EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

jueves, 12 de septiembre de 2013

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 78






CAPÍTULO 78

UNA OPORTUNIDAD PARA BLAS


T
ras recibir la llamada de su hijo, la señora Sales anunció, muy contenta, que Nicolás ya estaba volviendo hacia villa de Luna. Las niñas cogieron ropa de abrigo y corrieron a la calle a esperar la llegada del coche del señor Tobías.
Emilia se encerró en su habitación y marcó un número de teléfono. Enseguida recibió respuesta.
            Acaba de llamarme Blas dijo la mujer. Ya tiene al niño.
            Lo sé contestó una voz masculina. Los guardias civiles que detuvieron el autobús han informado de la situación. Espero que, en adelante, Blas sepa controlar mejor a su hijito. Nico está causando demasiados problemas. Y sigo pensando que no era preciso que el chiquillo se enterara de quién es su padre. Por ahora, todo estaba bien como estaba.
El hombre, sin despedirse, cortó la comunicación, y la señora Sales se dirigió a la cocina donde estaban Elisa, Estela y Gabriela. El señor Francisco permanecía en el salón mirando la televisión y, de vez en cuando, la hora de su reloj. Patricia se cansó muy pronto de pasar frío, dejó su cazadora en el garaje y entró en el salón. Se sentó en un sofá y miró, con envidia, todo cuanto la rodeaba. ¡Cómo le hubiera gustado que aquella casa fuera suya!
            “Qué suerte tiene Nico”, pensó la muchacha. “Blas es su padre y Nat no es su prima, podrán ser novios sin problemas”. “La muy guarra no nos ha invitado para que lo pasáramos de maravilla, simplemente quería que le hiciéramos compañía cuando Nico está castigado, que es casi siempre”. “Y también nos mintió cuando nos dijo que Blas era un chófer y que estaba loquito por Elisa. La que está loquita por él es ella. Y no creo que esta casa sea solamente de ella. En todo caso, de los dos”.
Las mujeres terminaron de preparar la mesa y se sentaron esperando la llegada de los dos hombres y el chiquillo.
Gabriela estaba muy pensativa. “Si Blas era el padre de Nicolás, era más que probable que Helena Palacios, la madre del niño, fuese la mujer de la cual se enamoró el joven y a quien no había podido olvidar todavía. ¿Qué habría sucedido entre ellos? Era extraño que una madre dejara a su hijo en manos de su padre y que este se hiciera pasar por su tutor. ¿Y qué pintaba en todo esto el hermano de Elisa, Bruno Rey?
Gabriela suspiró, intrigada. No lograba enlazar las piezas que aclararan el misterio.
Todavía no eran las diez de la noche cuando oyeron los gritos entusiasmados de Natalia.
            ¡Ya vienen, ya vienen!
El señor Tobías aparcó el coche al lado del garaje; Nicolás bajó del vehículo y su “no prima” se abalanzó sobre él, abrazándole. Seguidamente lo abrazó Bibiana con gran cariño.
            Vamos dentro de casa apremió el señor Teodoro a los niños, hace mucho frío.
Los chiquillos entraron en el garaje y se quitaron las cazadoras, inmediatamente después pasaron al salón.
Nicolás fue muy bien recibido por la señora Sales, por Estela y por Gabriela. Las tres mujeres abrazaron al muchacho y lo mimaron en exceso. El crío se sintió feliz; estaba de nuevo en casa, rodeado de personas que lo querían de verdad.
            Dime cuánto dinero quieres por la ayuda que me has prestado dijo el señor Teodoro, en voz baja, al señor Tobías.
            ¿Pretendes ofenderme? se violentó este Somos amigos y los favores, entre amigos, no se pagan.
¡Dame un abrazo, tontorrón! ¿Sabes una cosa? Me quedaré a cenar, si es que tu invitación anterior sigue en pie.
Los dos hombres se unieron en un fuerte abrazo, rebosante de afecto.
            ¡Ay, Nico! ¡Cuánto me has hecho sufrir! se lamentó Emilia Prométeme que nunca volverás a hacer algo así. ¿Cómo pudiste creer que Blas y yo te íbamos a entregar a un desconocido? ¡Con lo mucho que te queremos!
            Todo ha sido culpa mía declaró Estela, avergonzada, soy una estúpida.
            No te equivocaste del todo le dijo Nicolás. Blas me ha dicho que Bruno no es mi padre y me va a obligar a conocer a mi verdadero padre, que es un gran cerdo, mañana a las once.
            ¡Cuida tu lenguaje, deslenguado! bramó el señor Francisco Y ten más respeto. ¿Quién te crees qué eres?
Nicolás estuvo a punto de contestar de malas maneras al hombre pero, se contuvo, temiendo que su tutor lo amonestara.
            Quizás no sea tan malo que conozcas a tu padre dejó caer Estela, con precaución.
            ¡No sé para qué! replicó el chiquillo, tozudo Blas me ha dicho que podré elegir entre él y ese cerdo. ¡Y yo elijo a Blas! ¡No me interesa para nada verle la cara a ese cerdo!
Tobías tenía a su lado al señor Teodoro y captó el sufrimiento que estaba soportando en silencio.
            Nico, escúchame con atención habló Estela, con dulzura. Si yo fuera tú, mañana elegiría a mi padre.
            ¿Qué dices? se alarmó el chaval dando un respingo ¡Yo nunca haré eso, yo elijo a Blas! ¡No quiero saber nada de ese otro cerdo!
            ¡Y dale con los cerdos! se enfureció el señor Francisco ¡Eres un alborotador que solo puede formar disturbios! ¡Me voy a casa! Marina y mis hijos me esperan hace rato.
Antes de irse, se acercó al señor Teodoro y le propinó unas palmaditas en un brazo en señal de apoyo. De camino a su hogar no dejó de murmurar. Muy gustosamente le hubiese dado una paliza a Nicolás. Blas era un buen hombre y su hijo, un auténtico trasto.
Esperaba que al día siguiente el muchacho se levantara más calmado y no reaccionase, con violencia, al enterarse de quién era su padre. Pero, en el fondo, presentía que eso sería un milagro.
La foto que había acompañado a Nicolás en su escapada fue devuelta a su lugar de origen por el propio niño.
Elisa y Patricia se lo habían pasado bien oyendo los exabruptos del chaval y les divertía imaginar lo que podía suceder a la mañana siguiente.
Natalia y Bibiana hubiesen querido contarle al niño la verdad, pero el señor Teodoro estaba muy atento y vigilante. Era imposible cuchichearle algo.
La cena transcurrió con bastante tranquilidad y armonía. El señor Teodoro comió muy poco, pero se comportó de manera muy cortés con las señoras y Tobías.
A la hora del postre, se encargó de trocear el Roscón de Reyes y entregó el pedazo que, sabía muy bien que contenía la figura, a Nicolás. El chiquillo se puso muy contento cuando la encontró y Natalia lo coronó como rey de la noche.
Poco después se dirigieron a abrir los regalos. Había para todos, excepto para el señor Tobías, y el señor Teodoro le obsequió con una corbata, unos gemelos y un estuche con un par de elegantes bolígrafos que su madre le había comprado. Los niños estaban alborotados y reían abriendo paquetes.
El señor Teodoro abrió los dos regalos que le había comprado Nicolás. Uno, contenía carbón y una nota que decía:
                

Porque eres un pesado y porque siempre me estás castigando.   Nico                       
El hombre sonrió y abrió el siguiente paquete. Halló unas deportivas y otra nota que decía:
                

Para que puedas correr muy veloz. Te quiero. Nico

                            
El señor Teodoro miró, con ternura, al chiquillo y vio que tenía en las manos el regalo que él le había preparado. El muchacho estaba desgarrando el papel que lo envolvía, precipitadamente. Tenía mucha curiosidad por saber qué le había comprado su tutor. Pronto lo descubrió.
            ¡Es mi monopatín! exclamó, lleno de júbilo. Miró, con ojos muy alegres, en dirección al señor Teodoro Muchas gracias le dijo, sonriendo. Dijiste que no volvería a usarlo hasta que me jubilara.
            Hay un sobre, con una tarjeta, que debes leer, Nico  le indicó el hombre, satisfecho, y expectante al unísono.
Nicolás vio el sobre y sacó el contenido, que leyó para sí.


Querido Nico, te regalo el monopatín porque he decidido darte
una oportunidad. Yo, también, voy a necesitar que me des
una. Te quiere Blas.
              

 Nicolás leyó la tarjeta tres veces sin conseguir entender lo que su "tutor" quería decirle. Lo miró, confundido. El señor Teodoro lo observaba atentamente.
            ¿Quieres que yo te dé una oportunidad? interrogó el niño, extrañado.
El hombre asintió, en silencio. Nicolás también asintió sin apartar la mirada.
            Está bien dijo el chiquillo, esbozando una sonrisa, y un hoyuelo se formó en su mejilla derecha por primera vez, te daré la oportunidad que quieras.  Te daré una y todas las que necesites, Blas.
            Gracias murmuró el señor Teodoro, mirando, con insistencia, el hoyuelo en la mejilla de su hijo. Nunca antes lo había visto. Pensándolo bien sí que lo había visto, pero lo había visto en la mejilla de Helena Palacios.
            “Cada día que pasa se parece más a su madre”, pensó, con nostalgia, recordando a la mujer que había perdido hacía doce años. “Ella no quiso darme una oportunidad. ¿Dónde estás, Helena? ¿Dónde rayos te has metido?
Debe haberme subido la fiebre. ¡A mí qué me importa dónde estés, con quién estés y lo que estés haciendo!", terminó meditando con brutal furia... porque el dolor que sentía cedió el paso a una rabia infinita.

Págs. 607-613

Este jueves dejo en el lateral del blog una canción de Rosana... "Magia"
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This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License. Creative Commons License
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