CAPÍTULO 14
BIBIANA SE ASUSTA
Y NATALIA SIENTE CELOS
E
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milia y Elisa se encargaron de terminar de preparar
la cena y el señor Teodoro colocó servilletas, cubiertos, platos y vasos sobre la mesa del
salón. Las niñas, sentadas encima de la alfombra, apoyaban sus cabezas en el
sofá donde estaba recostado Nicolás. El señor Teodoro se acercó al abeto y encendió sus luces. A continuación, encendió las luces del Belén y puso en marcha la tele. Las
chiquillas contemplaron, deleitadas, el juego de luces. Mientras unas se encendían,
otras se apagaban, y cambiaban de color. Aquella visión les mejoró el ánimo; se
trataba de un auténtico baile y festival de tonalidades. El señor Teodoro se
inclinó hacia Nicolás y examinó la protuberancia de su frente. La hinchazón era
más pequeña y tenía mejor aspecto.
Cuando la cena estuvo servida, la señora Emilia espabiló a
Nicolás y el niño, después de lavarse las manos, se sentó a la mesa. Como plato
principal había salmón. Generalmente, Nicolás y Natalia protestaban cuando
tenían que comer pescado pero, en esta ocasión, ninguno se quejó. Los mayores
conversaban sobre temas triviales; los niños se mantenían en silencio, muy
formales.
De pronto, Elisa se dirigió a Patricia y a Bibiana.
—¿Habéis llamado a vuestros familiares para
decirles que estáis bien? —les preguntó. Las niñas asintieron y ambas estaban mintiendo.
—Hemos
llamado con el móvil de Nat—se inventó Patricia.
—Podéis
llamar cuando queráis —concedió Elisa—. Y, por supuesto, ellos también pueden
llamar aquí. Será todo un placer felicitarles las navidades.
Al cabo de un rato sonó el teléfono fijo, la
señora Emilia se levantó para atender la llamada. Era su vieja amiga Estela, preguntando
qué tal se encontraba Nicolás.
—Está
terminando de cenar —respondió la madre del señor Teodoro—, está bastante bien.
Sólo ha sido un susto, gracias a Dios.
La conversación se alargó diez minutos y al
final de ella, la señora Emilia invitó a la señora Estela y a su hija Gabriela a pasar la Nochebuena
con ellos. Colgó el teléfono, sonriendo.
—La
buena de Estela estaba muy preocupada por Nico —comentó.
Nicolás había terminado de cenar y llevó sus
platos, vaso y cubiertos a la cocina. Después de enjuagarlo todo en el
fregadero, lo metió en el lavavajillas. Volvió al salón sin saber bien qué
hacer; dudaba sobre si sentarse de nuevo en su silla o en una butaca. Faltaba
poco para que empezara en la tele una serie que le gustaba, pero no creía tener
la suerte de poder verla. Y tenía razón, el señor Teodoro lo envió a su cuarto, le dijo que
se lavara los dientes, se pusiera el pijama y se acostara. También le dijo que, a la mañana siguiente, quería verlo en
su despacho a las diez. Nicolás dio un beso a las mujeres y a las niñas antes de marcharse del salón.
—No
se te ocurra amargarle el día al chiquillo, mañana —avisó la señora Emilia a
su hijo—. Por la noche quiero celebrar, con tranquilidad, la Nochebuena.
—Voy
a castigarlo, mamá —afirmó el señor Teodoro, rotundo—. Pero, tranquila, por la
noche celebraremos en paz la Nochebuena.
—Gracias
a Dios no ha pasado nada irremediable y el niño no va a volver a hacerlo —argumentó la señora Emilia.
El señor Teodoro se levantó sin decir nada y
comenzó a aflojar la hebilla de su cinturón. Patricia y Bibiana lo miraron, angustiadas.
Bibiana se puso en pie de un salto. Sus ojos, color esmeralda, estaban
llorosos. En un acto de valentía, se aproximó al joven y sus pequeñas manos pretendieron sujetar las de éste. El señor Teodoro se quedó inmóvil, sin entender
qué le ocurría a la niña.
—No
vayas a pegar a Nico, por favor —suplicó Bibiana, llorando—. Eso duele mucho.
El señor Teodoro se dio cuenta de que la
muchacha miraba, con terror, su cinto.
—¿Crees
que voy a pegarle a Nico con la correa? —indagó, perplejo—. Yo no sería capaz
de hacer tal cosa, Bibi. Cálmate, te lo ruego. Nunca haría daño a Nico. ¿Cómo
has podido pensar algo tan feo?
La niña no contestó; soltó las manos del
hombre, sintiéndose ridícula, y salió corriendo hacia su habitación.
La señora Emilia, Elisa y el señor Teodoro se miraron,
confusos.
—¡Es
que pareces un bruto! —acabó diciendo la señora Emilia, enfadada—. ¡Ya has visto lo que
has conseguido, asustar a la pobre Bibi!
—Vamos
con ella —decidió Natalia—, nosotras la calmaremos. Natalia y Patricia se
marcharon para reunirse con su amiga.
—Creo
que a esa niña le pegan en casa —manifestó Elisa con semblante grave—. Ha
dicho que eso duele mucho, como si lo
supiera por experiencia propia.
—¿Qué
clase de animal podría pegar a una niña con un cinturón? —preguntó el señor Teodoro, escandalizado.
No obstante, en Kavana, no era extraño encontrar actos brutales contra menores ya que estaba permitido el correctivo físico "prudente" aunque, en muchos casos, la imprudencia era desmesurada.
⍵⍵⍵
Natalia y Patricia no encontraron a Bibiana en
la habitación que compartían, por lo tanto, fueron al cuarto de Nicolás. Y allí
se hallaba su amiga, llorando, abrazada al chiquillo.
—¿Qué
ha pasado? —preguntó el chico, alarmado—. No he conseguido que me diga nada y
no para de llorar.
Natalia explicó a su primo lo sucedido.
Nicolás secó con un pañuelo la cara húmeda de Bibiana.
—Has
sido muy valiente —le dijo con cariño—, pero no era necesario. Deja de llorar.
Blas nunca me ha pegado violentamente. Me ha dado algún cachete, algún tirón de
orejas o algunas palmadas en el trasero pero nunca me ha dado una paliza y,
mucho menos, con una correa. ¿Te quieres tranquilizar de una vez?
Poco a poco, Bibiana se fue serenando.
—Lo
siento —murmuró, hipando—. Estoy avergonzada, debes pensar que soy imbécil.
—Nada
de eso —la contradijo el muchacho—. Me pareces muy valiente, te has enfrentado a Blas
por defenderme. Muchas gracias —el niño sonrió.
—Es que a nosotras sí que nos pegan —confesó
Patricia con rencor—, tienes mucha suerte de que Blas no lo haga.
—Me
vais a tener que contar quiénes os pegan —exigió el chiquillo—, y os aseguro
que, yo mismo, les daré tal paliza que jamás se les ocurrirá volver a tocaros.
Nicolás sospechó que a Bibiana debía pegarle
su padrastro y, a Patricia, algún cliente de su madre.
Paulatinamente fueron cambiando de tema.
Todos se preguntaban quién podría ser la persona que atacó a Sandra y a Nicolás.
—Me
gustaría pillar a ese cafre —aseguró el chaval—. Me temo que mañana no podrá
ser. No creo que Blas me deje salir. Y vosotras, no vayáis a la montaña. Ese
tipo puede ser peligroso.
—Nosotras
haremos lo que queramos hacer —declaró Natalia queriendo chinchar a su primo—.
Nosotras no estamos castigadas. La niña
se rió y Nicolás le lanzó una mirada negra.
—Puedo
contárselo todo a Elisa —amenazó el muchacho.
—¿Y
qué? —desafió su prima—. Elisa no nos va a mantener encerradas en casa. Sin
embargo, si Blas se entera, a ti se te cae el pelo.
Natalia consiguió encolerizar a Nicolás, que
cogió su almohada y la arrojó contra la chiquilla. En aquel preciso momento se
abrió la puerta de la habitación y apareció el señor Teodoro en el umbral. Natalia esquivó
el almohadón que fue a chocar contra el cuerpo del joven. Los niños lo
miraron, intranqui los. El señor Teodoro llevaba puesto el pijama; había
subido para comprobar si Nicolás dormía.
—Id
a vuestro cuarto y acostaros —ordenó a las niñas, esforzándose por que el tono
de su voz no sonara duro. No quería volver a asustar a la dulce Bibiana. Se
alegró de que la pequeña pareciera haberse recuperado. Las muchachas se fueron
de inmediato. Entonces, se aproximó a la cama del chiquillo y dejó la
almohada en su lugar.
—Duérmete
ya —dijo a Nicolás en un tono completamente diferente al empleado segundos
antes.
El niño se acostó y se tapó con la sábana
hasta el cuello y hubiese querido cubrirse la cabeza también. Cerró los ojos, y
el señor Teodoro se marchó.
Aquella noche, cuando todos dormían, estalló
una fuerte tormenta en Luna. El cielo
se llenó de nubarrones negros, los relámpagos iluminaban la montaña, los
truenos explotaban y retumbaban, feroces. El agua caía del cielo como si el
mar se estuviera desbordando. Un trueno bestial despertó a Natalia, oyó la
tempestad que se había desencadenado y vio el reflejo de los
relámpagos a través de la puerta acristalada. Sonrió, con travesura, y pensó ir al cuarto de Nicolás. Salió de su habitación y encendió la luz del rellano.
La sorpresa que le aguardaba no le gustó nada. Sus amigas, Patricia y Bibiana, estaban acostadas en la cama de su primo, que se hallaba en medio de ambas. Unos celos coléricos se
adueñaron de la jovencita.
—¡SOIS UNAS TRAIDORAS! —gritó a pleno
pulmón.
Los chiquillos durmientes se despertaron muy
sobresalta dos. Nicolás se sorprendió sobremanera, al ver
metidas en su cama a Patricia y a Bibiana.
—¡Nat!
—dijo, furioso, pero sin levantar la voz—. ¡No grites de esa forma! ¿Estás
loca? ¡Vas a despertar a Blas!
Los ojos marrones de su prima despedían fuego.
—¡Me
trae sin cuidado despertar a Blas!—siguió gritando—. ¡Paddy y Bibi, sois unas
cerdas! ¡ME HABÉIS DEJADO SOLA, SIN
AVISARME!
—Nos
ha despertado la tormenta —explicó Patricia—, tú estabas durmiendo
tranquilamente, no quisimos molestarte.
—¡TODO EXCUSAS! —vociferó Natalia—. ¡ME HABÉIS TRAICIONADO Y OS HABÉIS METIDO EN
LA CAMA DE MI PRIMO! ¡SOIS UNAS
COBARDES! ¡LE TENÉIS MIEDO A UNA ESTÚPIDA TORMENTA! ¿Y A TI, QUÉ? —increpó a
Nicolás, rabiosa—, ¿TE GUSTA QUE LAS
CHICAS SE METAN EN TU CAMA?
El chiquillo perdió la paciencia, se levantó y
cogió a Natalia por los brazos, zarandeándola, sin excesiva brusquedad.
—¡Haz
el favor de callarte! —susurró, nervioso—. ¡Deja ya de gritar!
Pero era un poco tarde para remediar la
situación, los estridentes chillidos de Natalia habían despertado al señor Teodoro que
entró en la habitación con cara de sueño y de pocos amigos. Nicolás soltó enseguida
a su prima. El señor Teodoro miró a los cuatro niños, seriamente, y se cruzó de
brazos esperando a que alguien le diera una explicación.
Sin embargo, ninguno de los niños parecía
dispuesto a despegar los labios.
—Paddy y Bibi, por favor, ¿os queréis levantar
e ir a vuestras camas?—pidió el hombre con buenos modales. Patricia y Bibiana obedecieron; sus
semblantes estaban de color bermellón.
—Los
truenos nos han despertado —quiso excusarse Patricia—, teníamos miedo y
hemos venido a dormir con Nico. Él no se ha enterado de nada. Nat se ha
enfadado porque no la hemos avisado. El
señor Teodoro asintió sin hacer ningún comentario.
—Mañana
deberías castigar bastante a Nico —dijo Natalia, que continuaba muy enojada.
Todos la miraron—. Yo le avisé de que la pendiente era muy peligrosa y no me
hizo caso. Pasó de mí y se lanzó con el monopatín.
—Nat,
está muy mal lo que acabas de hacer —le reprochó Bibiana, disgustada.
—Me
da igual —contestó la niña, desafiante. Miró a Nicolás; el chaval le dedicó una mirada gélida. A continuación,
apartó su vista de ella.
—¡Marcharos
a vuestra habitación, ya!—ordenó el
señor Teodoro que empezaba a perder la calma.
Págs. 91-98
Mela, gracias por poner el siguiente capítulo, que ya parezco las yayas esperando la novela de la sobremesa jajajajajjaja
ResponderEliminarMe encanta de la manera tan natural en que está escrito, me siento muy identificada.
Un beso.
Un beso a ti, preciosa, y muchas gracias por seguir la historia. Fuiste mi segunda seguidora y nunca te olvidaré. En cuanto pueda publico el siguiente capítulo.
ResponderEliminarUn capítulo muy entretenido. Me da pena Bibiana, pobre criatura.
EliminarNatalia tiene rabietas, propias de la niña malcriada que es.
Hola, Nena!! Me alegra verte por aquí. Y me encanta que los personajes te motiven para tener impresiones. Me alegra que te haya gustado el capítulo. Un besazo!!
ResponderEliminarVaya!!! Solo faltaban los dichosos celos por medio, son precisamente los peores aliados de nadie, porque no dejan pensar ni razonar. Seguro que mañana Natalia estará de lo más arrepentida.
ResponderEliminarBesitos!
Estoy muy de acuerdo contigo, pero ¡qué difícil es no padecer de celos en alguna ocasión! Y es verdad, con celos, no se puede pensar ni razonar con claridad.
EliminarBesitos a ti!!
Uys los celos nunca son buenos! Nat que habrá soportado menos? que sus amigas fueran con Nico porque son sus amigas o ver a Nico con otras chicas recostado???? Muy buen capitulo!
ResponderEliminarHola Hada Isol, yo creo que todavía le ha sentado peor, precisamente, porque son sus amigas. ¡Ay, los celos!
EliminarUn beso!!
Los celos..... no puede ser, un chico, tres chicas.... esto puede acabar en batalla campal.
ResponderEliminarBesitos
jajaja Me parece que la balanza no está compensada, no.
EliminarBesos
Con amigos como estos, ¿para qué tener enemigos?
ResponderEliminarQuerido Kikas, vengo del blog de Silvia(Mientrasleo), me has hecho perder la seriedad y la compostura.
EliminarRespecto a los amigos... ¡cuántas decepciones y desengaños en ocasiones! ¡Y cómo duele hasta que lo aceptas!
Besos
No seas tan seria y tan compuesta y no perderás entonces nada...y verás que todo es mucho más divertido
ResponderEliminar;-)
No creas que soy tan seria, tengo momentos. A veces soy la más seria, otras la más alocada.
EliminarEsta historia sí que es seria, lo acabarás comprobando. Cuesta bastante averiguar su tema central.
¡Feliz finde!
Vaya con los celos, nunca traen nada bueno! Ya hemos vuelto a ver a la Nat del mal genio xD Y me ha dado mucha pena por Bibiana, pobre chica, lo que debe sufrir en casa :(
ResponderEliminarContinuo un par de capítulos más :)
Hola Siwan, tienes mucha razón, los celos no traen nada bueno.
EliminarSí, Bibiana, no tiene una familia normal.
Me parece estupendo que continúes.
Besos
Sí que son malos los celos. Menudo numerito montó esa chiquilla. Llevo unos cuantos capítulos preguntándome si existen las video consolas en ese país donde se desarrolla la acción. Nadie las menciona para nada. :)
ResponderEliminarBesitos.
Hola Antonio... los celos siempre son malos, pero muchas veces, algo inevitables.
EliminarSí existen las vídeo consolas, ordenadores, móviles.
La época en la que se desarrolla la historia es muy actual.
Besos
Nico va a tener que cerrar la puerta con llave para dormir, que puede haber tormentas de todo tipo... claro que de día y en la calle nadie le echa un cable sino que todo se alía contra él, debe ser gafe el pobre!
ResponderEliminarHola María... Me alegra leerte ;-)
EliminarNico no es gafe exactamente... pero sí parece tener un imán que atrae los problemas ;-)
Besos
Vaya tela, estos niños ni dormidos dejan de liarla
ResponderEliminartremendo Mela. Eso es un no parar y me encanta que pasen cosas
que todo suba y baje, así es muy entretenido y la historia
gana en emoción, enhorabuena.
Gracias por la lectura
mañana más guapetona.
Besos!!!!
Hola Cielo... jajaja... Bueno, dormidos lo que se entiende por dormidos, no estaban cuando la liaron ;-)
EliminarGracias a ti por ser un estupendo lector
Pues hasta mañana
Besos!!