EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

jueves, 23 de octubre de 2014

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 101





CAPÍTULO 101

VAN PASANDO LOS DÍAS



D
espués de la fiesta de cumpleaños de Patricia, la semana transcurrió sin que apenas Nicolás se diera cuenta. Las horas y los días pasaban veloces.
En plena estación de invierno el frío era penetrante; viento, lluvia y niebla cortejaron mañanas, tardes o noches. Pero también el sol brilló en el cielo sin estar dispuesto a consentir ser desplazado de un modo continuo por sus compañeros climáticos.
Nicolás comenzó a ser muy popular y admirado por los alumnos de “Llave de Honor” debido a su magnífico juego en el campo de fútbol.
Por otra parte, el muchacho tenía un carácter abierto y sociable y una simpatía espontánea que le facilitaba relacionarse y hacer amistades.
No obstante, sus tradicionales amigos eran Natalia, Bibiana, Leopoldo y Lucas. Unas tardes, unos; y otras tardes, otros, iban a su casa y pasaban ratos divertidos.
Nicolás estaba encantado con las visitas de sus amigos, y el señor Teodoro y la señora Sales no tenían nada que objetar siempre que el niño no pidiera salir a la calle. Cuando llegó el momento de preguntar a su padre si le permitiría pasar unas horas fuera de casa el viernes o el sábado por la noche, la respuesta del hombre fue rotundamente negativa.
Natalia se enfadó bastante al enterarse de la noticia.
            ¡Era de esperar! exclamó, furiosa ¡Ya puedes espabilar, Nico, y conseguir que la semana próxima te deje salir! O Bibi y yo utilizaremos la contraseña y entraremos solas en la discoteca.
            Puede ser muy peligroso le advirtió Nicolás, molesto. Tendrían que acompañaros Leo y Lucas. Y también Marcos.
            ¡Nada de eso! replicó la jovencita ¡Ellos no son nuestros amigos, son tus amigos! Si tú no consigues venir, iremos solas Bibi y yo. Tienes otra semana para idear cómo convencer a Blas.
"Mikaela Melero" se volcó en Nicolás y el niño terminó dándose cuenta de que era el preferido de la profesora. No lograba entender el proceder de la mujer puesto que sabía que su padre no era bien mirado por ella.
Por su parte, el señor Teodoro seguía sin tener noticias de Benito Sierra y le resultaba imposible conectar con Elisa.
Una tarde pasó por su casa pero, bien la mujer no estaba, o bien, no le quiso abrir la puerta. Lo cierto era que el extraño comportamiento de Elisa tenía preocupado al joven.
Su estado de salud tampoco le daba alegrías ya que la fiebre subsistía.
La conducta de "Mikaela", de Ismael Cuesta, de Matías Hernández y de su hijo, Luis, también llamaban la atención del señor Teodoro. Todos parecían haberse puesto de acuerdo para evitarlo. Al señor Teodoro le era indiferente que el profesor de matemáticas actuara de ese modo, pero le dolía el comportamiento del resto. Sobre todo debía reconocer que le dolía el desaire de la bella profesora.
Quien no lo desatendía en ningún momento y lo seguía a todas partes, incluso hasta resultar pesado, era el señor Ortiz que estaba contentísimo con su nuevo trabajo.
Prudencia, la esposa de Matías; y Cruz, la esposa de Luis, eran muy amables con el señor Teodoro en cuantas oportunidades se les presentaran. Ambas eran conscientes de que gracias a la caballerosidad de su joven patrón, sus esposos las trataban con mejores modales. Y este mismo motivo era el responsable de que Matías y Luis estuviesen esquivos con el señor Teodoro puesto que pensaban que él no tenía derecho a entremeterse en la intimidad de su hogar.
En una ocasión el señor Teodoro abordó al señor Hernández preguntándole si había algo que le hiciera sentirse molesto con él.
            De ninguna manera mintió Matías. Sé que anda muy ocupado con el instituto y considero que debe descansar cuando llega a casa. Procuro solucionar los problemas que surgen por mi cuenta con la gran ayuda de su señora madre.
El señor Teodoro asintió, aunque no se quedó muy convencido con la explicación de su trabajador como tampoco se quedó convencido con las palabras de "Mikaela" cuando, también, la abordó.
             —¿Qué yo huyo de usted y lo evito? se rió la joven, apareciendo los graciosos hoyuelos en sus mejillas Tiene usted un serio problema, señor Teodoro, se cree el ombligo del mundo. Jamás en mi vida he huido ni he evitado a nadie, no iba a empezar a hacerlo ahora.
              —Pues va a tener que disculparme, pero tengo que insistir en que creo que usted no quiere tropezarse conmigo.
                —Ni quiero tropezarme con usted ni con nadie. Me desagradan los tropiezos.
Blas Teodoro no pudo evitar sonreír y su sonrisa desarmó un tanto a Helena y la hizo sentirse menos dueña de la situación.
                —Ha tomado de un modo demasiado literal lo que le he dicho —dijo Blas sin que su sonrisa se apagara de sus ojos—. No me refiero a que usted y yo choquemos, me refiero a que usted me esquiva.
                —Imaginaciones suyas y la imaginación es libre —replicó "Mikaela" haciendo un grandioso esfuerzo por mostrar una serenidad que no sentía—. Lo que ocurre es que soy insociable y antipática por naturaleza... con usted y con el resto del mundo. Y, si me disculpa, tengo asuntos importantes que requieren mi atención inmediata —añadió porque le urgía que aquella conversación finalizase.
             —Por supuesto que la disculpo —aceptó el señor Teodoro, bastante confuso.
"Mikaela" se alejó y cuando estuvo muy segura de que la mirada de Blas ya no podía perseguirla; se detuvo y se apoyó en una pared, tenía la sensación de que sus piernas se negaban a continuar manteniéndola en pie.
Y por primera vez, desde que llegó a Aranzázu, fue consciente de que empezaba la cuenta atrás... y que quizás no estaba tan preparada como ella había creído, quizás no estaba preparada para lo que debía hacer. Y las dudas comenzaron a desatar una tormenta en su interior.

Elisa Rey llamó por teléfono a su hermano Bruno y tuvo que admitir, llorando, que tenía toda la razón. Blas era un mal hombre, muy poderoso y, posiblemente, un asesino.
            Deberías marcharte de Aránzazu le aconsejó el hombre. Cuanto más lejos estés de Blas Teodoro, mejor te irá.

Y la que estaba encantada de la vida y encantada de haberse conocido era Patricia. Desde la celebración de su cumpleaños iba más emperifollada que nunca al instituto. No podía olvidar que el señor Teodoro había organizado una fiesta en su honor en “Paraíso” y que había sido su pareja de baile. Su otro compañero adulto de baile, Álvaro Artiach, tampoco estaba mal y la había obsequiado con una tarjeta que era un pase para entrar en la discoteca cuando ella quisiera.
Por supuesto, la jovencita estaba más que dispuesta a utilizarlo. Tal vez en “Paraíso” pudiera encontrar a un hombre parecido a Blas, pero con menos escrúpulos.
La muchacha, deseosa de presumir y de darse importancia, enseñó la tarjeta a Natalia y a Bibiana.
            ¿Qué os parece? se jactó blandiendo la tarjeta ante los ojos atónitos de las niñas Seguro que vosotras no tenéis algo así. Con esto, puedo entrar en “Paraíso” cuando quiera. Me la regaló Álvaro.
            ¡Tú estás loca! se escandalizó Bibiana ¿No comprendes que puede ser peligroso ir a ese lugar? Deberías romper esa tarjeta y olvidar al señor Artiach.
            ¡Eres una insignificante, Bibi! la despreció Patricia, mirándola con desdén No llegarás nada lejos en esta vida. ¡Qué desperdicio!
            ¡Y tú tal vez no llegues a cumplir los catorce, so imbécil! gritó Natalia, excitada.
Nicolás se enteró de la existencia de la tarjeta pero tampoco consiguió convencer a Patricia de que se deshiciera de ella.
            ¡Déjame en paz, Nico! se enfadó la chiquilla ¡No vuelvas a meterte conmigo o se lo diré a Blas!
El muchacho se encogió de hombros y dio por terminada la cuestión, no le interesaba que su padre se enterase de aquello porque no quería que tuviera ninguna relación con la discoteca ni con la gente que trabajaba allí.
Una noche, después de cenar, se encontraba en el confortable salón de su casa. Estaba tumbado en un largo sofá, acompañado por el señor Teodoro y la señora Sales. La lluvia golpeaba, con insistencia, una pared acristalada de la estancia por la que se veía parte del porche, una zona de jardín y la casa de la familia Hernández. En la gigantesca pantalla de televisión estaban dando las noticias; Nicolás no prestaba atención, más bien se aburría y deseaba que terminara cuanto antes el tedioso espacio informativo y comenzara una serie que le gustaba. No podía entender cómo su padre y su abuela estaban tan atentos… Pero, de pronto, algo que decía un periodista lo puso alerta y muy tenso.
El locutor informaba de que había que tener especial cuidado con la juventud. Que los padres debían preocuparse más y mejor de dónde y cómo pasaban sus hijos los momentos de ocio. Se habían producido varios casos de jóvenes que, tras salir un viernes por la noche, aparecían días posteriores sin tener conciencia ni recordar absolutamente nada de lo que les había sucedido. Su aspecto era desaliñado y su mente, desorientada. Algunos presentaban indicios de haber sufrido abusos sexuales.
Estos jóvenes podían haber sido víctimas de una droga conocida con el nombre de “Burundanga”. Esta droga procedía de Colombia, un cuarto de gramo costaba cuatrocientos dívares. Unos simples polvos vertidos y mezclados con el contenido de un vaso atontaban a la persona que los tomaba, y anulaban su voluntad. La droga desaparecía de la sangre a las diez horas.
            ¡Qué barbaridad! exclamó la señora Sales, sobresaltada Este mundo está cada vez peor y, a ti, solo se te ocurre llevar al niño a discotecas echó en cara a su hijo.
            ¡Mamá, por favor! —se enojó el señor Teodoro en el acto Fuimos a celebrar el cumpleaños de Paddy y únicamente asistieron niños del instituto. La discoteca estaba cerrada al público, era una fiesta privada. Tomaron dulces y refrescos. Los vigilé en todo momento. Además, los dueños de “Paraíso” son mi amigo Álvaro y un profesor del instituto, no son unos desconocidos.
            Sigo pensando que nunca debiste llevar al niño allí declaró la mujer con obstinación.
La discusión de los adultos continuó adelante; Nicolás escuchaba y observaba, en silencio, a su padre y a su abuela, temiendo que iba a resultar prácticamente imposible que el señor Teodoro consintiera que saliera un viernes o un sábado por la noche.
            “Si supiera que lo que quiero es ir a “Paraíso” me mata”, pensó el crío mirando a su progenitor con temor.
Recordó la amenaza de Natalia y se removió, inquieto.
            “No sé cómo voy a convencer a mi padre para que me deje salir”, meditó, desesperado. “Y mañana ya es miércoles y la loca de Nat se irá con Bibi este viernes a la discoteca, por mucho que yo no vaya. Y no va a dejar que Leo, Lucas y Marcos las acompañen. ¡Es tan testaruda!”.
Las noticias habían acabado; el señor Teodoro y su madre continuaban discutiendo acaloradamente. Empezó la serie que le gustaba a Nicolás, pero su padre y su abuela no estaban por la labor de zanjar su disputa.
            ¿Queréis callaros de una vez, pesados?   les gritó el chiquillo, perdiendo la calma ¿Por qué no os vais a la cocina? ¡Y tú, de paso, te tomas una tila!
Los últimos gritos del chaval iban dirigidos exclusivamente al señor Teodoro. Tanto él como su madre enmudecieron, pero los oscuros ojos del joven echaban chispas y estas chispas, también se dirigían, exclusivamente, a Nicolás.
            ¡Vete a tu habitación y acuéstate inmediatamente! le ordenó con furia ¿Qué te has creído, mocoso? ¡A tu abuela y a mí no nos mandas callar! ¡A tu habitación enseguida! ¡Cada día te pareces más a tu madre!
              —¡Blas, por el amor de Dios! —exclamó la señora Sales, incómoda— ¡No sé a qué santo viene hablar ahora de esa mujer!
              —Esa mujer se llama Helena y en cuanto pase este trimestre, no habrá santo que evite que la busque y que la encuentre —advirtió el señor Teodoro, fuera de sí.
Nicolás se levantó del sofá y salió del salón, obediente. El castigo le parecía injusto, pero sabía que su padre no iba a admitir ninguna réplica. Estaba demasiado alterado tras la riña mantenida con la señora Sales.

Págs. 797-803

Este jueves dejo en el lateral del blog una canción de Merche... "Te espero cada noche"

Próxima publicación... jueves, 6 de noviembre

jueves, 9 de octubre de 2014

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 100



Os presento los dos preciosos regalos que, J.P.Alexander, me regaló por ser el segundo aniversario de la Estación






Estos dos regalos ya tienen su lugar en la Estación, en páginas, en una de las pestañas de arriba
Muchísimas gracias, J.P. Alexander










Y aquí os presento otro estupendo regalo que me entregó Lourdes con motivo del segundo aniversario de la Estación
También este regalo tiene su lugar, en páginas, en una de las pestañas de arriba
Muchísimas gracias, Lou







CAPÍTULO 100

LA CONTRASEÑA



L
os niños hicieron caso omiso a la advertencia y Nicolás bajó la manilla de la puerta y la empujó. Esta se abrió sin problemas. Entraron en un pasillo estrecho, con luz mortecina, y puertas cerradas a ambos lados. Natalia intentó girar el pomo de la primera puerta situada a la izquierda, mas este se resistió.
Nicolás probó con la puerta que tenía a su derecha, aquí sí hubo suerte. El pomo cedía, estaba girando, pero su rotación cesó cuando los tres niños dieron un respingo al ser sobresaltados por la apertura brusca de otra de las puertas del angosto pasillo.
El señor Ismael Cuesta caminó hacia ellos con semblante terrorífico.
            ¿QUÉ PUÑETAS HACÉIS AQUÍ? les gritó, furioso ¿CÓMO PODÉIS SER TAN OSADOS? ¿CÓMO OS ATREVÉIS A CRUZAR UNA ZONA PRIVADA, MOSTRENCOS?
Los muchachos se miraron confusos y alarmados y ninguno supo qué decir.
             —¡FUERA DE AQUÍ INMEDIATAMENTE! volvió a gritarles el profesor de matemáticas y socio de Álvaro Artiach ¡SOIS UNOS GAMBERROS!
Nicolás y las niñas abandonaron con rapidez el reducido y oscuro pasillo y regresaron a la música, a la luz y a la fiesta. Al cambiar de escenario tuvieron una sensación extraña, como si una simple puerta tuviese el poder de separar dos mundos completamente diferentes u opuestos.
El señor Cuesta no se dio por satisfecho y anduvo, a grandes zancadas, hacia el señor Artiach y el señor Teodoro, ordenando a los niños que lo siguieran.
La conversación de los dos amigos fue estorbada por el iracundo profesor y la sonrisa de los labios del director se fue borrando a medida que escuchaba los improperios del agraviado hombre.
            ¿Es así cómo usted castiga a su hijo? ¿Llevándolo a celebrar cumpleaños? interrogó, colérico ¿Y a qué se dedica su hijo y estas potras? ¡A husmear y a meterse en zonas prohibidas y privadas! ¡Son unos descarados sin remedio!
El señor Teodoro y el señor Artiach se pusieron en pie; el primero miró con severidad a los chiquillos y después volvió a mirar al señor Cuesta.
            Estábamos buscando al gatito que vimos ayer se inventó Natalia, dejando perplejos a los dueños de la discoteca.
            ¡Estoy harto ya de ese gatito! exclamó el señor Teodoro, muy enojado ¡Sentaos ahí los tres y no os mováis! ordenó, señalando un sofá de tres plazas ¡Os habéis quedado sin tarta!
            ¡Vamos, Isma, no es para armar tanto barullo! quitó importancia al asunto Álvaro Se trata de tres niños en busca de un gato. Serénate. Olvida por un momento que eres profesor y educador. Ahora estamos en una discoteca, estamos en “Paraíso”.
Ismael Cuesta miró con desprecio a su socio y, sin decir nada, dio la vuelta y se marchó.
Al cabo de un rato Patricia demandó la atención del señor Teodoro. Había llegado el momento de que soplara las velas de la tarta y quería tener al joven director a su lado.
El señor Artiach miró atentamente a los muchachos cuando se quedaron a solas. Sobre todo examinó a Nicolás; los ojos azules del hombre podían haber sido muy atractivos si no fuera por su frialdad y ferocidad. El niño comenzó a ponerse nervioso notando la observación de la que era objeto.
            ¿Por qué no mira hacia otro lado? preguntó, incómodo ¿Tengo monos en la cara?
El señor Artiach sonrió enseñando unos dientes diminutos y, a pesar de su sonrisa, sus ojos seguían derrochando maldad.
            Tienes muy mal carácter, chaval aseguró. Deberías limarlo. Te conviene ser amigo mío. Todo lo que tiene Blas de grandote lo tiene de inocente; en el fondo es un ingenuo. ¿No pensaréis que me he creído la patraña del gato? ¿Qué queréis en realidad? ¿Qué buscáis en Paraíso?
Puedo ayudaros; soy uno de los dueños de esta discoteca.
Mira, Nico, tu padre y yo hemos sido grandes amigos y me gustaría que nuestra amistad continuase. Hace solo un rato, tu padre se estaba desahogando conmigo, me estaba hablando de temas muy personales. Me hablaba de tu mamá. ¿Crees que me hablaría de ella si no me considerase su amigo?
El hombre carraspeó, bebió un trago de su vaso y detuvo su perorata brevemente.
            Quiero ser tu amigo también declaró. Dime qué queréis de “Paraíso”. Te juro que no le diré nada a tu padre.
            ¡No quiero ningún tipo de amistad con usted! exclamó Nicolás, despectivamente ¡Nunca le perdonaré que quisiera disparar a mi padre!
            Sin embargo sigo pensando que quieres algo de “Paraíso” insistió el señor Artiach, amable, aunque su mirada no lo era. Seguramente quieres tener relaciones con alguna chica y como buen hijo de tu padre si es mayor que tú, mejor.
Si alguna vez quieres entrar en “Paraíso”, solo tienes que decirle al portero: “Bendito el infierno”. Es una contraseña que te abrirá las puertas de “Paraíso” y te concederá gozar de la compañía de la chica que prefieras.
Por supuesto, de esto ni una palabra al mojigato de tu padre. Nos ha salido romántico. ¡Vaya defecto! ¿No te parece?
Tras decir esto, el señor Álvaro Artiach se marchó a intercambiar sonrisas y palabras con otros jovencitos que habían acudido a la celebración.
            Ese hombre me da escalofríos murmuró Bibiana observándole la espalda. ¿Piensas utilizar la contraseña que te ha dado? preguntó a Nicolás.
El chiquillo dudó antes de responder.
            No lo sé contestó. No sé si voy a conseguir que mi padre me deje salir un viernes o un sábado por la noche.
            Pues vas a tener que conseguirlo saltó Natalia. Te aseguro que esa camarera que hemos visto era Rocío Sierra y estaba asustada.
               —¿Y por qué no avisamos a la policía? propuso Bibiana.
            Porque todo esto es muy extraño declaró Natalia. ¿Cuántas veces habrá avisado a la policía Benito Sierra durante dos años?
El señor Teodoro no pudo evitar traer a los niños un trozo de tarta y poco después también les trajo un refresco de cola.
Bibiana pensó por enésima vez lo muy afortunado que era Nicolás por tener como padre a un hombre como el señor Teodoro. 
El joven director se vio obligado a bailar con Patricia para satisfacer el capricho de la jovencita en su decimotercer aniversario.
El señor Artiach también fue compañero de baile de la muchacha que a sus trece años se había convertido en una belleza morena; fascinante y apetecible, para un hombre como Álvaro.
Nicolás respiró, aliviado, y empezó a recuperar la tranquilidad cuando concluyó la fiesta y salieron de la discoteca. Por nada del mundo quería que su padre volviera a poner un pie en aquel lugar. Y también esperaba que los encuentros con su amigo de la infancia, Álvaro Artiach, fueran escasos, por no decir nulos.

Págs. 792-796

Este jueves dejo en el lateral del blog una canción de José Luis Rodrigez (El Puma)... "Si a veces hablo de ti"

Próxima publicación... jueves, 23 de octubre                                                 
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