EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

jueves, 17 de septiembre de 2015

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 119






















CAPÍTULO 119

NOTICIAS DE PATRICIA



N
icolás anduvo a paso ligero, sin pisar el césped, por uno de los caminos empedrados del jardín. Se había levantado un airecillo tenue pero era tan frío que le heló la cara.
La primera glorieta estaba situada a unos metros de la nave donde guardaban los coches, tenía forma circular con tejado y miradores acristalados. El chiquillo subió cinco peldaños, empujó la puerta y accedió al habitáculo. Aquello era como otra habitación de juegos, el suelo se hallaba abrigado con una alfombra de lana gruesa y tupida. Nicolás colgó su cazadora en el respaldo de una silla y se dejó caer en un sofá, mirando el cielo. En otro momento, con esta postura se hubiese relajado pero, en esta ocasión, estaba demasiado agobiado. Pensaba en el señor Ismael Cuesta y no entendía cómo sabía que él y Natalia habían estado escondidos en la sala de profesores y que habían escapado por una de las ventanas.
Inesperadamente la puerta de la glorieta se abrió, y alguien entró. Nicolás levantó la cabeza e incorporándose en el sofá, vio a Marcos.
                  —Hola saludó el hijo menor de Matías, te he visto venir hacia aquí y quería hablar contigo. Estoy dispuesto a mantener mi palabra y abrirte la puerta de la calle siempre que quieras, pero si tu padre te descubre tendrás que decirle que aprovechaste un descuido. Tu padre no puede enterarse de que yo te ayudo a salir sin su permiso. Se me caería el pelo, ¿estás de acuerdo?
            Sí, claro, estoy de acuerdo respondió Nicolás.
            ¿Puedes confiar en tus amigas?
            Nat y Bibi no le dirán nada a mi padre, tranquilo.
            ¿Quieres estar solo o prefieres que me quede?
            Bueno, no me vendría mal un poco de compañía.
Marcos se sentó al lado de Nicolás. Solamente tenía un año más que él; sin embargo parecía mayor. Las experiencias de Marcos nada tenían que ver con las experiencias de Nicolás y, por tanto, Marcos era más maduro, responsable y cabal. También sus semblantes eran distintos; Nicolás tenía cara de niño; por el contrario, las facciones de Marcos se ajustaban más a un joven que a un adolescente.
            ¿Quieres que juguemos a una partida de cartas?  propuso Nicolás.
            Me parece bien.
La partida de cartas se alargó y ambos muchachos estaban tan enfrascados en el juego que no vieron llegar el coche del señor Teodoro ni tampoco vieron al señor Hernández correr hasta la nave para recibir a su patrón. Después de intercambiar saludos y algunas palabras, los dos hombres se dirigieron a la glorieta. El señor Teodoro entró en primer lugar. Los niños continuaban jugando, ajenos al mundo.
              —Hola, muy buenas saludó el señor Teodoro, con cierto retintín, acercándose. Nicolás y Marcos lo miraron, sorprendidos. ¡El tiempo había pasado volando!. Siento interrumpiros, por lo visto estáis muy entusiasmados con las cartas pero es que es hora de comer…
Nicolás miró a su padre con desconfianza, recelaba de su aparente afabilidad.
            Buenas tardes dijo Marcos, precipitadamente, poniéndose de pie.
Nicolás también se levantó, su padre no le quitaba la vista de encima.
            ¿No vas a decirme nada? le preguntó amistosamente.
            Es que… empezó a decir el niño.
            ¡Es que nada! atajó el señor Teodoro, convertido en fiera ¡No hay excusa que te valga, Nico! ¡Tú y Nat sois dos desobedientes! ¡Y ninguno de los dos va a salir al patio lo que queda de semana! ¡Y ahora a comer!
Tú también tendrás que ir a comer, ¿no, Marcos? añadió en tono más pacífico.
            Por supuesto que sí respondió el señor Hernández al mismo tiempo que su hijo asentía.

La señora Sales aprovechó el enfado del señor Teodoro para poner más verdura y pescado en el plato de su nieto. En otras circunstancias el niño hubiese protestado enérgicamente pero viendo el semblante hosco del señor Teodoro se limitó a suspirar, resignado.
Lo que ignoraban Nicolás y la señora Sales es que el gesto hosco de Blas era un gesto falso y forzado. En realidad solo tenía ganas de silbar, cantar, saltar... Sí, hacía mucho tiempo que ni silbaba, ni cantaba, ni saltaba... y quería volver a hacerlo, deseaba volver a hacerlo.
Pero ni su madre ni su hijo hubiesen entendido semejante actitud y no quería levantar sospechas. Pronto, muy pronto, su hijo sabría que había encontrado a Helena, pero todavía no. El viernes, sin falta, lo sabría. El viernes, después de la visita de Don Arturo Corona y Don Jaime Palacios le presentaría a su madre. El viernes terminaría el juego de Mikaela.
Y Blas se excitaba solo de pensarlo y tenía que disimular... y se sentía culpable de ser tan feliz el día que tenía que asistir al entierro del bueno de Tobías, pero no podía evitarlo, era el hombre más feliz y dichoso de la Tierra.
Después de comer, se reunió con su hijo en el despacho y además de los deberes que él llevaba le puso unos cuantos más.
            —¡Voy a pasarme casi toda la tarde estudiando! exclamó Nicolás, apesadumbrado.
            Haberlo pensado antes de lanzarte por la ventana  le dijo el señor Teodoro sin hacer caso de sus lamentaciones. Ahora vete a tu habitación y duerme un rato. La yaya y yo tenemos que ir al entierro de Tobías. Espero que Matías no tenga ninguna queja sobre ti a mi regreso.
Nicolás estuvo atento y cuando tuvo muy claro que su padre y su abuela se habían marchado salió de la habitación y se encaminó al despacho. No tenía intención de perder un tiempo precioso haciendo la siesta teniendo por delante tantos deberes. No llevaba mucho rato leyendo y escribiendo cuando tomó la firme determinación de únicamente hacer los ejercicios que tenía para el día siguiente. De ninguna manera haría los deberes que le había añadido su padre.
No hacía ni un mes que desobedecer al señor Teodoro le causaba un gran malestar; ahora todo era diferente. El señor Teodoro no era su tutor, era su padre. No iba a cansarse de él, no iba a dejarlo por muchas veces que le desobedeciera.
Sonrió mirando una foto suya que el señor Teodoro tenía sobre el escritorio. Su padre lo quería y, a pesar de que se enfadaba bastante, siempre iba a perdonarle los fallos que cometiera.
Nicolás se sentía poderoso y seguro. Evocó las muchas noches que el señor Teodoro creía que dormía y entraba en su cuarto para darle un beso en la frente o acariciarle el cabello, y lo observaba durante un minuto o tal vez dos, con infinita ternura.
Marcos entró en el despacho y encontró a Nicolás sonriendo con la mirada perdida.
            Tu padre ha dicho que estabas haciendo la siesta pero ya me imaginaba que tú de dormir nada declaró a modo de saludo. ¿Tienes mucho trabajo? Siento no poder ayudarte. De estudios secundarios no tengo ni idea y de primarios poca, no creas.
            Aún me queda trabajo, desde luego resopló Nicolás. Y tengo que terminarlo antes de que vuelva mi padre. ¿Ha dicho cuándo iba a volver?
Marcos pensó unos segundos.
            Ha dicho que no creía que volviera más tarde de las ocho.
El muchacho se quedó con Nicolás, a este le agradó no estar solo. Prontamente se enzarzaron en una amena conversación que no se interrumpió hasta que Prudencia entró en el despacho para anunciar que la merienda estaba preparada en la cocina. Nicolás se levantó de un salto y, definitivamente, dejó olvidados libros y libretas. Invitó a Marcos a merendar y el muchacho no pudo negarse porque se le hizo la boca agua en cuanto vio la bandeja de churros recién fritos y la jarra con chocolate espeso que emanaba un aroma cautivador. En otra bandeja había pasteles rebosantes de nata, unos; de crema, otros.
            No vamos a poder comer tanto dijo Marcos, relamiéndose. Si comemos tanto no podremos volver a comer hasta dentro de un año.
            Pues yo tengo que cenar esta noche o mi padre y mi abuela me harán el haraquiri bromeó Nicolás.
Prudencia observó, complacida, cómo los niños servían chocolate en sendos tazones y comenzaban a degustar los churros, mojándolos primero en el oscuro dulce.
            Tenga cuidado y no vaya a empacharse recomendó a Nicolás, su abuela me ha pedido que lo vigile.
            ¡Usted no va a vigilar a nadie, madre! gritó Marcos, sobresaltando a la mujer ¡Váyase de la cocina y déjenos solos!
Prudencia obedeció sin rechistar; Nicolás miró, atónito, al chico encolerizado, sintiéndose muy incómodo.
            ¿Cómo puedes gritar de esa forma a tu madre?
            En mi casa mandamos los hombres.
            En mi casa también manda mi padre, pero siempre me ha enseñado a respetar a las mujeres y nunca le he oído hablar a mi abuela como tú le has hablado a tu madre.
            Tu padre es raro. Es diferente. No parece un hombre de Kavana.
Nicolás iba a decir algo, pero la llegada de Natalia le hizo cambiar de opinión.
            Hola saludó la chiquilla, hace un aire terrible. He venido con taxi por miedo a salir volando. El taxista ha tenido que esforzarse para que el viento no arrancara la puerta del coche.
            ¿Has merendado? preguntó Nicolás.
Como respuesta, Natalia cogió un churro, lo bañó en el tazón del niño y se lo introdujo en la boca.
Marcos observó la maniobra y luego apartó la vista no queriendo que Natalia lo pillara mirándola.
            ¿Y Bibi? volvió a preguntar Nicolás.
            No ha podido venir. Tenía que ayudar a su madre en casa. ¡Esa mujer es odiosa! Se carga de hijos y pretende esclavizar a Bibi por ser la chica. ¡Y sus hermanos no hacen nada de nada! ¿Dónde están Blas y Emilia? indagó la niña, cambiando de tema.
            Han ido al entierro de Tobías.
            Pues Elisa no ha ido refunfuñó Natalia, malhumorada. Había mantenido la esperanza de que el señor Teodoro y su tía se vieran en el sepelio e hiciesen las paces. ¿Te ha reñido mucho Blas? se interesó a continuación.
            Un poco contestó Nicolás, ha dicho que vamos a quedarnos sin patio el resto de la semana.
Y que sepas que el señor Cuesta sabía que estábamos en la sala de profesores y que saltamos por la ventana. Se lo ha dicho a mi padre. Todo lo que habló por teléfono debió hacerlo a propósito para asustarnos.
Natalia arqueó las cejas y meditó un momento al tiempo que miraba a Marcos con suspicacia. El muchacho captó la mirada.
            Si queréis hablar a solas, me marcho dijo de inmediato.
            No es necesario manifestó Nicolás, me fío de ti.
Natalia bufó, impaciente.
            ¡Tú te fías enseguida de la gente! —se mofó, enfadada— No hace mucho te fiaste de Benito Sierra y de su hija, por poner un ejemplo.
            —Marcos es amigo mío —declaró Nicolás. solemne.
            —¡Qué rápido haces amigos! —volvió a mofarse la niña— ¡Bien, idiota! —exclamó con ojos brillantes de furia— ¡Ya te apañarás! Tengo que decirte algo importante y lo haré delante de tu nuevo amigo.
Paddy me ha llamado al móvil con un número oculto. Me ha dicho que se encuentra de maravilla y que nadie la retiene a la fuerza. Que no tiene intención de volver por el momento, y que tal vez decida no volver nunca.
            —Bueno, esa es una buena noticia —dijo Nicolás cuando Natalia hizo una pausa—. Eso demuestra que Paddy es una insensata, pero nadie le ha hecho daño ni se lo va a hacer.
            —¡Y tú eres un cabeza de chorlito! —chilló Natalia, muy enojada— No he terminado de hablar, espera a que termine para sacar conclusiones. Cuando me ha llamado me ha dicho que era Patricia y me ha llamado Natalia. Estoy segura de que alguien estaba a su lado amenazándola. Y por eso no me ha dicho que era Paddy ni me ha llamado Nat. Ha querido hacerme una señal. Respecto a lo del señor Cuesta, pienso que alguien ha debido vernos saltar desde la ventana de la sala de profesores y se lo ha contado a él o él mismo nos ha visto. Entonces ha sabido que habíamos oído su conversación. Por ese motivo han obligado a Paddy a llamarme, para despistarnos. Paddy desapareció en “Paraíso” y esta discoteca pertenece a Álvaro y al señor Cuesta. Ellos deben estar detrás de la desaparición de Paddy. Todo encaja.
Natalia dejó de hablar y miró a Nicolás y a Marcos, muy excitada. 
Los dos muchachos la observaban con una expresión que a la niña no le gustó un ápice.
            —¿Qué pasa, Nico? ¿No me crees?
            —Creo que ves muchas películas y que tienes mucha imaginación.
La respuesta de Nicolás tuvo el mismo efecto que una dolorosa bofetada. Los ojos color avellana de Natalia se llenaron de lágrimas.
            —Y yo creo que a ti no te interesa creerme —acusó la chiquilla haciendo un gran esfuerzo por no llorar de rabia y de impotencia—. No quieres problemas, quieres vivir tranquilamente. ¡Y Paddy te importa un comino!
            —No tienes ninguna prueba de lo que has dicho —intervino Marcos, defendiendo a Nicolás—, todo son suposiciones tuyas.
Natalia se secó los ojos y lo miró con rencor. Seguidamente, manteniendo la cabeza muy erguida, salió con dignidad de la cocina. El viento seguía soplando fuerte; la niña llamó un taxi que no tardó en llegar. El señor Hernández se sorprendió de su marcha tan repentina y escrutó su rostro con curiosidad.
A Nicolás se le fueron las ganas de seguir merendando, no le sucedió lo mismo a Marcos que cogió otro pastel repleto de nata.
            —No deberías dejar que Natalia te hable de esa forma —dijo con la boca llena—. ¡Estás en tu casa! ¡Además ella es una chica!
             —Ya sé que es una chica, y un día me casaré con ella y será mi mujer. Es otra lunática como mi madre —declaró Nicolás con absoluta seguridad.
             —¿Dónde está tu madre? —preguntó Marcos. 
             —No lo sé. Se fue cuando yo tenía tres años, pero mi padre la encontrará y la raptaremos.
             —¿Estás seguro de que tu padre hará eso?
             —Sí.
             —Mi padre dice que tus padres nunca se casaron. ¿Y si tu madre se ha casado con otro? ¿Y si tiene otros hijos?
Un nubarrón muy oscuro se formó y creció en el horizonte de Nicolás.
             —¡Te he dicho que mi padre la encontrará y la raptaremos —gritó, exaltado.
Y Marcos decidió no seguir hablando sobre Helena Palacios.            

Págs. 939-947 


Hoy dejo una canción de Malú y Leonel García... "Cuando digo tu nombre" 

Próxima publicación... jueves, 15 de octubre




Queridos lectores de El Clan Teodoro-Palacios... En primer lugar quiero deciros que espero hayáis pasado un buen verano y que me alegra estar de nuevo con vosotr@s
También tengo que deciros que por asuntos importantes que debo intentar resolver, solo voy a poder publicar un capítulo al mes
Mientras esta situación no cambie... pues no dejaré de publicar ni en Navidad, ni en Pascua, ni en los meses de verano
Creo que no voy a tener ningún problema con las personas que tenéis algún blog, os voy a dar menos trabajo ;-)
También es cierto que mi presencia en vuestros blogs va a ser menor
Y voy a confiar en la comprensión de las personas que no tenéis blog
Muchas gracias a tod@s, y un abrazo
Mela  
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This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License. Creative Commons License
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