CAPÍTULO 31
PATRICIA Y SANDRA ENFURECEN A BLAS
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ara cenar había pollo horneado con tomates, chuletas de cordero recién asadas, muslitos de cangrejo, y patatas fritas de corte grueso. Emilia también había preparado una suculenta tortilla de patata con
cebolla, que era el plato preferido de Nicolás. El chiquillo se sentó al lado
de la mujer, en una de las cabeceras de la mesa; su tutor se encontraba en la
otra cabecera. La tele estaba en marcha, con una película navideña en pantalla,
pero nadie le prestaba gran atención. La señora Emilia y Elisa se habían
sorprendido, tanto como Blas, cuando vieron el aspecto de Patricia. Sin
embargo, ninguna de las dos efectuó comentario al respecto.
El teléfono sonó, fue
Blas quien contestó. Era Julián, el hijo mayor del señor Francisco y de la
señora Marina. Se le había olvidado contarle que Nicolás había tirado el
bozal de Hércules al barranco. El señor Teodoro le dio las gracias por la
información y le deseó buenas noches. Colgó el teléfono y volvió a sentarse.
Miró a Nicolás, severamente.
—Mañana le compraré un bozal nuevo a Hércules —comunicó
al chaval—, lo pagaré con dinero de tus ahorros. ¿A quién se le ocurre tirar
algo que no es suyo al barranco? ¡Sólo a ti! Y si el perro muerde a alguien, va a ser
responsabilidad mía.
Nicolás
continuó comiendo la tortilla de patata sin articular palabra.
“Malditos
Jaime y Julián”, pensó, furioso.
A Patricia le
pareció llegado el momento oportuno para intervenir en contra del chiquillo.
—Blas, no comprendo por qué permites
que Nico te cause tantos problemas —comenzó a decir con malicia—. Deberías
dejar de ser su tutor, y que sea su padre quien se ocupe de él.
El señor
Teodoro observó a la niña mientras hablaba. Tras escucharla, miró a Nicolás y advirtió que las palabras
de la muchacha le habían dolido. La señora Emilia estaba indignada. ¿Qué se creía aquella mocosa?
—Por muchos problemas que me cause,
nunca dejaré a Nico —afirmó Blas, mirando a Patricia, muy serio—. Ni permitiré
que él me deje a mí. Sobre todas las cosas, yo quiero a Nico.
Nicolás se
quedó perplejo ante la declaración de su tutor; Bibiana también se quedó
perpleja. Blas parecía muy sincero, pero
ella y Estela habían oído, perfectamente claro, que después de las vacaciones
de Navidad, el chiquillo iba a estar con su verdadero padre. El señor Teodoro
estaba mintiendo y mentía muy bien.
—¡Vaya! Por fin te oigo decir algo muy
bien dicho —felicitó Emilia a su hijo.
Patricia no
volvió a hablar. En su interior sintió un gran coraje. El señor Teodoro
comprendió que Nicolás no gozaba de la simpatía de la muchacha.
Transcurrida
la cena, el joven tornó a curar la espalda del niño. Se
contentó porque la mejoría era espectacular. Elisa le dio un analgésico a
Natalia para aliviar el dolor de su mejilla. Más tarde, todos se reunieron para ver
la tele. Patricia reanudó el ataque.
—Nico, Blas te ha dicho antes que te
fueras a la cama nada más terminar de cenar —le recordó con mala intención.
El señor
Teodoro había olvidado aquella orden, y el niño también. El muchacho, con muy mala cara, se levantó
del sofá y salió del salón rumbo a su habitación. ¡Patricia era repugnante!
Blas observó a
la chiquilla, atentamente. No le gustó nada lo que acababa de suceder.
—¿Por qué le tienes tanta manía a
Nico? —le preguntó sin rodeos.
—No le tengo manía —mintió la niña,
mirando al joven con carita inocente—. No me gusta que te tome el pelo, eso es
todo.
Natalia se
revolvió en el sofá, irritadísima.
—¡Eres
lo peor de lo peor! —gritó, furiosa—. Antes le has llamado gilipollas e
hijo de puta y le querías agredir con el tacón de tu zapato y, a Nico, no se le
ha ocurrido ir a chivarse a Blas.
El semblante
del señor Teodoro enrojeció bruscamente tras oír a Natalia. Miró a Patricia,
muy enojado. De ninguna manera admitía ese tipo de vocabulario soez.
—Si no fueses amiga de Nat y una
invitada de Elisa, mañana mismo prepararías tu equipaje y te llevaría a tu
casa —declaró—. No vuelvas a insultar a
Nico ni a intentar pegarle. Si él te hace algo o se mete contigo, me lo dices a
mí. ¿Te queda bien claro?
La muchacha
asintió, sumisa. El señor Teodoro se levantó y abandonó el salón. La señora
Emilia se presentó en su habitación cuando el joven ya se había puesto el
pijama.
—Quiero que vayas al cuarto de Nico y
le aligeres el castigo que le has determinado para mañana —le dijo con firmeza—.
Y no me iré de aquí hasta que no lo hagas.
Blas sonrió,
meneando la cabeza.
—Nico tiene una abogada terrible —manifestó—.
Está bien, lo haré —accedió.
El joven subió
a la habitación de Nicolás. El niño estaba metido en la cama, pero aún no
dormía. El muchacho se sorprendió e inquietó al ver a su tutor.
—Voy a rebajar tu castigo de mañana —le
comunicó el señor Teodoro, amigablemente—. Te perdono las dos mil frases. Me
conformo con que resumas el tema y hagas los ejercicios.
El chiquillo
no esperaba algo así y se sintió aliviado.
—Gracias, Blas —murmuró, agradecido.
—Dale las gracias a mi madre —respondió
su tutor—. Buenas noches, Nico.
—Buenas noches, Blas.
Más tarde, el
señor Teodoro volvió a subir a la habitación de Nicolás; creyó que el niño
estaba dormido pero se equivocó. El chiquillo permanecía despierto y reconoció el perfume inconfundible de la colonia que usaba su tutor. El jovencito, extrañado por la
entrada a hurtadillas del hombre, fingió estar en posesión de Morfeo.
Blas acarició
suavemente su cabello y, posteriormente, le dio un beso en la cabeza.
Seguidamente, se marchó del mismo modo furtivo que había llegado.
El chiquillo
sonrió, agradablemente sorprendido, y se sintió feliz. A su mente acudieron las palabras que Blas le
había dicho aquella noche a Patricia. “Sobre
todas las cosas, yo quiero a Nico”.
“Yo
también te quiero Blas”, pensó el muchacho. “Y me parece que no eres tan ogro como yo creía”. "¡No puede ser que hayas venido a darme un beso!" “Intentaré portarme mejor para que te sientas orgulloso de mí”.
Al cabo de un
rato, Nicolás se quedó profundamente dormido, con una sonrisa dibujada en sus labios.
Por la mañana, Sandra llegó a las ocho treinta a villa de Luna. La señora Emilia se había levantado temprano y le abrió la puerta de la cocina.
—Has venido muy pronto —comentó la
madre de Blas—. ¿Has desayunado?
—He madrugado porque he pensado que la
casa estaría patas para arriba —contestó la joven—. Me vendrá bien un tazón de leche.
Me parece que hoy tendremos un día nublado.
—Bienvenido sea, un nuevo día al fin y
al cabo. Nos hemos arreglado bien, no vas a encontrar la casa tan mal como
crees.
Sandra estuvo
hablando con la señora, mientras tomaba un tazón de reconfortante leche
caliente acompañada de unos bollos. Al terminar, se dirigió hacia la habitación
de Nicolás. Casualmente, Blas salió de su cuarto y oyó unos pasos que ascendían a la segunda
planta. Sintió curiosidad y subió lentamente las escaleras. Vio cómo Sandra abrió, impetuosamente,
la puerta de la habitación del chaval. Al señor Teodoro le disgustaron los
modales de la chica; se quedó parado muy cerca, escuchando.
—¡Levántate
enseguida, Nico! —gritó Sandra, despertando al chiquillo de un buen susto.
La joven había
encendido la luz, y Nicolás miró el despertador sin apenas abrir los ojos. Eran
las nueve menos cuarto.
—¿Estás loca? —preguntó, enfadado— ¿A
qué viene tanta prisa? ¿Se está quemando la casa? Me puse la alarma a las nueve
y cuarto. Por tu culpa he creído que me había dormido.
—¡Te
digo que te levantes ya! —insistió Sandra— Y no me repliques o le diré a
Blas que me faltas al respeto. Tienes que hacer tu cama, ducharte,
vestirte, y asear muy bien el cuarto de baño. También tienes que hacer la cama
de Nat, sabes que ella nunca se la hace. Y tienes que bajar a desayunar.
—Tengo tiempo de sobra —declaró el
chiquillo, molesto.
—¡Que
te levantes ya, te digo! —le
ordenó Sandra, implacable.
Nicolás se
sentó en la cama; Blas continuaba escuchando, sintiendo que la sangre que
recorría sus venas entraba en ebullición. Y todavía le faltaba por escuchar lo
peor.
—Pensaba que ibas a estar más amable
conmigo después de que te salvé del tipo que te agarró el otro día—reprochó el
muchacho, dolido—. Y encima, me gané una pedrada en la frente.
—Eso es agua pasada y merecías de sobra el chichón —declaró Sandra,
desagradecida— ¡Levántate ya! ¿Quieres que llame a Blas?
—No es necesario. Estoy aquí —respondió
el señor Teodoro, entrando en la habitación.
Su cara estaba
descompuesta por la falta de serenidad que lo dominaba. Sandra y Nicolás lo
miraron, asustados. Ambos se hicieron la misma pregunta. ¿Habría oído algo que no debiera oír?
—Sandra, no vuelvas a subir a
despertar a Nico —ordenó Blas, fríamente—. Él tiene un despertador. Si no está
en la cocina a la hora del desayuno, seré yo quien suba a buscarlo. A partir de
ahora, yo revisaré la habitación y el cuarto de baño del niño. Despierta a las
niñas, y dile a Nat que si no hace su cama volverá a acostarse por el mismo
agujero que se levanta. Su primo no le hará la cama nunca más.
Un escalofrío
recorrió el cuerpo de Sandra y el de Nicolás.
Si el señor Teodoro había oído
aquello, lo había oído todo.
—Antes de desayunar os quiero, a ti y a
las niñas, en mi despacho —siguió hablando el hombre con frialdad.
—Como tú digas —susurró Sandra,
saliendo de la alcoba.
El señor Teodoro
y Nicolás se quedaron solos. El joven miró al niño, muy serio.
—A ti te voy a enseñar a no mentirme
ni a ocultarme nada —le dijo duramente.
El muchacho seguía sentado en la cama con la cabeza agachada. Estaba muy nervioso; era obvio que Blas lo había escuchado todo.
—Ve inmediatamente al cuarto de baño —le
ordenó con aspereza—. Dúchate, te vistes, y no hagas nada más. Te
quiero en mi despacho ya.
El niño se levantó
de la cama, y se calzó unas chinelas azules.
Tenía a su
tutor frente a él y se quedó inmóvil porque no se atrevía a dar un paso. Temía
que, allí, iban a haber más que palabras. Blas lo agarró por un brazo y lo
empujó hacia el cuarto de baño, propinándole un cachete.
—¡Tú
tienes mucho miedo y muy poca vergüenza! —le gritó, hecho una furia.
Cuando Nicolás
terminó de asearse salió del baño; su cama estaba hecha. El señor Teodoro ya se había ido. Se vistió con rapidez y salió al pasillo. La puerta de la
habitación de las niñas permanecía abierta. Las muchachas y Sandra se encontraban dentro.
—Tenemos que ir al despacho de Blas —dijo
Nicolás, preocupado—. Nos ha oído discutir y…
—¡Ya nos hemos enterado! —atajó
Natalia, intranquila— Nos espera un buen rapapolvo. ¡Tú y Sandra calladitos estaríais doble guapos!
El chiquillo observó que la cama de su prima lucía impecable. Los cinco bajaron las escaleras
y entraron en el salón donde las lucecitas del árbol y del Belén danzaban, alegremente, anunciando en silencio que era Navidad. Se aproximaron al despacho, y Sandra llamó a la puerta.
—Pasad —oyeron decir a Blas,
secamente.
El señor Teodoro había
imaginado que todos bajarían al mismo tiempo y no había errado. También imaginó
que Nicolás sería el último en entrar y estuvo acertado. El quinteto se ubicó
de pie, delante de la mesa. Blas estaba sentado en su silla rotatoria, y los
contempló con acritud.
Págs. 229-236
Bueno, por fin esa deslenguada de Sandra se ha puesto en evidencia con quien no esperaba. A ver qué saca Blas de la situación, a ver si empieza a atar cabos y se da cuenta de que Nico jamás actúa con maldad, aunque haga cosas que no estén bien vistas.
ResponderEliminarBuen capítulo, Melita.
Hola, Nena!! Nico tiene una gran defensora contigo. Veremos qué pasa en ese despacho el próximo capítulo...
EliminarUn abrazo, Nena.
Me parece muy bien que Blas haya pillado in fraganti a Sandra. Y Patricia tambien pedía un freno.
ResponderEliminarSigues trazando una linea, Mela, y creo que va directa a una fatalidad. He visto en el índice que el capítulo 33 se titula Se desencadena la tragedia. Ahí pienso que estará la fatalidad. Me ha sabido a poco.
Buen fin de semana
Hola, Anónimo. Veo que te vas fijando en el índice. Veremos qué pasa en el capítulo 33, pero primero tendremos que leer el 32.
EliminarMe alegra que te haya sabido a poco.
Buen fin de semana para ti también.
Diría que les espera a los chicos una buena regañina... Fíjate que a pesar de la que les viene encima, yo me marcho hoy con muy buen sabor de boca y es que la cena que describes, me supo deliciosa :) Un beso
ResponderEliminarjajajajajaj Lo que ocurre es que es más o menos hora de comer (yo aún no he comido) y se nos abre el apetito con la cena del Clan.
EliminarUn beso, Mere. He visto que has publicado, pasaré lo antes que me dejen.
Ya era hora!!! Y parece que es sólo el comienzo
ResponderEliminarBesos
Ya tenías ganas, eh!! Sí, parece sólo el comienzo...
EliminarFeliz domingo, Silvia!!
Besos!!
La última, pero más vale tarde que nunca jejejejejej ayer estuve todo el día en la cama con un resfriado !!!!!! Lo que yo te diga Mela, el pobre Nico me parece el Pupas, y a ver si ya van saliendo algunas cositas a flote y empieza lo bueno.......
ResponderEliminarUn beso.
Hola Lidia!! ¡Dichosos resfriados! Espero que estés repuesta para afrontar la semana. ¡A tomar leche calentita con miel!
EliminarMe alegra que hayas podido leer el capítulo. ¡Nada, que tú ya le has puesto un seudónimo a Nico!
Ya he visto a Ruskito y me ha gustado mucho.
Un abrazo!!
Cuánto me alegra que a la tonta de Sandra la haya pillado in-fraganti Blas, al menos ahora nadie tendrá que decir que no ha pasado nada. Y espero que cuenten lo que tengan que contar y esta señorita engreída no siga abusando así de los niños. YO también estoy con Lídia, pobre Nico en verdad que parece el Pupas... jajajaja
ResponderEliminarBesitos!
Hola FG!!
EliminarSí, Sandra ha sido pillada infraganti. La verdad es que se merecía ser pillada.
Nico, el Pupas... jajajajajaj ¡Sois dos bichos tú y Lidia! Bueno, la verdad es que Nico siempre está recibiendo pero también es verdad que el niño está metido en todas las salsas. Y se olvida con muchísima facilidad de reprimendas o castigos.
Besos!!!
El Teodoro este, en una empresa, el cuello de botella por el que todo tiene que pasar...
ResponderEliminarHola Kikas, me encanta verte. Yo diría que Blas Teodoro no te cae muy bien.
EliminarHola Mela, me estoy poniendo al día con tus capítulos, que entre una cosa y otra los tenía abandonados, pero ahora es mejor porque tengo un montón para leer de golpe! je,je
ResponderEliminarSandra... ya era hora Mela, que la hayas puesto en su sitio jajaja, se lo merecía!
La cena maravillosa, son las 11 aquí ,hace varias horas que he cenado, y voy a atacar el frigorifico de nuevo jajaja
Besos
Hola Lorena!! ¡Qué gracia, hace un momento que vengo de tu blog!
EliminarAquí, son las 0:30 casi. Ya hace rato que he cenado. Yo no vuelvo a atacar el frigorífico, eh!! Me alegra que tengas unos cuantos capítulos por delante y espero que los disfrutes.
Besos, guapa!!
Patricia me da pena,es una chica carente de afectos y por creerse enamorada va perdiendo incluso a quien desea conquistar,es niña y no sabe hacerlo.Que bueno que Sandra haya quedado al descubierto ya que se abusaba de Nico debido a lo estricto que es Blas,y que bueno que Blas haya escuchado todo así pueda ayudar a Nico,aunque seguro el niño no se atreva a ser sincero,le pasa de todo al muchacho pero si no aprende a ser sincero con los que lo aman y pueden cuidar esto no va a mejorar,tendrá castigos que se ven injustos aunque en realidad se lo merece por no confiar en Blas y en ningun otro adulto tampoco,podría contarle todo a Emilia o Elisa.Y de este capitulo lo que más me gusta es ver que la dureza de Blas ha de caer en todos esta vez no será todo en las espaldas de Nico! ya eso es bueno!
ResponderEliminarjajajajaja Sí, esta vez no pagará todos los platos rotos Nico.
EliminarEstoy muy de acuerdo con tus razonamientos, estás entendiendo muy bien esta historia.
También me encanta que Nico haya estado despierto mientras Blas acariciaba su frente,ahora el sabe cuanto le quiere,y el lo quiere también,en este nivel pienso que si Bolas es su padre debería ser menos estricto en exigir sinceridad porque el muchacho cuando sepa la verdad se sentirá ofendido de que quien le exigía la verdad siempre le haya mentido toda la vida.
ResponderEliminarPues sí Hada Isol, como Blas sea el padre de Nico va a tener un gran problema con el niño y mucho que explicar. Veremos...
ResponderEliminarQue tierno Nico..."Intentaré portarme mejor para que te sientas orgulloso de mí" .... Creo, que Blas por mucho que regañe a Nico... YA ESTÁ orgulloso de él, (una cosa, no quita la otra).
ResponderEliminarEsperemos que Blas haya oído todo y por fin se haga justicia, veremos quién es el primero en "cantar"... jajaja
Muchos besos
Hola Susana!!
EliminarA mí también me parece que Blas está orgulloso de Nico.
Sí que ha oído cosas... veremos quién canta.
Muchos besos!!!
Y yo me pregunto, ¿por qué siempre los manda a su despacho? Ni que fuera la sala de tortura XDDD
ResponderEliminarjajajaja Vamos a ver, en una casa, cuando hay despacho... normalmente las riñas se celebran allí. jajaja
EliminarPues me parece muy incómodo XD tener que discutir algo y tener que dejarlo para luego pudiendo hacerlo en el momento...
EliminarQue vivan los pisos de 50 m. cuadrados XDDDD
¡Qué vivan pues! ;-)
EliminarA Sandra y a Patricia les ha frenado los pies, y a Nico le ha rebajado el castigo. Ahora viene el juicio de Nüremberg. Mano dura a esos golfillos, Blas.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Antonio... algo de freno ha habido.
EliminarVeremos qué pasa en ese juicio ;-)
Saludos
Parece que ahora mismo quien tiene la sartén por el mango es Blas con esos 5 dentro, jaja
ResponderEliminarSí, desde luego, eso parece ;-)
EliminarBueno, a ver que sucede, ya no sé que hará Blas, todo lo que hace
ResponderEliminares contra los niños y no les da un resquicio de fe, espero que ahora cambie
y abra los ojos.
Trepidante capitulo que nos deja en ascuas.
Mañana más o esta tarde lo mismo vuelvo
para ver como termina esto.
dejo besos volados por si las moscas
me salpica lo que se avecina.
Bueno, ya veremos si Blas cambia de actitud... cosa difícil
EliminarCuando tú quieras o puedas... la novela aquí te espera
jajaja... Tranquilo, no te salpicará... o a lo mejor sí... jajaja
Besos volados