EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

jueves, 18 de diciembre de 2014

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 105




CAPÍTULO 105

CAMBIO DE PLANES



"M
ikaela" detuvo su coche delante de la puerta de la vivienda de Nicolás. El niño le dijo la dirección y la mujer no tuvo dificultad en llegar. Conocía muy bien Aránzazu. Hacía doce años que no había puesto un pie en aquella ciudad pero, calles como la avenida Presidencial, ya existían por aquel entonces.
Por otra parte, la avenida Presidencial, era una de las pocas calles emblemáticas de la ciudad.
            Nico, si necesitas algo no tienes más que llamarme le dijo la "profesora" entregándole una tarjeta con un número de teléfono móvil. Y hazme el favor de comer. Ya has comprobado que tu padre se encuentra bien. No tienes de qué preocuparte.
            Gracias por todo agradeció Nicolás, guardando la tarjeta en un bolsillo de su pantalón. Tú tampoco has comido. ¿Quieres entrar y comer conmigo?
            Te lo agradezco mucho, pero me están esperando en mi casa.
            —Me caes muy bien, Mikaela, y nunca olvidaré que me has llevado a ver a mi padre —aseguró el chiquillo.
            —Tú también me caes muy bien, Nico. Intenta recordar esto, sobre todo intenta recordarlo en febrero.
           —¿Por qué en febrero?
           —Porque en febrero voy a darte una sorpresa, pero esto es un secreto entre tú y yo... ¿De acuerdo?
Nicolás asintió sin entender.
            —Ahora ve a comer, nos vemos mañana.
            Hasta mañana entonces se despidió el chaval, bajando del vehículo.
"Mikaela" observó como el muchacho pulsaba un timbre e inmediatamente el mismo hombre que había ido a buscarle al instituto, le abrió la puerta.
Nicolás pasó al jardín. Posteriormente precedido por el señor Matías entró en casa y se dirigieron a la cocina donde se encontraban Prudencia y Cruz.
El aroma a buena comida guisada no logró abrir el apetito del niño.
            Ahora mismo le pongo un plato en la mesa dijo Prudencia, debe estar hambriento y desfallecido.
La familia del señor Matías también trataba de “usted” al chiquillo siempre que el señor Teodoro no estuviese delante. Era una orden del señor Hernández que todos debían acatar a excepción de Marcos. Marcos gozaba de este privilegio porque su misión consistía en ser amigo de Nicolás.
La señora Sales conocía los entresijos de los Hernández pero a la mujer le era indiferente que llamasen “señorito” y tratasen de “usted” a su nieto.
            No voy a comer nada dijo Nicolás dejando “paradas” a Prudencia y a Cruz. Tengo el estómago revuelto, no me encuentro muy bien. Creo que estoy un poco nervioso. Me gustaría tomarme un tazón de tila de los que toma mi padre. Me sentaría bien.
            ¡Venga, mujeres, al tajo! ¿No habéis oído al señorito Nicolás? prorrumpió Matías dando unas estrepitosas palmadas que sobresaltaron a las señoras, y al chiquillo, que no esperaba una reacción así por parte del hombre.
Poco después, Prudencia tuvo listo un tazón con la humeante infusión y se la ofreció al muchacho.
Nicolás notó que las manos de la mujer temblaban ligeramente y que sus ojos grises estaban llorosos.
El crío se extrañó, pero cogió el tazón sin hacer ningún comentario. Tras tomarse la tila, comunicó que iba a su habitación a acostarse un rato.
            Haga usted lo que crea conveniente le contestó el señor Hernández. En el momento que quiera algo no tiene más que pedírnoslo. Estamos a sus órdenes.
            ¿Y cómo se encuentra su padre? se interesó Cruz, la nuera del señor Hernández y de Prudencia ¿Volverá pronto a casa?
            ¡Eres una curiosa sin remedio! chilló Matías, furioso, asustando a la joven mulata ¡Y una descarada impertinente! ¡No molestes al señorito Nicolás, osada!
            No me ha molestado aclaró Nicolás, impresionado por la actitud fuera de lugar del hombre . Mi padre está bien respondió mirando a Cruz. Lo han operado de apendicitis, tiene que estar unos días en el hospital. No sé cuántos todavía.
Nicolás salió de la cocina, muy serio, y arrastrando los pies entró en la habitación del señor Teodoro. Se dejó caer en la cama; estaba muy cansado y segundos después lloró con supina amargura.
Echaba terriblemente de menos a su padre y a su abuela, y se sentía muy solo y desamparado.
La casa se le antojaba excesivamente grande y excesivamente silenciosa.
Se había asustado mucho al enterarse del ingreso del señor Teodoro en el hospital y el recuerdo de su padre, fatigado en la cama, lo desmoralizaba. No comprendía por qué había tenido que pasar aquello, precisamente ahora, cuando todo iba tan bien. Ahora que había conseguido no volver al internado y se había enterado de quién era su verdadero padre.
Nunca le gustó ir al internado; él prefería vivir con el señor Teodoro, con Emilia, con Natalia y con Elisa. Pero después del incendio que provocó sin querer, el señor Teodoro fue muy firme en su decisión.
Tenía seis años y lloró a mares, pero lo único que consiguió fue que el señor Teodoro acudiese todas las noches a dormir con él al colegio durante tres meses. Posteriormente y a medida que los profesores y el director le notificaban que iba haciendo amigos y que se encontraba bien, el señor Teodoro fue faltando alguna que otra noche hasta que dejó de ir. Este hecho provocó que el comportamiento del niño empeorase y con su mala conducta consiguió lo que realmente se proponía. El señor Teodoro le llamaba por teléfono todos los días, casi siempre para regañarle, y también tenía que ir al internado personalmente después de recibir llamadas enojadas del director.
De esta forma, Nicolás no perdía el contacto con el que creía su tutor y se aseguraba de no ser olvidado en aquel recóndito lugar.
El niño no se conformaba de manera alguna con pasar fines de semana, festivos y periodos vacacionales con el señor Teodoro. Él quería verlo todos los días y si no podía verlo, por lo menos oírlo. Quería volver a vivir en casa, y por fin lo había logrado después de muchas estratagemas.
Y ahora que se sentía tan dichoso no entendía lo sucedido a su querido padre.
                                                                                                ∎∎∎
Nicolás se despertó de sopetón, muy alarmado, temiendo haber dormido mucho cuando apenas había pasado media hora. Se había quedado adormecido fraguando una idea y, al despertar, la idea se transformó en todo un planazo.
Se levantó de la cama, pasó a su habitación y se dirigió al vestidor. Estaba entretenido colocando ropa en una mochila cuando el señor Matías apareció acompañado de Natalia y Bibiana.
            Las señoritas han venido a verle anunció el hombre, retirándose de inmediato.
            ¿Qué estás haciendo? quiso saber Natalia.
            Me voy al hospital respondió Nicolás. Necesito el pijama, y ropa para ponerme mañana. Haré los deberes, cenaré y dormiré allí. Quiero estar con mi padre. Mañana nos veremos en el instituto.
            Nico, ¿por qué no te calmas? se impacientó Natalia al momento He hablado con Emilia. Blas está bien, solo lo han operado de apendicitis. No creo que te quiera por allí de ninguna manera. Emilia me ha pedido que no vayamos a visitarle porque Blas necesita dormir y descansar. También ha comentado que el hospital no es un sitio apropiado para nosotras porque hay muchos virus y muchas infecciones. A Emilia le va a dar un ataque si vas por allí con intención de quedarte.
            ¡Me da igual lo que diga mi abuela! exclamó el muchacho, arrugando el ceño ¡Si por ella fuera ni siquiera hubiera visto a mi padre!
         —Nico, Blas no permitirá que te quedes en el hospital manifestó Natalia, tajante. Le he dicho a Elisa que me quedaré a dormir contigo ya que estás solo. Podemos hacer los deberes y luego divertirnos un rato. Y con un poco de suerte, el viernes por la noche, vamos a poder ir a “Paraíso”. Emilia me ha dicho que Blas estará hasta el domingo en el hospital. Es nuestra oportunidad de ayudar a la hija de Benito Sierra. ¿O ya no te importa esa chica?
Como respuesta, Nicolás comenzó a sacar la ropa que había ido metiendo en la mochila sin ningún tipo de orden.
            Está bien dijo con resignación. Ya iré a ver a mi padre mañana, después de las clases.
Las niñas y Nicolás se encontraban en el cuarto de los juegos cuando llegaron Leopoldo y Lucas. Estuvieron jugando hasta las ocho; llegada esa hora, ellos y Bibiana se marcharon.
A los chiquillos les encantaba ir a casa de Nicolás puesto que se lo pasaban estupendamente. Allí no existían momentos de aburrimiento, o bien jugaban en la habitación predestinada a ello o corrían por el jardín o se encerraban en alguna de las glorietas. Tanto Leopoldo como Lucas envidiaban secretamente a Nicolás por vivir en una casa con tantas comodidades.
            Todavía no hemos hecho los deberes se rió Natalia una vez se quedaron solos.
            Pues ahora no me apetece hacerlos declaró Nicolás, perezoso. Prepararé los libros para mañana y se acabó. ¡Al cuerno con los dichosos deberes!
Concluida la tarea, los muchachos fueron a la cocina y ante el espanto de Prudencia bebieron gran cantidad de agua, y cogieron de la despensa una caja de galletas comenzando a engullirlas atropelladamente.
            Señorito, es casi la hora de cenar —se atrevió a recordar la mujer a Nicolás. Van a perder el apetito.
El muchacho observó, con desgana, los pescados que la señora estaba asando.
            No se preocupe, Prudencia. No nos prepare nada dijo el chaval. Más tarde tomaremos leche y si tenemos hambre ya picaremos algo. Puede irse a su casa.
La sirvienta lo miró, pesarosa, guardó silencio y asintió.
                                                                                                ∎∎∎
A Matías Hernández le disgustó ver llegar a su esposa con una fuente donde había depositado los pescados recién asados.
            ¿No ha cenado el señorito Nicolás? preguntó por decir algo.
            Ha preferido comer galletas murmuró Prudencia.
            ¡Esto es un auténtico dislate! exclamó el hombre, contrariado El señor Teodoro no tiene ni idea de cómo educar a su hijo. Lo tiene muy consentido. Esperemos que no tenga nada que lamentar a su regreso.
            Padre, permítame decirle que si el señor Teodoro tiene que lamentar algo va a ser culpa de usted observó Marcos, muy juicioso. Él dijo muy clarito que Nico no daba órdenes, sino que las recibía y obedecía.
El señor Hernández descargó su furia sobre su hijo menor propinándole una salvaje bofetada.
            ¡No vuelvas a corregirme, ESTÚPIDO! le gritó No estando el señor Teodoro, quien manda aquí es su hijo. Él es, ahora, nuestro amo y señor. ¿En qué mundo crees que vives?
Más tarde, el señor Teodoro llamó por teléfono al señor Hernández para preguntarle qué tal iban las cosas. Matías le contestó que todo estaba en perfecto estado y, en ningún momento, le manifestó queja alguna.
El señor Teodoro se sintió muy aliviado y, seguidamente, llamó a su hijo. Estuvo hablando con el chaval media hora; Natalia también se puso al teléfono y le deseó una pronta recuperación.
            Portaros bien y no os acostéis muy tarde, mañana tenéis que madrugar —fue la última recomendación del hombre antes de colgar.
                                                                                                  ∎∎∎
Matilde Jiménez cepillaba la larga melena color azabache de Helena Palacios. Matide tenía en su rostro una seria expresión, mezcla de tristeza y preocupación. Helena llevaba puesto el camisón, pensaba acostarse cuanto antes.
            —Alegra esa cara —le dijo a su amiga viendo su semblante reflejado en el espejo que tenía frente a ella.
            —Deberíamos marcharnos —dijo Matilde con nerviosismo—. Ya has visto suficiente a tu hijo. Es peligroso seguir aquí.
            —Paula ha debido estar mareándote, ¿verdad? —sonrió Helena— No le hagas caso, ve fantasmas donde no los hay. Nos iremos el cinco de febrero como estaba previsto.
No puedo dejar a Nico solo; Blas está en el hospital. Estoy segura de que ha protegido muchísimo al niño y mi hijo es un crío que depende por completo de su padre.
               —Helena, no has probado bocado desde que has llegado a casa y no es tu hijo el que está ingresado. Es Blas.
Helena Palacios se levantó con cierta brusquedad.
              —¡Ya está bien de cepillarme el pelo! —exclamó— Tengo sueño.
              —A mí me parece que intentas evitar hablar conmigo, hablar de Blas. Soy tu amiga, Helena, soy como una hermana, confía en mí... 
              —¡Se acabó, Matilde! No hay nada de qué hablar... Si algo sale mal, coge tu pasaporte y sal del país.
              —No, Helena, te acabo de decir que soy como tu hermana, tu hermana mayor, no te dejaré sola. ¿Quién te iba a cepillar el cabello, eso que te relaja tanto? ¿Quién te iba a peinar, desastre? —intentó bromear la mujer formulando estas dos preguntas.
             —Nadie mejor que tú, eso seguro —afirmó Helena sonriendo—. Buenas noches, Matilde, duerme tranquila, te prometo que todo saldrá bien.
               —Claro que sí —respondió Matilde aunque pensaba lo contrario, ya estaba demasiado convencida de que todo iba a ir más que mal.
                                                                                                   ∎∎∎
Nicolás y Natalia estuvieron viendo la tele hasta muy avanzada la noche. Eran las dos de la madrugada cuando, rendidos por el cansancio, decidieron acostarse.
Antes hicieron una última incursión a la cocina para alimentar a sus caprichosos estómagos.
Matías Hernández vio como se extinguían las luces de la casa grande. Miró la hora en su reloj y formó una fina raya con sus labios.
            “Fijo, que mañana estos dos se duermen”, se dijo a sí mismo.

Págs. 828-836


La historia que os relato en esta novela comenzó en unas vacaciones navideñas, y como ese Tiempo Mágico está llegando... hoy dejo en el lateral del blog una canción de José Luis Perales... "Navidad"

Próxima publicación... jueves, 8 de enero

Y siguiendo los pasos de José Luis Perales voy a dedicarle unas palabras a una época del año maravillosa...

"Mientras haya un tesoro por descubrir, 
un horizonte que desees alcanzar, 
una llama sin apagar, 
un te quiero por decir, 
una canción que casi mueras al escuchar, 
un sueño por realizar, 
un verso que sea preciso escribir, 
una sonrisa, aunque sea fugaz, 
una lágrima que hay que borrar, 
una mirada que no sepa mentir, 
una estrella que te enseñe a bailar, 
un Ángel que te puede enamorar... 
Siempre que se cumpla solo una de estas premisas, habrá Navidad" 

Por último os voy a desear una Muy...

                                         

jueves, 4 de diciembre de 2014

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 104




CAPÍTULO 104

EN EL HOSPITAL



H
abían terminado las clases y Nicolás se dirigió al despacho de su padre “escoltado” por sus amigos Leopoldo y Lucas. El pelirrojo estaba muy orgulloso de tener amistad con el hijo del director y, a su parecer, el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Seguía sin gustarle la compañía del rubio afeminado, pero lo soportaba ya que Nicolás no parecía darle importancia alguna. Y había que tener presente que Nicolás era todo un “machote”, al igual que su padre, a quien tampoco parecía importarle las inclinaciones sexuales de Lucas.
Cuando los muchachos estaban llegando a la puerta del despacho, "Mikaela" y Paula les interceptaron el paso.
            Tu padre no está en el despacho, Nico comunicó "Mikaela", intentando aparentar naturalidad. No estaba muy segura de como explicarle al chiquillo algo que ella no entendía.
            —Pues lo esperaré en la puerta decidió el muchacho. Me ha castigado y no creo que le parezca bien que lo espere en el patio.
            Bueno… en realidad, tu padre no está en el instituto volvió a hablar "Mikaela". Ha tenido que salir; ha venido a buscarte aquel señor.
El señor al que se refería Helena Palacios era Matías; el hombre se acercó a las profesoras y a los niños cuando vio que todos lo miraban.
            Hola, buenas tardes, señorito Nicolás saludó el señor Hernández. Su abuela me ha encargado que venga a buscarlo.
A todos los presentes les chocó que se dirigiera al niño tratándole de “usted”.
            No lo entiendo se extrañó el chiquillo—, ¿dónde está mi padre?
            Tu padre no se encontraba muy bien y ha tenido que ir al hospital se adelantó en responder "Mikaela".
Nicolás la miró, alarmado.
            ¿Al hospital? repitió, desconfiado A lo mejor es que estaba nervioso por lo sucedido en el patio, tendría que haber tomado tila. ¿Por qué nadie le ha dado tila?
            Si yo no he entendido mal, el señor Teodoro ingresó en el hospital inconsciente. No creo que una infusión pudiera solucionar su dolencia manifestó Matías Hernández. Y Helena sintió deseos de abofetearle por la manera brusca que empleó para notificar semejante noticia.
La preocupación y el desasosiego se adueñaron del ánimo de Nicolás.
            ¡Tengo que ir al hospital enseguida! exclamó, vehemente ¿Cuándo ha pasado esto? ¿Por qué nadie me ha avisado? ¡Es mi padre!
            Su abuela no quiere que vaya usted al hospital. Me ha ordenado que lo lleve directamente a casa dijo Matías con cierto recelo.
            ¡No me importa lo que diga mi abuela! chilló Nicolás hecho una fiera ¡Voy a ir al hospital y no intente impedírmelo!
            Yo misma te llevaré se ofreció "Mikaela". Usted no se preocupe por nada añadió mirando a Matías.
            Pero la señora Sales…
            Ya hablaré yo con la señora Sales le interrumpió "Mikaela", Nico tiene el derecho de ver a su padre.
Matías cogió la mochila de Nicolás y se marchó del instituto. Su cultura le daba a entender que estando el señor Teodoro hospitalizado y siendo la señora Sales una mujer, sin duda quien mandaba actualmente era el señorito Nicolás.
El hombre no llamaba “señorito” al niño ni le trataba de “usted” en presencia del señor Teodoro, pero siempre que este no se hallaba presente, Matías Hernández continuaba con sus “sagradas costumbres”. Había acudido a pie al instituto para recoger el coche del señor Teodoro y se dirigió al parking en busca del auto.
Paula retuvo por el brazo a "Mikaela" y se la llevó aparte de los niños.
            ¿Te estás volviendo loca? le preguntó, angustiada ¡No puedes ir al hospital! ¡Te estás metiendo en la boca del lobo, Helena!
            ¡Te he dicho mil veces que no me llames por mi nombre en el instituto! se enfadó "Mikaela" No pasa nada por que lleve a Nico al hospital. Es algo de lo más normal; soy su profesora.
            Entonces yo también debería ir; soy la tutora del niño.
            Iré yo sola decidió "Mikaela" con firmeza.
             —¿Por qué razón?
            Estás demasiado nerviosa, Paula. Tienes demasiado miedo. Vete a casa y descansa. Avisa a Matilde de que llegaré más tarde, pero no la trastornes con tus miedos.
Si Blas no tiene idea de quién soy, mucho menos su madre que nunca llegó a conocerme.
                                                                                        ∎∎∎
Natalia y Bibiana se enteraron por el señor Ortiz de lo sucedido al señor Teodoro. Las dos niñas buscaron a Nicolás, pero el muchacho ya había salido del instituto en compañía de "Mikaela Melero".
            Nico debe estar desesperado se inquietó Natalia. ¿Qué le habrá pasado a Blas? ¡Ay, Bibi, espero que Blas se ponga bien!
            ¡Claro que se pondrá bien! dijo Bibiana más como un deseo que como una afirmación.
                                                                                       ∎∎∎
"Mikaela" y Nicolás tardaron media hora en llegar al Hospital General. A esas horas el tráfico era denso y la mujer tuvo complicaciones para conducir a mayor velocidad. Por el trayecto invirtió su esfuerzo en calmar a Nicolás que no dejó ni un instante de morder sus uñas frenéticamente. Y ella misma llegó a anhelar que su coche poseyera alas.
Entrando en el hospital se dirigieron a un largo mostrador; uno de los celadores buscó en un ordenador el nombre de Blas Teodoro cuando "Mikaela" le preguntó por él.
            Está en la segunda planta informó el hombre con tono grave.
            ¿En qué habitación? indagó "Mikaela".
El celador la miró muy serio.
             —En la segunda planta no hay habitaciones comunicó; es zona de quirófanos.
Por un momento "Mikaela" y Nicolás se quedaron inmóviles, como petrificados.
            Siguiendo el pasillo de la izquierda encontrarán una escalera o pueden coger un ascensor. De igual forma llegarán a la segunda planta indicó el hombre sin ninguna muestra de sentimiento o rastro de emoción. Estaba demasiado acostumbrado a ver familiares ansiosos todos los días desde hacía muchos años.
La profesora y el niño siguieron el camino indicado. Subieron por las escaleras porque ambos eran incapaces de permanecer quietos. En la segunda planta vieron una sala de espera. Entraron precipitadamente. Allí, sentada, estaba la señora Sales, que se sorprendió muchísimo cuando vio a su nieto. El muchacho corrió hacia ella.
            ¿Qué está pasando? preguntó, desasosegado ¿Dónde está papá?
La mujer se puso de pie y miró a su alrededor donde otras personas se hallaban sentadas.
            No grites, Nico amonestó al chiquillo. ¿Cómo has venido aquí? Le dije a Matías que te llevara a casa.
            Lo he traído yo declaró "Mikaela". Soy profesora de Nico. El niño estaba demasiado preocupado por su padre.
La señora Sales inspeccionó a "Mikaela" de arriba abajo y pensó que aquella mujer rubia era elegante y muy guapa. Pero también percibió una extraña frialdad en sus ojos azules que no le gustó.
            ¿Dónde está papá? interrogó Nicolás, desesperado ¿Qué le están haciendo?
           —Te he dicho que no grites, Nico se impacientó Emilia. A papá lo están operando de una apendicitis. Llevaba días con fiebre y sin decir nada; ha sido un milagro que no tenga una peritonitis. Pero, gracias a Dios, es muy fuerte. Eso sí, tendrá que estar unos días ingresado.
Nicolás se negó a ir a la planta baja para comer algo en la cafetería; tenía el estómago revuelto y ninguna sensación de hambre.
La señora Sales pidió a una enfermera que cuando llevasen al señor Teodoro a la habitación lo llevasen despierto. No quería que Nicolás se impresionara en exceso al ver a su padre.
Emilia había llamado a sus médicos de confianza y eran ellos quienes estaban atendiendo al señor Teodoro. La mujer desistió de trasladar a su hijo a una clínica privada cuando la dirección del hospital le aseguró que adjudicaría al señor Teodoro una habitación para él solo.
Nicolás caminaba por la sala de espera mirando continuamente su reloj de pulsera. Emilia y "Mikaela" permanecían sentadas sin hablar entre ellas.
            Nico, ¿no podrías sentarte y estarte quieto? preguntó la señora Sales ¡Me pones nerviosa!
            ¡Pues tómate una tila! exclamó el chiquillo, desquiciado.
            Hubiese sido mejor que no lo trajera aquí susurró Emilia a "Mikaela". Es muy alborotado, y seguro que va a poner nervioso a su padre.
            No había forma de convencerlo para que no viniera repuso "Mikaela". Nico quiere muchísimo al señor Teodoro.
Emilia suspiró mirando al niño y no volvió a decir nada.
Hora y media después, cuando a Nicolás y a Helena les parecía que había pasado una eternidad y toda clase de miedos habían martirizado sus mentes y estrujado sus corazones, un hombre vestido con pantalón y bata de color verde entró en la sala y se dirigió, expresamente, a la señora Sales.
            Su hijo ya está en la habitación. Está despierto, pero necesita descansar informó, echando una mirada severa a Nicolás.
Seguidamente guió a Emilia, a "Mikaela" y al niño hasta la habitación donde reposaba el señor Teodoro. Era la número ciento siete y estaba ubicada en la primera planta.
El señor Teodoro, acostado, tenía varias vías tomadas en su brazo izquierdo para suministrarle, mediante gotero, suero y medicación.
            ¡Papá! gritó Nicolás corriendo a su lado y llenando de besos la cara del joven.
            No te asustes, Nico le dijo el señor Teodoro, acariciando el espeso y sedoso cabello del chaval. Lo peor ya ha pasado, pero tengo que estar unos días aquí. No hay más remedio.
            Yo me quedaré contigo y te cuidaré.
El señor Teodoro sonrió débilmente.
            Tienes que ir al instituto, estudiar y hacer tus deberes. Yo voy a estar bien, te lo prometo.
            Todavía no ha comido y son las cuatro y media  declaró la señora Sales. Yo no puedo con él; está muy rebelde. Tiene que marcharse a casa, tú necesitas descansar. 
        —Yo lo llevaré a casa habló "Mikaela" y, entonces, el señor Teodoro, se dio cuenta de su presencia—. ¿Cómo se encuentra? —añadió la mujer, bregando por mostrar serenidad.
            Un poco cansado; los ojos se me quieren cerrar. Me cuesta tenerlos abiertos. Gracias por venir.
Helena fue incapaz de contestar... demasiada tensión acumulada mientras esperaba a que el hombre que ahora se encontraba en una cama con sábanas blancas saliera del quirófano, demasiado miedo a que surgiera una complicación... No pudo contestar porque temió que su voz temblara.
            ¡Yo no me quiero ir todavía! exclamó Nicolás, enfadado ¡Quiero estar más rato contigo, papá!
            Lo siento, pero te tienes que ir intervino el cirujano que los había acompañado. Tu padre necesita dormir y descansar.
            Nico, mañana vuelves a venir, ¿vale? le propuso el señor Teodoro Después de las clases, Matías o Luis irán a buscarte. Vais a casa, comes y luego vienes aquí. ¿Qué te parece? Seguro que mañana tendré menos sueño y estaré más fuerte. Prométeme que te vas a portar muy bien en el instituto y en casa.
Nicolás asintió, y su abuela suspiró ruidosamente. Poco después "Mikaela" y el chiquillo dejaron la habitación. También el médico se marchó.
            Ahora duérmete pidió la señora Sales al joven. Descansa cariño y no te preocupes por nada. Nico estará bien cuidado por Matías y su familia. Y en el instituto están los profesores. Todo va a ir bien.
            Deberías irte a casa, mamá.
            ¡De ninguna manera voy a dejarte solo! ¡Ninguna enfermera puede compararse a una madre! Nico va a estar bien. Además, yo no puedo hacer nada con él. ¡Ya te he dicho que está muy rebelde!
El señor Teodoro no objetó nada porque se rindió al sueño y al cansancio que sentía y se quedó profundamente dormido.
Emilia se dedicó a vigilar el descanso de su hijo, y también conversó por teléfono largo rato con un hombre que estaba muy interesado por el estado de salud del señor Teodoro y su evolución.

Págs. 819-827

Esta semana dejo en el lateral del blog una canción de Rosana... "Si tú no estás aquí"

Próxima publicación... jueves, 18 de diciembre

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License. Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.