer que Blas haya muerto. De verdad que no puedo imaginar a Helena y Nico sin Blas.
ResponderEliminarMe dejas impaciente por el siguiente capítulo hada escribiente. La canción, maravillosa.
Un beso.
Hola, Juan
EliminarDesde luego que si tenemos memoria vamos a recordar que Arturo Corona planeó algo con Emilia
Entiendo que es muy difícil imaginar a Helena y a Nico sin Blas... y es demasiado triste pensar que Blas esté muerto... En realidad, el final de este capítulo es horrible... yo sé que es horrible
Bueno, ya te adelanto que el próximo capítulo es muy desagradable... No debo decirte nada más, aunque me encantaría hacerlo
Sí, la canción es preciosa... o, maravillosa, como has dicho tú
Te mando otro beso