EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

jueves, 30 de abril de 2015

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 114






















CAPÍTULO 114

¿DÓNDE ESTÁ PADDY?



A
 segunda hora, el señor Teodoro tenía clase de lenguaje con segundo D. Se dirigió al aula y, en el pasillo, encontró a "Mikaela" y a Paula Morales. Las saludó amablemente y volvió a disculparse con la guapa profesora por la actitud de su madre.
            No tiene importancia declaró Helena, debí informarle a usted de la expulsión de su hijo en el momento en que se me encargó esa tarea. No debí tapar al niño. He hablado con Nico y lo he reñido bastante.
            No todo lo ha hecho mal sonrió el señor Teodoro, le agradezco su rapidez en encargarle al señor Ortiz que contratara a los obreros para levantar la pared del patio.
            Y yo me alegro muchísimo de que esté usted recuperado intervino la señora Morales. Bienvenido, señor Teodoro.
            Gracias.
Las mujeres se alejaron, y el director entró en el aula de su hijo. Los compañeros de Nicolás lo recibieron con sincera alegría ya que se había ganado su aprecio y respeto; si bien la alegría de las muchachas era superior a la de los niños.
Después de impartir una clase amena donde todos los alumnos participaron, el señor Teodoro volvió a su despacho y estuvo solo hasta la hora del recreo. A esa hora y, tras llamar a la puerta, Nicolás y Natalia entraron en la sala. 
Pese a sus quebraderos de cabeza, el señor Teodoro sonrió, levemente, al ver las caras de circunstancias de los niños. Los chiquillos se percataron de esta sonrisa y se sintieron un tanto aliviados; el señor Teodoro no parecía estar de muy mal humor.
El joven miró su elegante reloj de pulsera, creía que Tobías debía estar a punto de llegar, tenía que despachar a los niños lo antes posible.
            ¿Os parece bonito insultaros como lo habéis hecho esta mañana? les preguntó en tono severo ¿No podéis tener diferentes puntos de vista sin ofenderos el uno al otro?
¿Por qué os habéis peleado?
            Yo te lo diría encantada, pero no creo que Nico esté conforme respondió Natalia con sus ojos color avellana, llameantes.
El señor Teodoro miró a Nicolás como si se tratara de una especie peligrosa que debiera exterminarse.
            Como siempre eres un cotilla, a ti no te importa por qué nos estábamos peleando dijo el chiquillo, consiguiendo empeorar la situación.
Su padre sonrió con furia.
            Eres en verdad inocente y desconoces la palabra picardía. ¿Quieres que te dé un par de cachetes que te deje mareado?
            Si me pegas se lo diré a la yaya amenazó Nicolás, sintiéndose acorralado. Nuevamente demostró su inmadurez y su enorme inocencia.
El señor Teodoro había controlado todos los pasos dados por el muchacho desde que se quedó a su cargo. De este modo era muy complicado adquirir madurez; Nicolás no tenía la oportunidad de caerse y levantarse por sí solo ni de equivocarse y rectificar por sí mismo.
            ¡Huy! se burló Natalia ¡Blas ya puede echarse a temblar! A lo mejor Emilia le da una gran paliza.
En aquel momento entró en el despacho el señor Ismael Cuesta. Los niños se dieron la vuelta, curiosos, después de ver la expresión feroz que se reflejó en los ojos del director.
            Veo que está acompañado comentó el recién llegado, me ha extrañado que no me buscara para hablar. Claro que, probablemente, no sabe qué decirme. Me aseguró que el chico no volvería a insultarme y no solo me volvió a insultar sino que me atacó violentamente.
            Señor Cuesta, conozco a mi hijo muy bien —repuso el señor Teodoro con mucha frialdad, usted tuvo que provocarlo de malas maneras para que el niño saltara a su cuello.
            ¡Ya está bien! exclamó Nicolás, nervioso Yo ataqué a este profesor y punto. ¿Vale, papá?
            Ya ve, hasta su hijo reconoce su mala conducta declaró el señor Cuesta, satisfecho. No voy a permitir que entre en mi clase durante toda la semana. ¡A ver si aprende modales, si usted es capaz de enseñárselos, claro!
El señor Teodoro recordó a Salvador Márquez, aquel hombre vertió falsas acusaciones contra Nicolás y el crío no se defendió. En aquella ocasión el muchacho tenía una razón para callar. Parecía que la historia se repetía. ¿Cuál podía ser, en el presente, la razón por la que Nicolás volvía a callar?
La puerta del despacho se abrió nuevamente, todos se sorprendieron al ver a la madre de Patricia, seguida de un señor Ortiz sin resuello.
            ¡Quise detenerla! anunció el hombre ¡Pero esta mujer es un demonio!
            ¡Nadie va a detenerme! exclamó la señora Ramos con voz chillona ¡Mi hija falta en casa desde el viernes por la tarde! ¡Quiero saber dónde está y estoy segura de que sus amigos lo saben!
Elvira Ramos dirigió sus ojos, “vestidos” con unas largas y negras pestañas, hacia Nicolás y Natalia. Ambos niños se habían sonrojado violentamente.
            Paddy no ha estado con nosotros este fin de semana declaró Nicolás sin faltar a la verdad.
            Eso no quiere decir que no sepáis dónde está replicó la mujer, muy astuta.
            La chica ya debe haber empezado a seguir tus pasos manifestó el señor Ortiz, socarronamente.
            ¿Ha avisado a la policía? preguntó el señor Teodoro, preocupado.
            ¡Claro que no! contestó Elvira No creo que le haya pasado nada malo a mi hija. Creo que está haciendo el indio, se está haciendo mayor, y seguramente tiene unas necesidades. ¿Tú no tienes necesidades, Blas?
La maliciosa pregunta pilló desprevenido al director y a todos los presentes, sobre todo a los niños. El señor Amadeo Ortiz se humedeció los labios e, instintivamente, tocó su miembro viril que había aumentado de tamaño.
            Debería tomarse más en serio la desaparición de Paddy recriminó el señor Teodoro a la mujer. ¿Seguro que vosotros no sabéis nada? indagó, dirigiéndose a los chiquillos.
Nicolás negó con un movimiento de cabeza sin levantar la vista del suelo; Natalia permaneció con los brazos cruzados mirando, desafiante.
            Nat, no me has contestado le advirtió el señor Teodoro con cierta impaciencia.
            ¡Ni te voy a contestar! le gritó la niña ¡Lo que sepa es cosa mía! ¡Además, este imbécil no quiere que diga nada! añadió señalando a Nicolás ¡Y precisamente al que menos quiere que cuente algo es a ti!
La contestación de la pequeña puso en guardia al señor Teodoro que miró a su hijo con alarmante severidad.
            ¡Está claro que algo sabéis! gritó la señora Ramos, sintiéndose triunfadora ¡Decidme dónde está mi hijaexigió a continuación.
            ¡Si sabéis algo, hablad de una vez! exclamó el señor Cuesta, visiblemente alterado.
            Nosotros no sabemos nada de nada manifestó Nicolás, muy nervioso.
            ¡Bueno, se acabó! explotó el señor Teodoro ¡Nico, vete a la cafetería y coge algo para almorzar! Luego, vete al patio.
            Yo no me voy sin Nat.
            Sal de este despacho, Nico. ¡Ahora mismo!
            Si Nico se va, yo también me voy aseguró Natalia, rotunda, retando la autoridad del señor Teodoro. No voy a contarte nada, Blas, a no ser que me prometas que no te vas a meter y que avisarás a la policía. Tú no eres policía y, a Nico y a mí, nos preocupa que te pueda pasar algo malo.
El señor Teodoro se vio obligado a aceptar las condiciones de la niña, y fue entonces cuando la jovencita le comunicó que había visto a Patricia en “Paraíso” el viernes por la noche.
            ¡No creo ni una palabra! profirió el señor Cuesta, crispado En mi discoteca no se permite la entrada a menores de edad.
            ¿Y cómo entramos Nico y yo? replicó Natalia al instante Estoy completamente segura de que vi a Paddy.
            Me ocuparé personalmente de este asunto declaró el profesor de matemáticas; hablaré con el padre de Lucas, es un excelente policía.
            Deberían tener más cuidado en su discoteca y examinar minuciosamente el carnet de identidad de las personas que entran le reprobó el director, y deberían tener un registro de las entradas.
            No se ofenda, señor Teodoro sonrió, fríamente, el profesor, pero usted ocúpese de su instituto y yo me ocuparé de mi discoteca.
Acto seguido el hombre se dirigió a la puerta y abandonó la estancia.
            No olvides la promesa que le has hecho a Nat dijo Nicolás a su padre—, si pones un pie en “Paraíso” o hablas con tu amigote Álvaro le contaré a la yaya que ese bestia estuvo a punto de dispararte.
El señor Teodoro observó al chiquillo con gravedad.
            ¡Fuera de aquí los dos! ordenó.
Los niños salieron del despacho y, un rato después, Elvira Ramos y Amadeo Ortiz, dejando a solas al señor Teodoro que se sentó en su silla, bastante turbado. Se preguntó dónde podía estar Patricia y quiso rogar a Dios que la jovencita apareciera cuanto antes, sana y salva. Pero hacía ya muchos años que había dejado de rogarle a un Dios en el que no creía.
                                                                                           ∎∎∎
Y en un aula, Helena Palacios leía detenidamente los exámenes de unos alumnos que su compañera Paula había suspendido. Helena buscaba algún motivo para subirles la nota hasta llegar a aprobarlos.
Y sin pretenderlo pensó en Blas, y sin volverlo a pretender sonrió, y encontró demasiados motivos que justificaban que aprobase aquellos exámenes suspensos.
Y las manecillas del reloj continuaban su curso; seguía siendo cuestión de horas que su disfraz dejara de ser un refugio que la ocultara a los ojos de Blas pero Helena lo ignoraba porque también carecía de poderes adivinatorios. 

Mientras tanto, Paula Morales, era atendida en la sala de profesores debido a la indisposición que sufrió tras enterarse de la inminente visita al instituto de los señores Arturo Corona y Jaime Palacios.
Un miedo exacerbado se apoderó de ella.
Debía hablar con Helena, tenía que convencerla de que se marchara, se arrepentía tanto de haberla ayudado. Pero era tarde para arrepentimientos. Quizás, tarde para todo.
Con tanto pánico, se convirtió en víctima de un temblor frío que la mareaba y anulaba por completo.


Págs. 900-906

Hoy dejo una canción de Pecos... "Si me faltaras tú"

Próxima publicación... jueves, 14 de mayo 

Este próximo domingo es el primer domingo de mayo... el Día de la Madre
Pues felicito a todas las madres... y muy especialmente a la mía
Dicen que madre solamente hay una... y tod@s estamos de acuerdo y pensamos que la nuestra es la mejor
A esas maravillosas mujeres que procuran entendernos, que siempre nos atienden y que nunca tienen nada que perdonarnos... Feliz Día a todas... a las que están muy cerca, y a las que están en corazones y pensamientos



                                                                

jueves, 16 de abril de 2015

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 113




















CAPÍTULO 113

NOTICIAS INQUIETANTES



N
icolás se alegró de que llegara el lunes y de volver al instituto. El fin de semana le había parecido interminable recluido en el despacho y sumergido en los ejercicios que su padre le impuso. Natalia y Bibiana le acompañaron en su castigo pero al estar vigilados constantemente por un malhumorado señor Teodoro se habían podido permitir pocas alegrías.
El chaval vio a las niñas en el patio y se dirigió hacia ellas, sonriendo.
            Buenos días las saludó, jovialmente, ¿no es maravilloso que sea lunes?
Las jovencitas dejaron de hablar entre ellas y miraron al niño con semblantes muy graves.
            ¿Qué os pasa? se sorprendió Nicolás Cualquiera diría que habéis visto a un fantasma.
            ¡Nico, pon los pies en el suelo! exclamó Natalia, irritada Por mucho que sea lunes, Blas no te va a levantar el castigo. ¿Se te ha olvidado que abriste su caja fuerte y le diste un montón de dinero a Benito Sierra? ¿Se te ha olvidado que fuiste a “Paraíso” de noche? ¿Se te ha olvidado que atacaste al señor Cuesta?
Nicolás frunció el ceño, enojado.
            ¡Eres una aguafiestas! profirió ¿Te has empeñado en amargarme la mañana? ¡Ya tuve bastante ayer con el idiota de mi padre! Después de cenar le comenté lo que me dijo el profesor de gimnasia. Y desde luego fue muy rotundo. No piensa dejar que juegue ningún partido con adultos. No creo que Roberto consiga que cambie de parecer.
            Eso ya lo sabía yo declaró Natalia, lo sorprendente hubiese sido que te hubiera dado permiso.... Nico, ha pasado algo que nos preocupa bastante agregó la niña después de una breve pausa.
            ¿Qué ha pasado?
Natalia y Bibiana intercambiaron una mirada fugaz.
            Ayer, por la noche, la madre de Paddy vino a mi casa habló Bibiana. Venía a buscar a Paddy, ella pensaba que estaba con nosotros. No la ve desde el viernes por la tarde...

Un timbre de alto volumen sonó en el patio; era la señal de que los alumnos debían ir entrando a sus respectivas aulas.
            Paddy es una cabeza loca manifestó Nicolás, impávido, ya aparecerá.
            ¿Qué dices? se impacientó Natalia No podemos cruzarnos de brazos como si nada hubiese ocurrido. Paddy ha dejado de ser mi amiga pero lo fue durante mucho tiempo. Tal vez esté en peligro. El viernes, por la noche, la vimos en la discoteca cuando fuimos a rescatar a la falsa de Rocío. Deberíamos decírselo a…
            ¿A quién? atajó Nicolás, crispadísimo No vamos a decirle ni una palabra a nadie, pero muchísimo menos a mi padre. Paddy aparecerá en cualquier momento, ya lo verás.
            ¡A ti lo único que te preocupa es salvar tu pellejo! lo acusó Natalia, furiosa Sabes que si Blas se entera de esto te va a castigar el triple por entrar en “Paraíso”. Y tampoco quieres que Blas se relacione con Álvaro, y si se entera de esto, tendrá que hablar con él. ¿Cuánto me equivoco?
Nicolás suspiró profundamente y miró el cielo donde un sol muy débil parecía no querer marcharse a descansar. Seguidamente bajó la vista hasta depositarla sobre Natalia.
            A lo mejor te equivocas cien por cien dijo, gélidamente. Yo no vi a Paddy, la viste tú. ¿Cómo puedo estar seguro de que no te confundiste?
            ¡Eres un cerdo! ¿Cómo te atreves
           
          —Siento mucho interrumpir una conversación que seguramente es muy interesante la voz del señor Teodoro sobresaltó a los niños que no lo habían visto acercarse. Ha sonado el timbre, ¿no lo habéis oído? ¡A clase enseguida!
            ¡Imbécil! insultó Natalia a Nicolás, sorprendiendo al señor Teodoro.
            ¡Estúpida! contestó el chiquillo, ofendido.
            ¡Asqueroso! volvió a insultar la jovencita.
            ¡Cerda! replicó el muchacho, muy enojado.
Bibiana observó la cara anonadada del señor Teodoro y comprobó como sus ojos negros se oscurecían más todavía.
            ¡Hey, hey, hey! ¡Ya es suficiente! exigió el hombre ¿Queréis callaros los dos? ¡Estáis castigados! A la hora del recreo os quiero en mi despacho. ¡Ahora id a vuestras clases, YA!
El señor Teodoro siguió a los niños hasta la entrada del edificio. Ambos hablaban muy bajito; sin duda continuaban peleándose.
Y por un momento, el señor Teodoro envidió a Nicolás y a Natalia... y deseó poder discutir con Helena como lo hacían los niños; tenerla a su lado aunque solo fuera para pelear como dos atolondrados adolescentes, como Nicolás y Natalia. Sonrió recreando la imagen en su pensamiento y en ese instante rozó un estado feliz. Le fue imposible imaginar a Helena llamándole "asqueroso", ella nunca le diría eso... ella le diría "canalla" que significaba en su lenguaje lunático "te quiero". Y él le contestaría "lunática", y ella... 

El señor Ortiz, padrastro de Bibiana, se aproximó al director arrebatándole ese espacio de tiempo tan breve donde la cruda realidad quedaba muy lejana. 
            La señorita Mikaela Melero me encargó que contratara a unos obreros para levantar el muro del patio. El miércoles por la tarde empezaron a faenar, el domingo también han venido. Llevan ya más de medio patio comunicó, satisfecho. Creo que entre hoy y dos días más, como mucho,  acaban la faena. ¿No se ha fijado?
            No me he dado cuenta, estoy un poco distraído reconoció el señor Teodoro. Pero es una noticia estupenda. No quiero que los alumnos puedan saltar a la calle con la mayor de las facilidades.
            He contratado a hombres trabajadores y que no cobran caro. Entiéndame, mano de obra barata el señor Ortiz le guiñó un ojo como signo de complicidad.
            Les pagaré un sueldo justo manifestó el joven director, sintiéndose molesto.
           
         —Buenos días, señor Teodoro saludó el jefe de estudios haciendo acto de presencia. En su frente y en su nariz aguileña podían apreciarse diminutas gotitas de sudor, necesito hablar con usted. Es un asunto muy urgente.
            En ese caso, acompáñeme a mi despecho.
Los dos hombres entraron en la estancia y tomaron asiento, uno frente al otro, separados por la amplia mesa. Eduardo Cardo extrajo un pañuelo, un poco amarillento, y secó su inoportuna sudoración.
        —En primer lugar quiero decirle que me congratulo de tenerlo de vuelta y espero que esté recuperado, también lamento mucho la expulsión de su hijo el señor Cardo estrujaba el pobre pañuelo mientras hablaba. Yo no lo hubiese expulsado jamás, pero el señor Cuesta me obligó. Estaba fuera de sí y decía que el niño había pretendido estrangularlo. Desde luego, tengo que decir que el señor Cuesta tenía unas marcas muy feas en el cuello.
            Tranquilícese pidió el señor Teodoro al jefe de estudios, usted hizo lo que creyó que debía hacer. 
El director continuó mirando al hombre, pese a que sentía una necesidad imperiosa de mirar hacia otro lugar. El reiterativo bizqueo de su interlocutor le estaba provocando un gran malestar.
El señor Eduardo carraspeó y volvió a hacer uso de la palabra.
            Este viernes pasado recibí dos llamadas impresionantes o increíbles, es complicado definirlo. No va a dar crédito a lo que tengo que comunicarle pero es totalmente necesario que usted lo sepa. El viernes que viene vamos a tener la visita de dos grandes personalidades. No se lo he contado a ningún profesor, pensé que usted era la primera persona que debía enterarse.
            ¿Y quiénes son esas personalidades? se interesó el señor Teodoro.
            Nada más ni nada menos que el Excelentísimo y Honorable Jefe de Estado, don Arturo Corona, y el candidato a ser el primer presidente de nuestro país, don Jaime Palacios. 
Eduardo Cardo tuvo razón en algo de lo que había dicho; el joven director no daba crédito a la información recibida. La expresión de su mirada era el resultado de la unión del escepticismo y del desconcierto.
            ¿Está usted completamente seguro de lo que me está diciendo? interrogó.
            Completamente. 
Tras esta concisa respuesta, el señor Cardo volvió a secar el sudor de su frente y nariz.
            Esto es inaudito catalogó el señor Teodoro, no tiene ningún sentido. ¿Por qué estos señores han elegido un instituto de educación secundaria para reunirse? Aquí únicamente hay adolescentes. Ni siquiera van a poder votarles en el caso de que se celebren elecciones. Sería más lógico que fueran a una universidad.
            El instituto deberá estar muy limpio y muy ordenado. Impecable, debemos dar una excelente imagen manifestó el jefe de estudios que tenía unas inquietudes muy diferentes a las del director. Opino que esta semana deberíamos interrumpir las clases y dedicarnos a ensayar en el salón de actos con los alumnos. Los chicos deben tener un comportamiento intachable. Debemos proyectar una buena imagen de “Llave de Honor”; tal vez venga la televisión.
            Espero que no se opuso el señor Teodoro, nuestros alumnos son menores de edad. Es nuestro deber protegerles.
            Nuestro deber, ante todo, es dejar contento y satisfecho al Excelentísimo y Honorable don Arturo Corona  perseveró Eduardo Cardo siendo esta su principal y primera prioridad.
Cuando el señor Teodoro se quedó a solas realizó varias llamadas telefónicas donde le confirmaron lo dicho por el jefe de estudios. Más tarde y, encontrándose ensimismado con sus pensamientos, recibió una llamada en su teléfono personal. Era Tobías, el policía de Luna.
            Blas, me gustaría hablar contigo lo antes posible le dijo con tono apremiante. No puede ser por teléfono. Debemos vernos, se trata del asesinato de Víctor Márquez. He hecho algunas averiguaciones y hay cosas que te van a interesar. ¿Podemos vernos hoy mismo?
            Estoy en el instituto…
            En un par de horas, a lo sumo, estaré ahí.
La comunicación se cortó y el señor Teodoro añadió una preocupación más a las que ya tenía. ¿Qué habría averiguado Tobías que era tan importante que él supiera?

Si las personas gozasen de un poder adivinatorio, si pudiesen ver en su futuro aunque solo fuera el más próximo, el más inmediato... el problema más acuciante, el que mataba y daba vida a Blas, que no era otro que encontrar a Helena... ese problema hubiese desaparecido como lo hace la noche cuando amanece. Porque justo al día siguiente, Blas Teodoro sabría sin ningún género de duda que "Mikaela Melero", la proferora en prácticas, rubia y de ojos azules, no era tal; sabría a ciencia cierta lo cerca que estaba aquella que él llamaba lunática.
Ya solo era cuestión de horas.

Págs. 893-899

Esta semana dejo una canción de Julio Iglesias... "Dónde estarás"

Próxima publicación... jueves, 30 de abril


                                                               
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