EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

lunes, 12 de noviembre de 2012

EL CLAN TEODORO-PALACIOS Capítulo 26


























CAPÍTULO 26

COMIDA DE NAVIDAD TENSA


B
las fue al salón y comenzó a colocar servilletas y vasos sobre la mesa. Patricia se levantó del sofá con intención de ayudarle. El joven le agradeció su colaboración y la niña sonrió, encantada.
Como fuera, tenía que ingeniárselas para conquistarlo. Nicolás tenía un padre y, aun así, Blas era su tutor. Quizás, también pudiera ser el tutor de ella. Quizás el joven acabara harto del mal comportamiento de Nicolás y la prefiriese a ella. Eso sería lo ideal, quitar a Nicolás de en medio. Tenía que hacerlo con sutileza, sin levantar sospechas.
La muchacha estaba ahíta de su madre y de sus amantes. Ninguno de aquellos zafios podía osar compararse a Blas Teodoro.
Bibiana se levantó del sofá para cooperar en poner la mesa. Natalia no se movió de su asiento; aborrecía las tareas domésticas.
Poco después, llegó a Villa de Luna un exaltado señor Francisco. No vio al señor Teodoro en la cocina y se precipitó al salón. A pesar del frío exterior venía sofocado y, con un pañuelo, secaba el sudor de su frente y calva.
          —¡Blas! —gritó—¡Menos mal que te encuentro! ¡Es urgente que hable contigo!
Con sus gritos sobresaltó al joven, a las niñas, y a Nicolás. Elisa y Emilia, alarmadas, acudieron al salón.
          —¿Qué ocurre, Francisco? —indagó el señor Teodoro— Intenta serenarte.
          —¡No puedo serenarme! —exclamó el hombre, frenético— Tenía que haberte llamado esta mañana, pero ya conoces a Marina, sufrió una crisis nerviosa y, por poco, tenemos que asistir a dos entierros en lugar de a uno.
          —¿Cómo qué a un entierro? ¿Qué quieres decir? —interrogó el señor Teodoro, aturdido.
El señor Francisco se disponía a responder, pero entonces vio a Nicolás en el rincón, cara a la pared. Asintió con énfasis.
          —¡Haces muy bien en enseñarle disciplina a ese muchacho, Blas! —aprobó—. ¿Qué clase de fechoría ha hecho ahora?
El chiquillo aprovechó que estaba de espaldas para esbozar una mueca burlona, en honor al señor Francisco.
          —Olvídate de Nico —se impacientó el señor Teodoro—, y explícame a qué entierro tenemos que ir. ¿Quién se ha muerto?
          —Jeremías. Le dio un infarto anoche—expuso el hombre, nervioso—; a las cuatro y media es la misa y luego tenemos que ir al cementerio. He pasado por casa de Estela; su hija, Gabriela, dice que continúa enferma y que no va a poder venir. Ni siquiera me han abierto la puerta. ¡Están locas!
          —¡Pobre Jeremías! —exclamó Emilia, apenada— No somos nadie, hoy estamos aquí y mañana quién sabe.
Luna era un pueblo muy pequeño y todos sus lugareños se conocían muy bien, y gustaban de mantener buenas relaciones con sus convecinos.
El señor Teodoro miró su reloj; todavía no eran las dos de la tarde.
          —Tranquilo, Francisco —dijo, con calma—, comeremos y asistiremos al entierro.
          —Muy mal tiene que encontrarse Estela para no venir —comentó la señora Emilia—, tendré que ir a visitarla.
          —¡NO! —gritó Natalia.
Todos la miraron, excepto Nicolás, que estaba obligado a observar la pared.
          —Bibi y yo hemos ido a verla esta mañana —contó la niña—; sigue acatarrada y con fiebre. No tiene ganas de visitas; Gabriela la atiende bien.
Nicolás resopló, enfadado. Había advertido a su prima que no fuese a casa de Estela sin que él la acompañara, y no le había hecho ningún caso. O sea, que Natalia y Bibiana habían estado en casa de Estela y, posteriormente, estaban muy malhumoradas en la terraza. ¿Qué podía haber pasado en casa de Estela? ¿Acaso Salvador Márquez se habría metido con ellas?
Nicolás sacó las manos de los bolsillos y se cruzó de brazos. Estaba cansado de permanecer en aquella postura. El señor Francisco se tomó un vaso de agua que le entregó Elisa, y se marchó tan arrebatado como había llegado. Blas Teodoro trajo una paella que ubicó sobre la mesa, luego trajo la siguiente.
          —Nico, ve a lavarte las manos y ven a comer —ordenó al chiquillo.
El muchacho se sintió aliviado, estaba agotado de mirar hacia la pared o al suelo. Su tutor se sentó a la cabecera de la mesa; Patricia iba a sentarse a su lado, pero el señor Teodoro le indicó que lo hiciera en la siguiente silla. Quería tener a Nicolás cerca de él. La niña obedeció, sumisa, aunque interiormente echaba pestes contra el chaval.
          —Podéis comenzar a serviros —dijo la señora Emilia a las niñas.
Cuando Nicolás regresó al salón, vio que quedaba un sitio vacante junto a su tutor. Entendió que tenía que sentarse allí, y no le hizo ninguna gracia. Patricia terminó de poner arroz en su plato y le pasó la espátula metálica. El señor Teodoro se la quitó al punto, y se encargó de ponerle su ración de paella. El muchacho se rebeló de inmediato.
          —Las chicas se han puesto la cantidad de comida que han querido. ¿Por qué no puedo yo hacer lo mismo? —protestó.
El señor Teodoro lo miró de un modo que daba a entender que el horno no estaba para bollos.
          —Está bien, no he dicho nada. Pon lo que quieras  —rectificó Nicolás.
          —Te he puesto poca verdura —le dijo Blas—, no empieces a apartarla y cómetela toda. Cómete también la carne y no quiero ver un grano de arroz en tu plato.
          —No le has puesto ninguna gamba —indicó Patricia.
          —A Nico no le gustan —declaró el señor Teodoro.
          —Pues a mí me encantan —aseguró la chiquilla— y también me gustan las pelotas, en nuestra paella no había.
          —A Nico y a Nat no les gustan —explicó Emilia—; no sé porqué pensamos que, a Bibi y a ti, tampoco os gustarían. Toma media de la mía.
Patricia aceptó, pero hubiese preferido que el ofrecimiento viniese de Blas.
          —¿Quieres tú también, media pelota? —preguntó Elisa a Bibiana.
La pequeña contestó que no.
           —¿Quieres, tú, un trocito? —preguntó el señor Teodoro a Nicolás.
          —¡No! —respondió el niño, con brusquedad.
Su tutor le dio tres golpecitos suaves en su hombro derecho.
          —No me hables en ese tono —le avisó.
          —Blas, ten las manos quietecitas o el niño se sentará a mi lado —le advirtió su madre.
Nicolás miró a Emilia y le guiñó un ojo, la mujer sonrió y le devolvió el guiño.  El señor Teodoro se dio cuenta del intercambio de guiños, pero no dijo absolutamente nada. Elisa cogió el mando de la tele y la puso en marcha. Un periodista estaba dando noticias y, casualmente, habló sobre el asesinato de una mujer. Su ex marido, que tenía orden de alejamiento, la había apuñalado. Natalia y Bibiana se miraron, inquietas.
          —¡Eso es abominable! —exclamó Natalia, cuyo semblante había palidecido— ¿Por qué ocurren esas cosas, Blas?
El señor Teodoro quedó sorprendido ante la pregunta de la niña.
          —Verás, Nat—comenzó a contestar—, en el mundo hay gente buena y gente mala. Esa clase de hombres son malos, suelen maltratar a sus mujeres y, muchas veces, terminan matándolas.
Elisa apagó la televisión. No era un día apropiado para semejantes noticias.
          —Generalmente, esas mujeres tienen miedo —siguió hablando el señor Teodoro—. Hay que vencer el miedo porque el miedo paraliza e imposibilita. No es más valiente quien no tiene miedo, es más valiente quien tiene miedo y lo vence. Ante el primer insulto o ante la primera bofetada, esas mujeres deberían abandonar de inmediato a esos hombres.
             —O darles con una sartén en la cabezota —apuntó Nicolás—. O avisar a un amigo o a un familiar para que les dé una gran paliza a esos cobardes.
          —¡Bueno, ya está bien! —atajó la señora Emilia— No me gusta este tipo de conversación. Es muy desagradable y estamos celebrando el día de Navidad.
          —Blas, deberías castigar esta tarde a Nico sin salir de casa —manifestó Natalia dando un giro completo a la tertulia—. Me ha hecho daño en el brazo.
          —¡Yo no te he hecho nada! —se defendió el chiquillo, crispado— Sólo te he sujetado porque estabas histérica.
          —Nat, no me parece bien lo que estás diciendo —se enfadó Elisa.
          —Por ese motivo ya he castigado a Nico —declaró el señor Teodoro—, lo he tenido un buen rato cara a la pared. Tendrás que darme otro motivo para castigarlo.
Nicolás se removió en la silla, indignado.
          —¡Puedes inventarte lo que quieras! —gritó a su prima— ¡Yo voy a salir, diga Blas lo que diga!
El señor Teodoro miró al niño, mientras asentía con la cabeza.
          —¿Qué has dicho? —le preguntó con sosiego— Repite lo que has dicho.
Nicolás no miró a su tutor y fue consciente de que había metido la pata hasta el fondo.
          —No he dicho nada —murmuró—. Bueno... sí he dicho, pero no quería decir eso.
          —Ahora no saldrás hasta que yo regrese del entierro, por chulito —resolvió el hombre.
          —Tu primo no saldrá, pero tú tampoco —dijo Elisa a Natalia, enojada.
Nicolás se levantó de su silla, hecho una furia. El señor Teodoro le ordenó volver a sentarse hasta que terminara de comer. El niño obedeció, sintiéndose fatal.
Bibiana era la única que comprendía la actitud de Natalia. Estaba claro que pretendía impedir que Nicolás se encontrara con Salvador.
Patricia alucinaba con esta familia y envidiaba mortalmente a Nicolás y a Natalia; ninguno de los dos sabía lo que era tener problemas de verdad.
Nadie volvió a hablar; todos terminaron de comer en silencio. Y Nicolás tenía cara de muy pocos amigos.

Págs. 189-195                                                                                 




30 comentarios:

  1. En la comida de Navidad, nos asaltan esos sentimientos encontrados... Qué lástima, que coincida con la muerte, pero así es la vida, cara y cruz ciertamente. Has descrito muy bien, Mela, todo el ambiente :) Un beso

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    1. Un beso a ti, Mere, y muchas gracias por comentar. ¡Me gusta muchísimo leer vuestras impresiones! Un abrazo.

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  2. Yo me lo paso bomba Mela jajajajaj esos críos son la mar de espabilados y la trama en cuestión me gusta muchísimo. Nunca pensé que una novela de este tipo más juvenil me gustara tanto !!!!
    Un beso.

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    1. Hola Lidia!! ¡Cuánto me he reído con tu comentario! Me alegra y me emociona que te lo pases tan bien. La mayor satisfacción de un autor es sentir que los lectores disfrutan con su obra. Cierra los ojos y notarás cómo te mando un beso.

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  3. Chica pues me he tenido que reir!!
    Me ha gustado mucho el ritmo de este último capítulo
    Besos

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    1. Hola Silvia!! Me alegra que te rías y que te haya gustado el ritmo. Hasta el próximo capítulo, muchos besos.

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  4. Bueno, pues aquí estoy, por fin!!!
    El sr. Francisco para que lo aten, la comida de navidad agitada.
    Blas me sigue pareciendo excesivo.
    El capítulo me ha entretenido. ¡Cada loco con su tema!
    Veremos qué nos espera a continuación.
    Un besote, Mela

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    1. Querida Nena, ya me has cazado!! Ahora sí que voy a tomarme la tila.
      ¡Qué gracia me has hecho con el señor Francisco!
      Quiero que sepas que para mí ha sido un honor colocar tu banner al principio del capítulo. Otro besote para ti.

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    2. ¡Uffffffffffff! Leyendo como una posesa y se me olvida darte las gracias, ¡menuda desagradecida!
      Por supuesto, lo he visto y me ha encantado, además te lo agradezco de corazón.
      Un beso apretujado.

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    3. ¿Leyendo como una posesa? ¡Eso me gusta!
      No tienes nada qué agradecerme; lo he puesto porque considero que es un blog excelente. Un abrazo.

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  5. acabo de legar aquí, tengo que busscar el capitulo 1, creo que me voy a enganchar, tiene muy buena pinta.
    Raquel

    http://raqueljimenezbisuteria.blogspot.com.es/

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    1. Hola Raquel, me encantaría que te engancharas. Muy bienvenida!!

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  6. La alegría de una celebración que no siempre es lo que una espera, en ese caso por las riñas de los niños, el ambiente de todos en general pero cuando además se adereza con un entierro pues menuda comida navideña!! Por un lado entiendo a Natalia queriendo que su primo ni asome la nariz a la calle por culpa del marido de Gabriela, pero pobre Nico!!!

    Bueno!! Esperemos que todo ese ambiente se vaya despejando poco a poco.

    Besitos!

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    1. Hola,FG!! La verdad es que se trata de una comida navideña un tanto tensa. Pero es que Natalia no quiere que Nico se encuentre con el dichoso Salvador.
      Creo que va a tardar un poco en despejar pero ésta es la historia...
      Besitos, linda!!

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  7. Y luego se extrañaran de que el niño odie el pueblo...

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    1. El niño no odia el pueblo, Kikas, casi siempre es muy complicado ser el adulto.
      Blas también prefiere que Nico no salga en su ausencia, tiene la mosca detrás de la oreja.
      Besos

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  8. Menudos días más tensos que están pasando todos y parecía que tendrían unas vacaciones alegres...
    Me está encantando.
    Muchos besos

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    1. Y yo me alegro de que te encante.
      Muchos besos, guapa!!!

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  9. ¡Hola Mela! Bueno la verdad que me da mucha pena Nicolás. Debe ser que soy madre consetidora jajaja. Pero claro supongo que la época no es la misma que ahora. El respeto debe estar siempre, ovbio. Aunque a veces me parece muy duro Blas.
    En cuanto a la cena en sí, casi siempre pasan ciertos temas que desatan discusiones.
    Muy buen capi guapa, te sigo leyendo. Un beso grande

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  10. Hola, Lou, me alegra verte.
    Sí que estamos en esta época, pero en Kavana y con dictadura.
    Muchas veces, tienes razón, se discute más que nunca durante las comidas o cenas.
    Debe ser que comer nos solivianta. jajaja
    El viernes o como muy tarde el lunes empiezo a leerte. Creo que escribes de maravilla.
    Un beso muy grande para ti.

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  11. No es por nada pero si yo fuera Nico, estaría ya hasta los mismísimos huevos XD todo el día castigado para arriba y para abajo. Qué pesados madre mía T_T

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  12. Estoy segura que así sería... pero tú no eres Nico ;-)
    A Nico se le olvidan muy pronto los castigos y continua a la suya.

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  13. Menudo gallinero. El chaval, castigado cada poco tiempo. Resulta extraño que a Blas no se le escape la mano, y tire a Nico al suelo, de un "tapabocas". La madre de Blas la veo demasiado pasiva. Me extraña que o no sea más enérgica para frenarle los pies a su hijo, o se una a la fiesta del reparto de tortas.

    Besitos.

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    1. jajaja... ¡Menudo gallinero!
      Blas nunca haría eso, sabe medir y contener su fuerza.
      Ya veremos que pasa con Emilia Sales...
      Besitos

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  14. Esos genios tan vivos es lo que tienen, saltan a la primera de cambio y más siendo adolescentes...¡¡¡que no falte la paciencia!!!
    Lo que me ha hecho gracia es leer lo de las pelotas en la paella, mi suegra (que es de Denia) las preparaba en el cocido, están muy ricas.
    Un beso.

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    1. Aquí es costumbre el día de Navidad comer paella con pelotas... pero lo cierto es que a mí no me terminan de convencer
      Y sí, María, la paciencia es muy importante
      Un beso

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  15. Me encanta la paella y el arroz incluso solo.
    Hay momentos que todos están crispados y saltan
    hasta con un silbido. Supongo que tanto por dentro
    y por lo que sucede fuera viven de ese modo
    menudas vacaciones llevan de relax, jajajaja.

    Creo que hasta yo me he crispado!
    te dejo un beso sereno, quieto y apacible
    para calmar este drama.

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    1. Hola Cielo... a mí también me gusta la paella, y eso es lo que voy a comer hoy ;-)
      Lamento que tú también te hayas crispado, tendrás que tomar tila antes de leer ;-)
      Gracias... no está mal ese beso
      Te dejo el mismo tipo de beso

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This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License. Creative Commons License
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