EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

lunes, 19 de noviembre de 2012

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 29



















CAPÍTULO 29

NICOLÁS PASA UN MAL RATO



  —¿S
abes lo que quiere Blas?—preguntó Nicolás a Emilia, en un tono de voz menguado.
          —¡Eres un desobediente! —exclamó la mujer— Entra en el despacho y sabrás lo que quiere.
El niño estaba sofocado por la carrera, y asustado. La madre del señor Teodoro se fue ablandando poco a poco. Nicolás anduvo unos pasos y se detuvo, mirándola.
          —Blas me va a pegar —dijo, timorato.
          —No te va a pegar —le tranquilizó la señora—. Me ha prometido que no te tocará.
El niño dio unos pasos más y, de nuevo, se detuvo. Volvió a mirar a Emilia.
          —No me atrevo a entrar —declaró con miedo.
La mujer se levantó del sofá, se acercó al chiquillo y le dio un manotazo en un brazo.
          —¡No te atreves a entrar pero si te atreves a desobedecer! —le reprochó.
Con una de sus pequeñas manos asió los dedos de Nicolás. Se encontraban delante de la puerta del gabinete. Emilia entró, precediendo al muchacho. 
           —Aquí tienes a este desobediente que no se atreve a pasar —le comunicó a su hijo.  
La mujer salió del despacho dejando a Nicolás “desamparado” frente a su tutor. El chiquillo vio a los hijos del señor Francisco, delante de la mesa, sentados en dos sillas de piel negra con reposabrazos. Los niños se sentían totalmente "amparados", y  Nicolás ya no les parecía tan grande ni tan fuerte estando allí Blas. Más bien les parecía pequeño y frágil. El señor Teodoro observó la actitud de Nicolás; el muchacho permanecía de pie con la cabeza muy agachada mirando el suelo, las piernas le temblaban ligeramente, y no sabía qué hacer con sus manos que retorcía con ansiedad. 
         Puedes sentarte —le invitó, utilizando un tono amistoso. 
Nicolás se sentó en una silla desocupada que había junto a los dos hermanos. Continuaba con la cabeza agachada y retorciéndose las manos. El señor Teodoro sabía que el chiquillo lo estaba pasando muy mal y no quiso alargar su “tortura”.          
            —¿Qué? ¿Te lo has pasado bien esta tarde? —preguntó, desenfadado.
Nicolás ni respiró. Sus ojos se posaron obstinadamente en el escritorio.
        —Te dije que no salieras hasta que yo volviera y me has desobedecido —empezó a decir el joven con voz más severa—. Te dije que no fueras a casa de Estela y me has desobedecido…

          —Yo no he ido a casa de Estela —negó el niño, trabando a su tutor—. Sólo he entrado a la terraza para curar a Hércules y para llevarle comida y agua.

Nicolás no levantaba la vista de la mesa, el señor Teodoro se rascó la barbilla.

          —Que yo sepa —dijo, inflexible—, Hércules tiene una dueña que se llama Gabriela. Tú no tienes que meterte donde nadie te llama. O a lo mejor me equivoco, y tú eres el nuevo dueño de Hércules. A lo mejor se lo has comprado a Gabriela sin informarme. ¿Para qué te vas a molestar en informarme?

El niño se humedeció los labios y tragó saliva.
          —Te estoy hablando, Nico. Quiero que me mires a la cara —manifestó el señor Teodoro con firmeza.
El muchacho levantó los ojos del escritorio y miró a su tutor, con temor.
          —¿Dónde está el monopatín? —preguntó éste, muy directo.
          —Está en uno de los cuartos del garaje, debajo de unas cajas —contestó el crío, deseando que el suelo se abriera y se lo tragara.
          —Te dije que no volverías a usar un monopatín hasta que te jubilases —le recordó el señor Teodoro, enfadado.
Jaime y Julián observaban y escuchaban con suma atención.
          —Yo no me he subido en el monopatín —aseguró Nicolás.
          —¿Quién te lo ha dado? —interpeló Blas.   El timbre de su voz se había crispado.
          —El marido de Gabriela  —murmuró el chaval, desviando su mirada al escritorio.
             —¡Ya! —exclamó el señor Teodoro— Supongo que le habrás dado las gracias.
El niño no respondió.
          —Tu forma de dar las gracias es rara —siguió hablando el joven—. Le diste un golpe y le propinaste una patada. ¿Cómo te atreves a pegar a un adulto? ¡Me pregunto qué ocurrió entre ese hombre y tú la otra tarde! ¡Y tú sigues empecinado en no contármelo hasta mañana! ¡Me temo que me arrepentiré de no obligarte a hablar!
Nicolás se estremeció de pies a cabeza. Su tutor notó su temblor.
          —¿Qué les has dicho y qué les has hecho a Jaime y a Julián?—interrogó, seguidamente— ¡Te he dicho que me mires a la cara! —le gritó, sobresaltándolo.
El muchacho obedeció, sus ojos estaban aguados.
          —¡Les he roto un cuaderno porque ellos siempre me están espiando y apuntan todo lo que hago! —explicó, alterado y ofendido.
          —Hacen eso porque lo he autorizado yo —declaró Blas, sorprendiendo al chiquillo—. ¿Tienes algo que objetar?
El muchacho negó con un movimiento de cabeza. No era el mejor momento de contradecir o replicar a su tutor.
          —Creo que los amenazaste diciendo que los ibas a tirar al barranco —manifestó el hombre.
          —Yo nunca les haría eso, fue una broma —declaró el niño.
          —Discúlpate ahora mismo—le ordenó el señor Teodoro bruscamente.
Nicolás miró a los dos hermanos, éstos le miraban sintiéndose ganadores de aquella partida.
          —Siento mucho lo que os he dicho —se excusó el chiquillo, forzado. No tenía más remedio que pedir perdón.
          —¿Ves esta libreta? —le mostró Blas.
El muchacho asintió.
          —¿De qué color es? 
          —Marrón —musitó Nicolás.
          —Esta libreta voy a dársela a Jaime y a Julián —declaró el hombre—. No se te ocurra acercarte a esta libreta. No vuelvas a asustar a estos niños. Si vuelves a amenazarlos, serás tú quien caiga al barranco y yo seré quien te arroje. ¿Lo has entendido bien?
Nicolás asintió rápidamente.
          —¡Perfecto! —exclamó Blas, y a continuación agregó: —Estás castigado, Nico. En cuanto salgas de este despacho, no te muevas del salón. Hasta para ir al cuarto de baño, me vas a pedir permiso. Mañana, a las diez, te quiero aquí. Vas a escribir mil veces: “obedeceré siempre a Blas”. Vas a escribir otras mil veces: “no amenazaré a Julián ni a Jaime”. Luego resumirás un tema que yo te diré, y harás todos los ejercicios y actividades que haya en ese tema. Te aseguro que te va a doler la mano. ¿Tienes algo que decir?
El muchacho tragó saliva, y negó con un movimiento de cabeza.
          —Ya puedes irte —permitió su tutor.
Nicolás se levantó de la silla y salió del despacho, cerrando la puerta con suavidad. La señora Emilia esperaba su salida, sentada en el salón. Vio al niño, triste, y cabizbajo.
          —Ven aquí, amor mío —le dijo con mucho cariño—. Échate aquí conmigo.
El muchacho se aproximó al sofá y se tumbó, ocultando su cara en el regazo de la madre de Blas. Allí, rompió a llorar. Emilia le acarició el cabello, ensortijando sus dedos con los rizos del niño.
                 —No llores, cariño —lo consoló—. Ya ha pasado lo peor. ¿Te ha reñido mucho?
Nicolás asintió.
       —Mañana voy a pasarme el día escribiendo —habló el chiquillo entrecortadamente, debido a los sollozos.
               —Bueno, mañana será otro día —lo animó la mujer—. Blas estará más tranquilo y, seguramente, podré conseguir que te aligere el castigo. Hoy ya he conseguido bastante con que no te ponga la mano encima.

          —¡Ojalá fueses tú mi tutora! —deseó Nicolás.
Emilia sonrió mientras seguía acariciando la cabeza del muchacho.
          —Si yo fuese tu tutora me pasaría el día dándote escobazos—le aseguró.
Julián y Jaime salieron del despacho, muy satisfechos. El señor Teodoro no había aceptado su dimisión y los había felicitado por ser unos excelentes detectives. También les había recompensado entregándoles un billete de cincuenta dívares a cada uno. De seguir así, sus ahorros iban a aumentar mucho. Los niños se despidieron de la señora Emilia y se marcharon, contentos, hacia su casa.
Blas se quedó solo en el despacho; miró, pensativo, el retrato de Nicolás que tenía sobre su mesa. Lo cogió y pasó el pulgar de su mano derecha por la figura del niño. Estuvo un rato observándolo hasta que volvió a dejar el marco en el escritorio. Se levantó, se acercó a la puerta, apagó la luz, y salió al salón. Vio a su madre, y al muchacho, en el sofá. Nicolás seguía echado, con la cara oculta, en el regazo de Emilia. Había dejado de llorar pero, de vez en cuando, tenía alguna convulsión. El señor Teodoro se sentó en una butaca, muy cerca de ellos. Nicolás notó su presencia, y quiso ahondar más su rostro en la falda de la mujer.
          —Te has ensañado a base de bien, ¿no? —reprochó Emilia a su hijo.
          —Él se lo ha buscado por desobediente —respondió Blas, indiferente.
Sin embargo, no era cierta su indiferencia. Le dolía sobremanera ver a Nicolás tan abatido. Lo que más le gustaba en el mundo era oír la risa del chaval. Le hubiese agradado poder acariciar su cabello y mimarlo como lo estaba haciendo su madre. Pero no podía ser; a él le correspondía ser el malo de la película. Y, por supuesto, tenía muy claro que era preferible que llorase el niño a tener que llorar él.
          —Ya hablaremos tú y yo sobre el castigo que le has puesto a Nico —manifestó Emilia—. Eres un bruto y me parece que te has pasado. Y vete a la cocina a ayudar a Elisa a preparar la cena. Yo me quedo aquí con el niño.
Tras esta parrafada, la mujer guiñó un ojo a su hijo en señal de complicidad.

Págs. 213-219                                                                                                                                                                   

34 comentarios:

  1. ¡No sé cómo decirte Mela! Tú exprimes un limón casi sin tocarlo.
    Blas Teodoro me da la sensación que se quiere hacer el duro pero es un bonachón.
    Las pagnas que pones al pie del capítulo ¿son las páginas reales de tu libro?
    Pasa una buena semana, hada escribiente

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    1. Hola, Anónimo. Me alegra verte por aquí!! Me ha gustado mucho lo del limón, gracias.
      Sí, las páginas que pongo al final de los capítulos son las páginas reales del libro.
      Es que yo el libro lo tengo en formato libro, claro. Al pasarlo al blog, cambia todo un poco.
      Pasa una buena semana tú también. Y vuelve por la estación, por favor.

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  2. ¡Venga, se rifan castigos y Nico ha comprado todas las papeletas! Pobre chaval, su nobleza le causa muchos problemas. Así es la vida.
    Un besazo, Mela, nos vemos en el 30!!

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    1. Hola, reina, me parece que Nico sí ha comprado todas las papeletas. Estoy de acuerdo en que es muy noble. Hasta el 30, querida Nena!!

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  3. Hoy al pobre Nico le han sometido al primer grado, solo le faltaba el grifo goteando y el flexo de cara en los ojos... un interrogatorio en toda regla y soportando la presión como un Campeón, consiguió salir airoso. Es listo, el muchacho :) Un beso

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    1. ¡Ay, Mere, me has hecho reír con el interrogatorio! ¡Cómo me gustan vuestros comentarios! Otro beso para ti!!

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  4. jeje es verdad, totalmente de acuerdo con lo del limón. A mi, de momento, me cae bien el personaje de Blas Teodoro, creo que también se hace el duro...pero a ver que deparan los próximos capítulos! :)
    Un beso!

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    1. ¡Me encanta leer tu comentario, Lorena! Y me encanta saber que estás siguiendo la historia. Será un placer verte más por la estación.
      Otro beso para ti!!

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  5. Aix que llego la última !!!! Mira los Zipi y Zape estos son dos oportunistas y el Nico un Pupas jajajajajaj y el Blas, se está pasando un poco no????? aix que necesito otra dosis del Clan !!!!!
    un beso Mela.

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    1. Hola lidia, ¿qué andarías haciendo? ¡Ay, si me he reído con los Zipi y Zape!
      ¡Qué ocurrencias tan buenas tienes!
      Un besazo!!

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  6. Puff pobre Nico, (aunque reconozco que a ratos también me irrita un poco, es loq ue tienen los niños)
    Blas me sigue pareciendo todo un señor
    Besos

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    1. Hola, Silvia. Tenía ganas de verte, la verdad. Tengo la impresión de que Blas gusta o disgusta, no sé si hay un término medio para él. Cuando termine la historia te daré mi opinión sobre él.
      Besos para ti.

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  7. Blas quiere ejercer mano dura y en el fondo él es el primero en arrepentirse de tener que hacerlo, pero sí que es cierto que a un niño así con personas como las que hay ahí en ese entorno es mucho mejor no dejarles a rienda suelta que desobedezcan y no pase nada por ello. Al pobre Nico es que le cae todo encima!!!

    Besitos!

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    1. Hola FG!! Sí, ahí has acertado, a Blas le cuesta mucho emplear la mano dura con Nico, aunque pueda parecer lo contrario.
      También es cierto que a Nico le cae todo encima,pero aún así, sigue desobedeciendo. Es un niño que olvida muy rápidamente las reprimendas o los castigos.
      Besazos!!

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  8. Lo que yo digo este Nico, no deja de meterse en líos, pero por qué no dice la verdad y se deja de tanto problema..., y Blas creo que lo que le pasa es que prefiere no saber..., aunque parezca estar todo el tiempo indagando cosas.

    Besos

    Raquel

    http://raqueljimenezbisuteria.blogspot.com.es/

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    1. Hola Raquel, Nico está empecinado en no contar lo que pasó con Salvador Márquez hasta que este no se marche. Se lo rogó Gabriela y el chiquillo le tiene mucho aprecio a ella y a Estela.
      Blas de ninguna manera sospecha lo que pasó en realidad. Él cree la versión de Salvador, que el niño lo empujó y Hércules se le echó encima. Pero también piensa que pasó algo más por la actitud de Nico. Blas se da cuenta de que el chiquillo tiene una tirria terrible a Salvador y esto lo mosquea muchísimo. Pero no sabe cómo hacer hablar al niño y no puede actuar guiado solo por suposiciones.

      Besos, guapa!!

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  9. Todo lo que va mal, siempre es susceptible de empeorar...

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    1. Una gran verdad Kikas, vuelvo a estar de acuerdo contigo. Ya es la segunda jejeje

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  10. Te lo dije...puedo llegar a ser contagioso...
    ;-)

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    1. Si estoy de acuerdo contigo tengo que admitirlo. No te voy a llevar la contraria por sistema, eso no estaría bien.

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  11. Creo que Blas tiene un miedo terrible (muy lógico por otra parte) a que le pase algo a Nico y cuando le castiga lo hace en "caliente", pero luego piensa y pasa un mal rato.

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    1. Tú eres muy lista, Susana, estás acertando. Blas tiene pánico a que le pase algo a Nico, algún día sabrás porqué.
      Besos, guapetona!!

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    2. Uff... siempre nos dejas con la intriga.....jaja
      Besos :)

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  12. Es la obligación de quien escribe.
    ¡Eres una gran lectora!
    Besos ;-)

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  13. Emilia hace bien el rol de abuela,y Blas pobre lo entiendo,como duele poner limites,si uno solo quiere ver a los hijos felices,pero amarlos es tambien ser firmes,solo que Blas le pone limites pero le cuesta hacerle saber a Nico cuanto lo quiere,reprime mucho sus sentimientos.
    Imaginé que los pequeños eran serios en su trabajo,jajajajajajaja,ninguna amenaza los limitó son buenos detectives!

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    1. jajajajaja Es cierto, Jaime y Julián son muy buenos en su oficio.
      También es cierto que Blas se reprime mucho, ¿por qué será? Lo acabaremos sabiendo ;-)

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  14. El título debería ser: "Nicolás se acojona, y con razón".
    Qué pesadez de hombre ¬¬ "Nico, estás castigado", "Nico, castigado", "Nico, te has ganado un castigo", blablabla. Estará bueno pero me desmotiva XD

    .Estelle.

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    1. jajajaja Entiendo que te desmotive, ya veremos en un futuro...

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  15. La cabra tira al monte, como diría el refrán. Nico ya le ha cogido las vueltas a Epi...digo, a Blas, y en cuanto se descuide, volverá a hacer de las suyas.

    Saludos ;)

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    1. Hola Antonio... Tienes razón, la cabra tira al monte.
      Sí, en cuanto Blas se descuide... Nico hará de las suyas.
      Cuidado con llamar Epi a Blas, que sale de la novela y te da un susto ;-)
      Saludos

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  16. Blas tiene una gran responsabilidad como tutor, pero podía demostrar un poco de afecto de vez en cuando hacia Nico y seguro que éste confiaría más en él. Ya lo de meterse en problemas es otro asunto...

    Mela, que lo pases fenomenal esta última noche del año y que el 2015 te traiga todo lo bueno que esperas.
    Muchos besos!!!

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    1. Seguramente tienes razón... ya veremos si Blas cambia de táctica
      Muchas gracias... También te deseo una noche fenomenal y que seas muy feliz todos los días de 2015
      Muchos besos!

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  17. Parece ser tan joven Blas, es muy recto y utiliza castigos muy severos
    pero bueno, supongo que cambiará cuando sepa toda la verdad.

    Me ha dado mucha pena Nico

    Un besote Mikaela, sigo...
    digo sigo leyendo, no besándote
    aunque tampoco estaría mal... jijijiji

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    1. Hola Cielo... Comprendo que te dé pena Nico
      Es cierto que Blas no es muy mayor... pero, a veces, edad y severidad no van parejas
      Ya veremos qué tal van tus suposiciones ;-)
      jajaja... Un besote

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This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License. Creative Commons License
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