EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

lunes, 29 de septiembre de 2014

29 DE SEPTIEMBRE DE 2014... FIESTA EN LA ESTACIÓN






























Queridos lectores de El Clan Teodoro-Palacios... hoy, 29 de septiembre de 2014, se cumplen dos años desde que publiqué la primera entrada de este blog
Y hoy me gustaría celebrarlo con vosotr@s y dedicaros esta entrada, que espero os divierta y entretenga
Si lo celebro es porque después de hacer balance, he llegado a la conclusión de que si el tiempo retrocediera al 29 de septiembre de 2012... volvería a publicar esa primera entrada
Desde luego que he tenido momentos malos... en dos años es muy difícil no tener algún momento malo, pero pesan más los buenos y son más importantes
Bueno, creo que es mejor que pase a explicaros en qué va a consistir esta entrada de aniversario
Veréis, en el blog de Lourdes, he leído alguna vez como ella entrevista a los personajes de sus novelas... y me ha encantado
No voy a hacer lo mismo... vais a ser vosotr@s quienes entrevistéis a los personajes de El Clan... podéis preguntarles lo que queráis y ell@s os responderán ;-)
Por ejemplo, si le queréis preguntar algo a Nico... tenéis que decir... mi pregunta es para Nico y él os contestará ;-)
Procurad preguntarles cosas que puedan contestar... quiero decir que no podrán contestar a preguntas cuya respuesta pudiera revelar acontecimientos que no han sucedido todavía
Espero que disfrutéis con esta entrada y lo paséis bien


El jueves, 9 de octubre, publicaré el capítulo 100... "La contraseña"
Y os voy a adelantar el título de los dos últimos capítulos de esta segunda parte
El penúltimo capítulo se titula... "Un beso de amor"
Y el último capítulo se titula... "Gritos desgarradores"
Por supuesto os avisaré cuando vayan a llegar estos capítulos que cerrarán la segunda parte de El Clan

Hoy dejo en el lateral del blog una romántica canción de Dyango... "Si la vieras con mis ojos"
Posiblemente en alguna ocasión, alguien os habrá dicho... "Pero, qué has visto en esta persona"... creo que este cantante lo explica un poco, o mucho, con esta canción

Solo me queda por decir... Gracias por vuestra compañía en estos dos años de aventura y experiencia que supone para mí tener este blog

jueves, 18 de septiembre de 2014

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 99



























CAPÍTULO 99

“PARAÍSO”



Por la mañana, el sonido del viento embravecido se había desvanecido, pero grandes nubarrones oscuros amenazaban con estallar en una hercúlea tormenta.
El señor Teodoro comunicó a su madre que no comerían en casa al finalizar la jornada; comerían en la cafetería del instituto y Nicolás haría los deberes en su despacho. Y a las seis acudirían a la discoteca “Paraíso” para celebrar el cumpleaños de Patricia.
A la señora Sales le cambió el semblante tras conocer los planes de su hijo.
            —Me disgusta que Nico vaya a una discoteca se quejó, contrariada. Espero que cuides bien de él. Una discoteca no es lugar para un niño. ¡Y vaya con tu amiguito Álvaro! ¿No podía haberse dedicado a un negocio más decente?
Nicolás escuchó las palabras de su abuela y ganas le entraron de narrarle el altercado del día anterior, pero ante la mirada severa del señor Teodoro que le instaba a guardar silencio, no hizo ningún comentario.
                                                                                                    ∎∎∎
El señor Amadeo Ortiz, padrastro de Bibiana, recibió muy sonriente y con muchísima amabilidad al señor Teodoro y a Nicolás cuando llegaron al instituto aquella mañana.
El chiquillo no entendía qué hacía el hombre allí y se quedó asombrado.
            Ha sido usted muy puntual manifestó el señor Teodoro. Enseguida pasaremos a mi despacho y podrá firmar su contrato. Lo tengo listo.
            ¿Qué tal, Nico? saludó el señor Ortiz, deseando parecer simpático Un poco de sueño, ¿no? La verdad es que madrugáis bastante, siempre le digo a Bibiana que se acueste temprano, de lo contrario por la mañana se pegan las sábanas.
El hombre se rió a solas, a sus oyentes no les caía en gracia ya que, tanto uno como otro, sabían que aquel individuo había maltratado a Bibiana en más de una ocasión.
            —Nico, vete al patio —indicó el señor Teodoro—. Y pórtate de maravilla. No quiero verte por mi despacho.
El muchacho asintió y se alejó de los adultos, pensando que su padre debía haberle dado trabajo al padrastro de su amiga.
A la hora del recreo, Bibiana fue a agradecerle al director la ocupación que le había ofrecido a su padrastro.
            —Lo he hecho por ti, Bibi —le confesó el señor Teodoro—. Y, por favor, si ese hombre te hace algún daño, házmelo saber. Confía en mí.
Seguidamente el señor Teodoro buscó a Natalia y le preguntó por Elisa.
             —Está muy rara —respondió la niña—. Me ha dicho que no tiene intención de hablar contigo y que la olvides. Me temo que no vamos a vivir con vosotros, Blas —añadió en tono entristecido.
            —Bueno, lo importante es que todos los días ves a Nico —la animó el joven—. Y sabes que puedes venir a nuestra casa cuando quieras. Te prometo que hablaré con Elisa personalmente para que me explique qué le sucede. No te preocupes por nada, Nat.
Nicolás se comió el bocadillo, ávidamente, y tras beber de un trago una botella de medio litro de agua saltó al campo de fútbol a jugar con sus compañeros. Ni por un momento se le pasó por la cabeza quitarse el suéter por mucho que sudase. Y la que estaba realmente radiante y eufórica era Patricia. Desde que Natalia la llamó la tarde anterior dándole la noticia de que celebrarían su cumpleaños en la discoteca que estaba delante del patio del instituto, la jovencita se encontraba como subida en una nube. Había invitado a muchos compañeros y muchos eran los que suspiraban por ser invitados también. Patricia se sentía importante y se hallaba en un estado de bienestar embriagador.
            —Es Blas quien ha organizado mi fiesta —contaba  a quien le preguntaba y a quien no le preguntaba—. Estas Navidades las he pasado con él, en un pueblo que se llama “Luna”. Creo que está loquito por mí pero, claro, tiene que disimular porque es el director del instituto y me lleva unos años. Cuando yo sea mayor de edad, seguro que me declara su amor.
La mañana fue transcurriendo sin que cayera una gota de agua pese a las nubes negras que presidían el cielo.
Helena Palacios procuró no tener ningún tropiezo con el señor Teodoro y evitarlo en la medida de lo posible.
Las clases terminaron y Nicolás y su padre comieron en la cafetería. Después se dirigieron al despacho del director y el muchacho hizo sus deberes.
A las seis de la tarde, el señor Teodoro y su hijo llegaron a la discoteca “Paraíso”. La puerta estaba abierta y un hombre corpulento custodiaba la entrada.
            —Soy amigo de Álvaro Artiach —se presentó el señor Teodoro—, venimos a un cumpleaños.
            —Muy bien —fue la escueta respuesta del portero.
A Nicolás tampoco le gustó aquel individuo, parecía otro “gorila” y el chiquillo empezó a desear marcharse a pesar de que acababan de llegar.
Bajaron unas escaleras vestidas con moqueta rojiza; el recorrido estaba bien iluminado por unas luces adosadas a las paredes. Al finalizar las escaleras y torciendo a la izquierda pasaron a una estancia, también muy bien iluminada, amueblada con mesas bajas con sobre de cristal y sillones de escay.
Patricia, Natalia, Bibiana, y quince niños más ya estaban en el local y la cumpleañera corrió a recibir al señor Teodoro, abrazándole efusivamente.
            —Felicidades, Paddy —la felicitó el señor Teodoro y Nicolás le entregó un paquete que contenía una bonita y moderna mochila para llevar libros y cuadernos al instituto. El señor Teodoro se había encargado de comprar el regalo, ausentándose un rato del centro docente por la mañana.
El señor Artiach se llevó a su "amigo" a una mesa, próxima a la barra de bar. Ambos se acomodaron e iniciaron una conversación.
Tres jóvenes camareras atendían a los estudiantes que se hallaban bastante revolucionados. Unos bailaban en una pista siguiendo el ritmo de la música que sonaba; otros comían y bebían mientras gritaban y reían.
Nicolás tomó asiento y se mantuvo enfurruñado.
            —¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó Natalia, crispada.
            —No me gusta este sitio —declaró el niño de mal talante—. Y no me gusta que mi padre esté aquí.
            —Creía que te interesaba encontrar a la hija de Benito Sierra.
            —No creo que esté aquí en este momento y, si lo estuviera, no podríamos hacer nada. No, estando mi padre. Aquí hay demasiados bestias  y, seguramente, están armados.
            —Yo solo he visto a Álvaro y al portero.
            —¡Ya son suficientes, y pueden haber más escondidos! No pondré a mi padre en peligro. Por poco, aquel asqueroso, le dispara ayer —adicionó, mirando con resentimiento al señor Artiach.
            —En ese caso deberíamos, al menos, intentar divertirnos —propuso Natalia con tono aburrido.
            —Yo no tengo ganas de divertirme, de lo único que tengo ganas es de marcharme de aquí.
            —Vamos, Bibi. Dejemos a este idiota aquí, solito. Está claro que quiere amargarnos la fiesta.
Las niñas se levantaron y dejaron a Nicolás con el ceño fruncido y cara de pocos amigos.
El muchacho echó de menos a Leopoldo y a Lucas. Seguro que ellos hubiesen estado a su lado. Pero Patricia no los había invitado por no pertenecer a su curso.
Al cabo de un rato, Natalia y Bibiana regresaron, muy excitadas.
            —¡Rocío Sierra está en la discoteca! —exclamó Natalia, acalorada— ¡Es una de las camareras!
            —Eso no puede ser, no tiene sentido —la contradijo Nicolás, pese a ponerse en guardia.
            —¡Te digo que es ella! —perseveró Natalia, nerviosa — Se ha acercado a ofrecernos bebida. Vi la foto que nos enseñó Benito. La chica tiene ahora el pelo rojo, pero sigue teniendo los ojos azules y la verruga en la barbilla, idéntica a la de su padre.
Nicolás se levantó lentamente y miró, con temor, cómo el señor Teodoro y el señor Artiach continuaban platicando mientras tomaban unos aperitivos.
            —¿Dónde está la camarera? —preguntó a media voz.
            —Ha actuado de una forma muy extraña —explicó Natalia—. No he podido evitar preguntarle si se llamaba Rocío. He notado que se ha asustado y lo ha negado. Luego se ha ido por aquella puerta —la niña señaló, con su dedo índice, una determinada dirección.
Nicolás volvió a mirar a su padre que seguía hablando con su "amigo" tranquilamente.
El señor Teodoro, convencido, de que los niños estaban siendo bien atendidos y que, en ningún momento, les iban a servir bebidas que contuvieran alcohol, disfrutaba recordando tiempos pasados y no vigilaba en absoluto a los jovencitos.
            —Vamos a ver qué hay detrás de esa puerta —decidió Nicolás, viendo a su padre muy entretenido—. Aunque sigo pensando que no tiene sentido que Rocío Sierra esté trabajando aquí si lleva desaparecida dos años como dijo Benito.
            —Entonces, ¿no me crees? —se enfadó Natalia— Piensas que esa camarera no es Rocío, ¿verdad?
            —No vayáis a pelearos ahora —medió Bibiana—. Yo también creo que se trataba de Rocío, Nico. Y la verdad es que estoy bastante asustada.
            —Deben tenerla secuestrada y amenazada —especuló Natalia.
            —A lo mejor no deberíamos cruzar esa puerta —dijo Bibiana, sintiendo mucho miedo—. Si esa chica es Rocío nos vamos a poner en peligro y vamos a poner en peligro a Blas.
Nicolás miró al mencionado señor Teodoro y después miró hacia la puerta. Recordó la angustia y la tristeza del señor Sierra. ¡Sería maravilloso rescatar a su hija!
            —Vamos a echar un vistazo —fue su decisión.
Los tres chiquillos avanzaron hacia la puerta. Estaba pincelada de color blanco y unas letras negras y mayúsculas, dejaban leer... “PRIVADO”, instigando a no pasar.

Págs. 784-791


Esta semana dejo en el lateral del blog una canción de Alejandro Fernández y Christina Aguilera... "Hoy tengo ganas de ti"


Hoy quiero recordaros que la próxima entrada será el día 29 de este mismo mes, este día se cumplirán dos años de andadura de este blog... y este día la Estación estará de fiesta y espero os resulte entretenida y divertida la sorpresa que os aguarda   

jueves, 4 de septiembre de 2014

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 98






CAPÍTULO 98

MALOS PRESENTIMIENTOS



A
nte los estridentes gritos de su hijo, el señor Teodoro dejó de hablar con el “gorila” y ambos caminaron hasta el patio. Nicolás miró con desconfianza y aprensión al señor Artiach.
            —¡Lárguese! —le chilló, furioso— ¡No voy a permitir que mi padre sea amigo suyo! ¡Usted iba a dispararle!
El señor Teodoro y el señor Artiach intercambiaron una mirada fugaz.
            —Siento mucho lo sucedido, muchacho —le aseguró el “gorila”—. Nos hemos conocido de muy malas formas, pero aprecio muchísimo a tu padre. Me gustaría que me creyeras y empezar de cero contigo.
            —Hay una manera de arreglar este mal comienzo —intervino Natalia, acaparando la atención de los presentes—. Mañana es el cumpleaños de una amiga, se llama Paddy y le encantará celebrar su fiesta en su discoteca.
            —¡Pues no se hable más! —exclamó Álvaro Artiach— Mañana dispondréis de “Paraíso” de seis de la tarde a nueve de la noche. Todos los gastos corren de mi cuenta, no tenéis que traer absolutamente nada.
            —¡Eso es genial! —sonrió Natalia, satisfecha— Eres muy amable. Paddy se va a poner muy contenta en cuanto se lo diga.
Nicolás no mudó su semblante huraño; el amigo de la infancia de su padre seguía sin gustarle.
            —No quisiera abusar de ti —dijo el señor Teodoro, dudoso de aceptar la invitación.
            —¡No digas tonterías! —replicó Álvaro— La discoteca está cerrada para el público adulto entre semana, únicamente está abierta los viernes y sábados. Además, otro de los dueños de “Paraíso” es un profesor de tu instituto. No creo que le disguste que invite a alumnos suyos. Es Ismael Cuesta.
Los niños se miraron con caras de circunstancias y el señor Teodoro arqueó una ceja.
            —No creo que al señor Cuesta le guste que invites a los niños —declaró a continuación.
El señor Artiach sonrió.
            —No te preocupes por Ismael. Sé que parece un hueso duro de roer, pero no es un mal elemento. Con los chicos hay que parecer el “coco” —argumentó, guiñándole un ojo al señor Teodoro.
Ante la impotencia y el malestar de Nicolás se planeó la fiesta del día siguiente sin que él pudiera hacer algo por evitarlo. Lo intentó diciendo que él no pensaba acudir, a lo que su padre contestó que su asistencia no era vital.
El niño presentía que era arriesgado que el señor Teodoro se relacionara con el hombre de la serpiente tatuada pero, de momento, no veía la forma de impedirlo.
El señor Teodoro se ocupó de acercar a sus casas a Bibiana y a Natalia y, a esta última, le encargó que le dijera a Elisa que hiciera el favor de llamarle por teléfono.
            —He estado intentando contactar con ella —dijo el joven a Natalia—, pero no me ha respondido.
Cuando Natalia transmitió el mensaje del señor Teodoro a su tía, esta montó en cólera.
            —¡No tengo nada que decirle! —gritó, airada— ¡Por esa razón no contesto a sus llamadas ni pienso llamarle! ¡Si te vuelve a decir algo, dile que me olvide!
La niña asintió sin atreverse a contrariar a la mujer y presintió que algo malo estaba pasando o iba a pasar. Algo terriblemente malo que le hizo sentir miedo y desamparo.
La señora Sales recibió con alegría a su hijo y a su nieto y no tardó en tenerlos sentados en la cocina comiendo con excelente apetito.
            —¡Estáis hambrientos! —exclamó la mujer, complacida— ¿Ha ido todo bien en vuestro primer día de instituto?
Padre e hijo asintieron; el señor Teodoro había prohibido a Nicolás que le dijese a su abuela lo sucedido con Álvaro Artiach.
            —¿Dónde están Prudencia y Cruz? —interrogó el señor Teodoro.
            —Ya han trabajado bastante esta mañana —respondió su madre—. Después de tener la comida preparada, les he dado el resto del día libre. Entre tú y yo recogeremos la mesa y pondremos el lavavajillas. Y más tarde, prepararemos algo para cenar.
El señor Teodoro asintió sin tener nada que objetar y la señora Sales respiró, aliviada. Era conveniente que su hijo no viera a las mujeres; las dos tenían en sus caras rastros de llanto. Cruz, la más joven, también “lucía” un pequeño hematoma cercano a su ojo izquierdo.
Por estas razones, la señora Sales había mantenido una cruda conversación con el patriarca de la familia Hernández.
            —¿No os encontráis a gusto trabajando para nosotros? —preguntó, muy enfadada, al hombre.
            —Por supuesto que sí…
            —Entonces procura que tu esposa y tu nuera tengan un magnífico aspecto —le advirtió la mujer—. Si mi hijo se llega a enterar de que hacéis algún daño a vuestras esposas os pondrá de patitas en la calle. Piénsalo, Matías. Aquí tenéis muy buen sueldo y un techo. ¿Dónde vais a encontrar ganga semejante?
                                                                                               ∎∎∎
Cuando Nicolás terminó de comer, su abuela le dijo que se lavara los dientes y se acostara una horita. El niño protestó de inmediato porque, según él, no tenía sueño, pero la señora Sales insistió en que se levantaba muy temprano y debía descansar.
            —Más tarde ya harás los deberes y estudiarás con papá en el despacho.
El muchacho suspiró, resignado, y después de lavarse los dientes fue a su habitación y muy, a su pesar, se quedó profundamente dormido.
Al despertar, se dirigió al despacho. Allí estaba el señor Teodoro, y Nicolás se sentó a su lado para iniciar sus tareas. Su padre revisaba todo lo que iba haciendo y le explicaba cualquier duda que le surgiera.
La señora Sales los interrumpió para que fuesen a la cocina a merendar y un rato después de una exquisita merienda, Nicolás terminó con sus estudios.
            —¿Puedo ir a buscar a Marcos? —preguntó al señor Teodoro— A lo mejor le apetece jugar un poco conmigo.
El hombre no puso ningún inconveniente y a Marcos le agradó que el chaval fuese a buscarle. Los dos jovenzuelos se metieron en el cuarto de los juegos y se lo pasaron de maravilla hasta la hora de la cena.
Tanto la señora Sales como el señor Teodoro oían los gritos y las risas de los niños y este hecho les llenaba de satisfacción.
Sin embargo, una sombra atormentaba y perseguía al señor Teodoro. Seguía teniendo fiebre y no se encontraba en plena forma ni muchísimo menos. Sabía que iba a tener que ir al médico, pero estaba empecinado en posponerlo hasta que pasara la primera semana de clase.
                                                                                               ∎∎∎
Helena Palacios llegó a la casa que había alquilado en Aránzazu, estaba cerca del instituto y no había inoportunos vecinos que pudieran molestarla.
Miguel y Montserrat la ayudaron a desprenderse de la peluca rubia que colocaron, cuidadosamente, en la cabeza cortada de un maniquí. Posteriormente desunieron de su rostro, con mucha delicadeza, una máscara que parecía estar hecha de un material idéntico a la piel humana. Para concluir, Helena extrajo de sus ojos unas lentillas de color azul y soltó su larga melena negra, liberándola de horquillas. También extrajo de su paladar una aparato redondo y pequeño cuyo mecanismo distorsionaba la voz.
            —¿Te has sentido cómoda? —le preguntó Miguel, preocupado.
            —Sí, tú y Montse sois únicos. Procurad que, para mañana, la máscara esté igual que hoy. Blas es muy listo.
            —Blas no notará ninguna diferencia. Somos grandes profesionales, no somos chapuceros.
Mientras comían, Matilde Jiménez observó atentamente a Helena. Esta no demostraba tener mucho apetito y parecía entristecida y cabizbaja. La mujer de confianza de Helena y fiel acompañante, la miraba consternada y en silencio.
            —No has debido venir a Aránzazu —terminó diciendo sin poder continuar callada—. Ha tenido que ser muy duro ver a Nico y a Blas. Paula me ha dicho que has discutido con Blas en el patio. Creo que lo más conveniente, prudente y aconsejable sería que nos fuésemos. De lo contrario, prométeme que te acercarás cuanto quieras a tu hijo, pero evitarás a Blas... ¿Cómo estaba el niño?
            —Mi hijo es guapísimo —respondió Helena, orgullosa—. Es el niño más guapo que puedas imaginar. Se le ve fuerte y sano. Blas lo ha cuidado bien.
Matilde Jiménez suspiró, desalentada.
            —Y tengo entendido que Nico quiere muchísimo a su padre —murmuró.
Helena Palacios levantó la vista hasta mirar fijamente a la señora Jiménez, y asintió.
            —¿Por qué no nos vamos, Helena? ¿Por qué no huimos? ¡No es necesario volver con tu padre! —dijo Matilde, ansiosa— Paula no cree que puedas hacer daño a tu hijo y yo tampoco lo creo.
            —No pienso huir ni marcharme a ninguna parte —aseguró Helena con calma—. Nico tendrá que entender, ya tiene quince años.
            —¿Estás segura?
            —¿Qué más da si estoy segura o no? Sé lo que voy a hacer, haré lo que debo hacer.
            —¿Cómo has visto a Blas?
            —Sigue siendo un joven apuesto... y no me ha olvidado.
            —Si descubre quién eres, pobre de ti, Helena —sentenció Matilde, alarmada—. Estás jugando con fuego y no veo extintores. No presiento nada bueno.
            —Está bien, está bien —accedió la señora Palacios, comprendiendo que su buena amiga tenía cierta razón—… a partir de mañana evitaré a Blas.
Sin terminar de comer, se retiró a su habitación en busca de una soledad que precisaba disfrutar.
Una vez allí, abrió el armario y observó el vestido azul que hacía años le regaló el señor Teodoro. Tras volver a dejarlo oculto bajo un abrigo, cerró la puerta.
Seguidamente cogió un libro del primer cajón de su mesilla, fue pasando páginas hasta encontrar una fotografía y se quedó muy quieta, durante unos minutos, mirando a un joven que sonreía.
                —Tienes razón... No sé de qué color es el odio, no sabía que el odio tuviese color —murmuró—. Tú sí que eres un lunático. ¿Qué voy a hacer contigo, Blas? ¿Qué puedo hacer contigo?
Sin apenas ser consciente de lo que hacía, Helena paseó la yema del indice de su mano diestra por el contorno de la imagen del señor Teodoro.
Alguien más estaba en la habitación, alguien a quien Helena no podía ver ni sospechar que pudiera estar allí... Era un Ángel Cupido que la contemplaba sin perder detalle y que, en ningún momento, intentó lanzarle flecha alguna. Ese no era su cometido porque en aquella habitación sobraba amor.                                                                                                           
                                                                                                                   ∎∎∎
Por la noche, en su cama, Nicolás no podía conciliar el sueño. Daba vueltas y más vueltas buscando una postura cómoda que le permitiera dormir. Se sentía tan feliz que llegó a tener miedo. Se preguntaba si era posible que una persona fuese plenamente feliz.
            “Por favor, Dios mío, cuida de mi padre y de mi abuela. Sobre todo de mi padre. Por favor, Dios mío” —rezó, inquieto.
Como respuesta a su petición; un viento huracanado, violento y agresivo comenzó a soplar de un modo salvaje. El viento parecía querer derribar puertas, ventanas, paredes… y arremeter contra todos los que se hallaban en el interior de la casa.
La inquietud de Nicolás aumentó, frunció el ceño y apretó sus puños con fuerza.
            “No dejaré que nadie le haga daño a mi padre”, se dijo recordando, con encono, a Álvaro Artiach.
Más tarde y, no consiguiendo dormir, se levantó y fue a la habitación del señor Teodoro. Se metió en su cama con sigilo. El hombre dormía, pero se despertó cuando notó el abrazo de su hijo. Sin decir nada, besó la cabeza del crío y correspondió a su abrazo. Nicolás sonrió en la oscuridad, sin prestar oídos a los aullidos del viento.
                   ¿No eres un poco mayor ya para meterte en mi cama? —preguntó el señor Teodoro.
                    —Si soy mayor para meterme en tu cama, también soy mayor para que me des cachetes o castigues —respondió Nicolás de inmediato.
El señor Teodoro esbozó una amplia sonrisa.
                    —Tienes razón —aceptó—. ¿Sabes una cosa, Nico?
Comprendo que tu madre sea una desconocida para ti, pero te juro que la encontraré y te encantará conocerla porque es tan inmadura como tú o quizás más.
Tras estas palabras, el señor Teodoro se rió y finalmente consiguió contagiar su risa a Nicolás.
Y ninguno de los dos hizo caso a los feroces gritos del viento.


Págs. 776-783


Este jueves dejo en el lateral del blog una preciosa canción de Sarah Brightman y Fernando Lima... "La Pasión"

Espero que hayáis pasado un estupendo verano... y a quien siga de veraneo, pues que lo disfrute
Como este mes es algo vacacional todavía... publicaré el próximo capítulo el día 18
Y el día 29 de septiembre publicaré una entrada especial por ser el segundo año que este blog comenzó
Intentaré que sea una entrada divertida y que lo paséis bien
No me preguntéis nada al respecto porque quiero que sea una auténtica sorpresa... una sorpresa agradable ;-)


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