CAPÍTULO 4
NICOLÁS, BRUNO, ROMEO Y JULIETA
—S
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andra está en la cocina —comentó Elisa—.
Estamos preparando una cena que, espero, os guste.
Sandra Blasco
era una joven de veinticinco años que vivía en Luna, en casa de sus padres. En época de vacaciones iba casi todos los días a villa de
Luna para ayudar a Emilia y a Elisa en sus quehaceres. Era una muchacha delgada
y coqueta. A su melena castaña le había añadido unas mechas rubias y solía
llevar el rostro maquillado en exceso.
—Supongo que esperaremos a Nico para
cenar —dijo Natalia.
—Por supuesto —contestó su tía—. No
creo que tarden mucho en llegar. Por cierto —agregó en tono temeroso—, también
se quedarán a cenar tío Bruno y tus abuelos.
—¿Qué?
—gritó Natalia, espantada—. ¡No me digas que vienen tus padres!¡Qué horror!¿A
qué santo?
—Cariño, ten paciencia —intentó
apaciguarla Elisa—, se trata sólo de una cena. No creo que se queden a dormir.
Prométeme que procurarás…
—¡No prometo nada! —atajó Natalia,
furiosa. Sus ojos almendrados chispeaban, rebeldes.
Elisa suspiró,
preocupada. No se había equivocado cuando temió que la reacción de su sobrina, ante la noticia, no iba a ser buena.
Blas Teodoro
creyó llegado el momento de intervenir.
—Nat, acompaña a tus amigas a la
habitación—dijo con suavidad—. Así, podrán ir deshaciendo su equipaje.
La niña le
lanzó una mirada relampagueante y salió del salón, seguida por Patricia y
Bibiana que no acababan de entender qué estaba sucediendo. Lo que parecía muy
claro era que a Natalia no le gustaban sus abuelos. ¿Sería ésta una rabieta más de su amiga o en esta ocasión tendría razón
para obrar de aquel modo?
Subieron las
escaleras y llegaron a la primera planta, allí vieron seis puertas cerradas. Tuvieron que ascender otro tramo de escaleras para alcanzar el segundo piso; tres puertas más permanecían cerradas. Natalia se dirigió a la del fondo del rellano y la abrió.
Encendió la luz; era una habitación grande con una decoración agradable. Las
paredes estaban pintadas de un color rosa vivo, en el techo gris brillaban cinco ojos de buey. Unas colchas con tonos rosas y grises cubrían tres camas donde cabían dos personas, por lo
menos. Al lado de cada cama había una mesita con tres cajones. Encima de las
mesillas descansaban unas atractivas lámparas de diseño juvenil. El suelo estaba
completamente alfombrado, como el resto de la casa. Una de las paredes del cuarto estaba ocupada por las puertas de un monumental armario empotrado. Sobre las cabeceras de
las camas colgaban cuadros de paisajes, tan reales, que producía el efecto de
que parte de la montaña que rodeaba la vivienda estuviese dentro de la alcoba.
—¿Es ésta tu habitación? —preguntó
Patricia a Natalia.
—No —negó la
niña—, la mía está abajo, en la primera planta. Elisa se ha encargado de
prepararnos ésta para que podamos dormir las tres juntas. Nico dormirá en el
cuarto de al lado.
—Tu tía es encantadora —declaró
Bibiana—. ¿Por qué te has enfadado tanto al saber que vienen tus abuelos? —preguntó, curiosa.
Natalia se
sentó sobre una de las camas antes de contestar.
—Son unos asquerosos —aseguró, dolida—,
creo que me odian porque mi madre murió cuando yo nací. ¡Como si a mí me
hiciese gracia que mi madre hubiese muerto!¡Cerdos! Los he visto pocas veces y
mejor no verlos nunca, siempre me miran con desprecio y evitan dirigirse a mí,
a no ser para hacer comentarios que puedan herirme o molestarme. Su hijo, mi
tío Bruno, no es mejor que ellos. Tiene a Nico metido en ese maldito internado
y, en vacaciones, siempre lo envía con nosotras y él se larga.
Hubo un
momento de silencio que rompió Patricia.
—Aun así, eres afortunada —aseguró—,
tienes una gran suerte de tener a Elisa y a Blas.
—¿Blas? —se sorprendió Natalia.
—Sí, Blas —repitió Patricia—. Me
parece que, además de guapo, es muy buena persona.
—A ti te ha gustado Blas —sonrió
Natalia—, un poco mayor para ti, ¿no?
—A mí también me gusta mucho Blas —declaró Bibiana—. Me encantaría que fuese mi padre.
—No tiene hijos ni está casado —afirmó
Natalia—, y os aseguro que Blas es un martirio.Ya lo comprobaréis.
Las niñas se
dedicaron durante un rato a colocar su ropa en el armario y en los cajones,
sobraba espacio por todas partes. Natalia les comunicó que la puerta blanca que
estaba próxima a una de las camas conducía al baño. Había una puerta
acristalada que facilitaba el paso a una terraza ancha y alargada. Las jovencitas
salieron y contemplaron la silueta de la solemne montaña que las circunvalaba. Más
abajo, en la profundidad de la montaña, se veía el pueblito que con sus
lucecitas encendidas, parecía un Belén en las entrañas de la vegetación.
Respiraron
bocanadas de aire puro, tan helado, que casi les cortó el aliento. Olisquearon
el aroma a pino fresco y a naturaleza salvaje y libre.
—Será mejor que entremos o nos vamos a
congelar —aconsejó Natalia.
—¡Mirad! —gritó Patricia, señalando el
camino—, ¡se acerca un coche!
—¡Debe ser Nico! —exclamó Natalia,
radiante—, ¡bajemos enseguida!
Salieron de la habitación y bajaron las
escaleras precipitadamente y, de este modo, entraron en el salón.
—¡Nico ya está aquí! —anunció Natalia, vociferando.
Elisa se
dirigió a recibir a los recién llegados, y poco después estaban todos reunidos
al calor del hogar. Natalia se estrechó a su primo en un largo y afectuoso
abrazo. Éste le correspondió con el mismo cariño. Era obvio que ambos chiquillos
tenían una relación estupenda.
—Basta, basta —dijo Emilia con voz
emocionada—. Ven, Nico, y agáchate un poco para que esta vieja enana pueda besarte.
Natalia se
apartó y Nicolás besó a Emilia, la madre de Blas. Ésta casi se lo comió a besos.
—¡Qué alto estás tesoro y qué guapo! —exclamó—.
Pero también estás muy delgado. ¿No comes bien? ¡Y ojeroso! ¿No has dormido
bien?
Nicolás Rey era un muchacho de quince años,
alto, moreno y de ojos oscuros, como la noche más cerrada que alguien pueda imaginar. Su
cabello corto y ondulado estaba alborotado. Tenía la nariz menos
respingona que su prima Natalia, y algunas pecas salpicaban su bello rostro.
Patricia y Bibiana
pensaron que era el chico más guapo que habían visto nunca.
—¡Si no come será porque no le da la
gana! —tronó el señor Bruno Rey, padre de Nicolás, de un modo desagradable— ¡Y si está ojeroso por no dormir, él sabrá por qué! ¡Desde luego por estudiar, no! ¡Le han cateado cinco y eso que está repitiendo! ¡Una vergüenza!
Patricia y
Bibiana se fijaron en el hombre que acababa de hablar. Era más bajo que
Nicolás; en su cabeza no quedaba un
pelo: ni de tonto, ni de listo. Su nariz era espantosamente ancha. Su hijo, que después de oír sus comentarios, había enrojecido violentamente, no se parecía en
absoluto a él.
El señor Teodoro se acercó
al chico y le extendió su mano derecha, Nicolás le brindó la suya.
—Bienvenido a casa —dijo el hombre con
amabilidad.
—Gracias —contestó el chaval, sucintamente.
“Nico
se parece a Blas”, pensó Patricia, “Blas
sí que sería un digno padre para él. No ese besugo grosero que tiene como progenitor”.
Natalia hizo las presentaciones entre Nicolás y sus amigas.
Las niñas se sintieron un poco intimidadas, pero la sonrisa sincera del chico
las tranquilizó.
—¿Quiénes son estas niñas? —preguntó
el abuelo de Natalia a su hija Elisa. Éste era un hombre de cabello muy gris y
exageradamente obeso.
—Son compañeras de instituto de Nat—explicó
Elisa intentando aparentar normalidad, porque lo cierto era que no estaba nada
tranquila—, van a pasar las navidades con nosotros.
—¡Qué cosa más ex traña! —opinó la
abuela de Natalia que, al igual que su esposo, era muy obesa—. ¿No se supone
que la Navidad es para que las familias estén reunidas? Estas niñas deben tener
familias raras, poco recomendables.
—¡Por Dios, madre! —se impacientó
Elisa, enojada—. Hay comentarios que deberías tragártelos sin escupirlos.
Tampoco nosotros pasamos las navidades muy reunidos, qué digamos. Porque
supongo que después de cenar os iréis, ¿no es así?
—Por supuesto que nos iremos —aseguró
el señor Bruno Rey, hermano de Elisa—. Y nos iríamos, incluso antes de cenar,
si no fuera que hay algunas cositas que tenemos que aclarar. ¿Está clarito,
hermanita?
—Está todo cristalino —respondió Blas
Teodoro en lugar de Elisa. Miró al hombre como si quisiera fulminarlo. Bruno
Rey guardó silencio; aquel gigante que
tenía frente a él parecía tener ojos de loco. Tal vez fuera prudente no provocarle.
La familia de Elisa parece ser gentuza y, seguramente, lo sean.
ResponderEliminarVoy a quinto. ¿Ya hay alguien que se quiere fugar? ¡Pero si acaban de llegar!
Muaccs
Hola, Nena, tienes razón al decir que son gentuza. En la viña del Señor tiene que haber de todo... Encantada de tenerte por aquí. Hasta cuando tú quieras. Muaccs
EliminarAix mela, cuanto más leo, más me gusta y más me engancho. Encima hay cosas que me parecen tan cercanas. Mi abuela se llamaba Carmen Blasco.
ResponderEliminarBueno voy a por el otro capítulo.
Un abrazo.
Me emociona que te guste, sigue enganchada. Nicolás, Natalia, Bibiana y Patricia ya te adoran.
ResponderEliminar¡Navidad! ¡Navidad! Dulce Navidad.... Madre mía!!! Menudo panorama familiar, y eso que en la mayoría de casas se cuecen habas pero vaya... me estás intrigando ya y eso no se vale!! porque me entrará la curiosidad y no puede ser.
ResponderEliminarCreo que nos tienes a todas enganchadas...
Eso es precisamente lo que me interesa, querida FG, que estéis bien enganchadas y no podáis pasar sin El Clan Teodoro-Palacios. Un abrazo.
EliminarNatalia tien su caracter aunque ante la comentario de la abuela hacia sus amigas pues me parece que tien rrazón,que querrán hablar los ancianos conn Elisa? he pensado lo mismo que Patricia que Blas se asemeja más a Nico que su padre.Me encanta la lectura,la descripción del pueblo,de la montaña etc ess bella y la habitación que divertida parece para un grupo de niñas! me encantó!
ResponderEliminarYo, encantada de tenerte por aquí. Me gusta leer vuestras impresiones y deducciones.
Eliminar¡Hasta me divierto! Un abrazo, Hada Isol.
Esto se va poniendo interesante, se avecina una Navidad "clásica", en esta familia. Pena no tener mas tiempo para seguir leyendo, pero bueno, poco a poco.
ResponderEliminarBesos
Raquel
http://raqueljimenezbisuteria.blogspot.com.es/
Hola, Raquel!!! Contentísima de verte en la estación!!
EliminarLo dices muy bien, poco a poco, lo importante es llegar al final. Espero que los personajes y la historia te atrapen bien.
Un abrazo muy fuerte!!
Esta claro Mela, ¡confiesa! Elisa es adoptada...... ¿como puede ser tan diferente a su familia?
ResponderEliminarjajajaja Confieso que Elisa no es adoptada. En su familia, ella debe ser el garbanzo negro.
EliminarUn beso, Susana!!
¿Y que tal las Navidades? ¿Bien o en familia?
ResponderEliminarQue buen rollito.....
jajajaja Toda la razón. Estas personas no están muy bien avenidas. Se nota un poco, ¿no?
ResponderEliminarUn beso.
Pobre Natalia, que abuelos más desagradables que tiene :( A ver como acaba la cena de Navidad, seguro que es todo lo contrario a tranquila ;)
ResponderEliminarBesos!
Hola Siwan, me alegra verte por la Estación. Hacía tiempo, espero que los estudios vayan bien.
EliminarCreo que la cena de Navidad no será muy agradable, no. Los abuelos de Natalia, detestables.
Besos!!!
Gracias Mela, ya estaré más por aquí. Terminé todos los exámenes y ahora solo queda conocer las notas ^^
EliminarPues espero que las notas sean excelentes, ya me contarás.
EliminarUn beso!!
Cinco suspensos...indudablemente, ese Nico, es también pariente mío ;)
ResponderEliminarBesitos.
No me puedo creer que suspendieras tanto... bueno, de todos modos, has mejorado ;-)
EliminarBesos
hola, estoy de visita y leyendote...capitulo IV, me gusta...
ResponderEliminarveremos como acaba, seguro que bien...hasta luego, Mela...:)
Hola JaaC... bienvenido a la Estación.
EliminarMe alegra que te guste.
Si va a acabar mal o bien, no te lo puedo decir ;-)
Me gustará conocer tu opinión, para lo que desees... estoy en todos los capítulos.
Hasta luego
¡Qué lujazo de casa que tienen! Me la pido jaja Aunque bueno, si los abuelos y el tío vienen en el pack... me lo pienso, porque ya no compensa xDD
ResponderEliminarSe pone muy interesante, Mela. Un besito
Hola Irial... es cierto, si tienes que vivir con los abuelos y el tío... casi mejor una casita más sencilla.
EliminarMe alegra que te lo parezca ;-)
Un besito
Vaya vaya Mela, esto se va poniendo muy interesante. Me encantan las descripciones que haces. En cuanto a la personalidad de Natalia va perfilándose, y cada vez me gusta más. Parece una chica inteligente. En cambio los abuelos se la traen. Ya vermos lo que tienen que decir....
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola José... me alegra que te parezca interesante y que te gusten las descripciones
EliminarSí... Natalia es una chica inteligente
Ya veremos lo que tienen que decir Romeo, Julieta y Bruno ;-)
Un abrazo
Mela, cariño, no me cayeron nada bien ni Bruno ni sus padres. ¡¡¡¡Qué gracia tuviste al llamarlos Romeo y Julieta!!!!
ResponderEliminarBesitos.
Es normal que no te cayeran bien
Eliminarjajaja... Sí, me reí con estos nombres
Besos
Uff, se avecina una Navidad "movidita" por ahí, ya me imagino qué tipo de cena pueden tener, jeje
ResponderEliminarMenos mal que ya ha llegado Nico y que los primos se llevan fenomenal.
Hasta muy pronto, Mela...tu novela engancha!! :)
Hola, María E... Pues la verdad es que aciertas... la Navidad va a ser "movidita"... y ya veremos la cena ;-)
EliminarSí, Nicolás y Natalia se quieren mucho
Me alegro mucho de que te enganche ;-)
Hasta muy pronto
Este capítulo recreas muy bien el conflicto que hay entre
ResponderEliminarellos, se siente un dolor profundo que seguramente desatará
las peores tormentas.
Muy bien para el lector.
Un besote Mela.
"Un dolor profundo que desatará las peores tormentas"... me ha encantado esta frase
EliminarUn besote