EL CLAN TEODORO-PALACIOS

CUARTA PARTE

jueves, 1 de noviembre de 2012

EL CLAN TEODORO PALACIOS Capítulo 21







CAPÍTULO 21

EL INFORME DE LOS “DETECTIVES”


I
nmediatamente después, levantó la camiseta del pijama de Nicolás a la altura de su cuello. Entonces vio la espalda del niño plagada de hematomas con forma ovalada. Las marcas tenían la apariencia de curvas cerradas y alargadas. Los bordes de las mismas estaban ennegrecidos y su interior, rojizo. En algunas zonas, la piel estaba levantada y las heridas teñidas de sangre.
El señor Teodoro cerró los ojos sintiendo un dolor agudo que le atravesó el pecho. Todos los músculos de su cuerpo se endurecieron, apretó con fuerza las mandíbulas y ahogó un grito sordo que le nació del alma.
Salvador Márquez comenzó a ponerse bastante nervioso, notó que sus manos sudaban. Gabriela estaba sobrecogida y acongojada.
El señor Teodoro volvió a abrir los ojos, semejantes a dos bolas de fuego.
          —¿Qué es esto, Nico? —logró preguntar, controlando el temblor de su voz.
A Nicolás le hubiese gustado delatar al marido de Gabriela, pero vio que ésta le miraba, suplicante.
          —Me he caído en la terraza —dijo el niño con tono apagado.
El señor Teodoro le bajó la camiseta hasta la cintura.
          —¿Quién te ha hecho esto, Nico? —insistió el joven sin tener en cuenta las palabras del chiquillo.
          —Nadie. Me he caído en la terraza —reiteró Nicolás.
          —Levántate  y ven conmigo—dijo su tutor, ayudando al niño a ponerse de pie.
          —¿Qué pasa, Blas? —preguntó la señora Emilia, asustada—. ¿Qué tiene el niño en la espalda?
Su hijo la miró, muy serio.
       —Tiene unos hematomas, mamá —declaró—, voy a curárselos.
La mujer asintió y se llevó una mano a la boca, angustiada, ocultando un doloroso suspiro. El señor Teodoro condujo a Nicolás al cuarto de baño situado entre el salón y la cocina. Señaló al niño que se sentara en un taburete de color grisáceo. Le quitó la camiseta del pijama con la mayor suavidad de la que fue capaz. Extrajo de un armario el botiquín que tanto había deseado coger Nicolás sin atreverse a hacerlo. Empapó algodón con agua oxigenada y lo aplicó, con sumo cuidado, en las heridas. Utilizó muchos trozos de algodón que una vez manchados, tiró en un cubo cuya tapa se levantaba pisando un pedal.
          —¿Te hago daño? —preguntó al muchacho.
          —Me escuece un poco —respondió el niño, débilmente.
          —Es agua oxigenada, Nico —le explicó su tutor—. Tengo que limpiar bien las heridas, aguanta un poco más.
Los ojos de Nicolás estaban llenos de lágrimas; se hallaba en una postura que le impedía ver que los ojos del señor Teodoro también estaban anegados.
Después del agua oxigenada, le administró yodo cubriendo todos los cardenales y las lesiones. Posteriormente, pobló el dorso con polvos secantes.
El señor Teodoro comprendió que al niño nunca le había dolido la cabeza, lo que en realidad le dolía era la espalda, y debía ser tan insoportable el dolor que el muchacho, para mitigarlo, se había tomado las tres aspirinas. ¿Por qué no se lo había dicho?¿Por qué, él, se había acostado aquella tarde? ¿Y qué había pasado aquella tarde?
Sin lugar a vacilaciones, las señales en la espalda eran marcas de eslabones. Alguien le había golpeado bárbaramente con una cadena.
El señor Teodoro sintió que una gran furia se apoderaba de él. Intentó, con todas sus fuerzas, serenarse. No quería sobresaltar al jovencito. Terminada la cura, ayudó a Nicolás a colocarse la camiseta.
          —¿Estás mejor? —le preguntó, acariciando la barbilla del niño con ternura.
Nicolás asintió. Necesitaba, con urgencia, la cura que le había practicado su tutor y ésta le había sentado a las mil maravillas. El señor Teodoro lo cogió de la mano y lo acompañó al salón. Le indicó que se sentara en un sofá y colocó detrás de su espalda cinco cojines.
          —¿Estás cómodo? —le preguntó, suavemente.
El muchacho dijo que sí y el señor Teodoro se sentó a su lado. La señora Emilia sollozaba, sentada en su silla. Elisa intentaba calmar a Natalia y a Bibiana; Patricia no estaba tan conmocionada como sus amigas.  Sin embargo, Elisa  se sentía abrumada y preocupada debido a que el señor Teodoro ya le había reprochado tener que ir a buscar a las muchachas a Aránzazu el último día de clase y dejar a Nicolás en manos de su hermano, Bruno Rey, y de sus padres, Romeo y Julieta.  ¡Sólo faltaba como guinda del pastel lo que había ocurrido esa aciaga tarde! Recordó que a las cinco Blas se había querido levantar y ella lo convenció para que continuara descansando hasta las seis. ¿La responsabilizaría de lo sucedido al niño?
 El señor Francisco se paseaba por el salón con una copa de champán, que iba consumiendo poco a poco.
          —¿Y bien?—profirió sin poder aguantar más—. ¿Cómo se ha hecho el chaval las heridas en la espalda?
          —Alguien le ha pegado con una cadena y la cadena debía ser bastante gorda —reveló el señor Teodoro, pensativo.
          —¿Quién ha sido? —interrogó el señor Francisco con mirada exaltada.
El señor Teodoro se encogió de hombros y movió la cabeza, negativamente.
          —No lo sé —admitió—, no me lo ha dicho.
          —¿Cómo que no te lo ha dicho? —se encolerizó el vecino—. ¡Tiene que decírtelo! ¡Tiene que hablar! ¡Podemos tener a un loco vagabundeando por la urbanización! ¡Podemos estar todos en peligro!
El hombre apuró su copa de cava y se dirigió a la mesa para llenarla de nuevo. Bebió un considerable trago.
          —¡Voy a ir a mi casa a cargar la escopeta! —anunció.
El señor Teodoro se levantó del sofá.
          —Francisco, ¿te has vuelto loco? —le gritó—. Creo que has bebido demasiado. ¿A quién piensas disparar? ¿Vas a apuntar a Nico para que hable?
Francisco Torres meditó durante breves segundos.
          —Pues entonces, llamemos a Tobías. ¡Él sabrá cómo hacer hablar al chico! —ideó, eufórico.
Tobías era el único policía  en un pueblo pequeño y tranquilo como Luna. Un pueblito de montaña, apartado del mundo, donde no sucedían acontecimientos trascendentales... casi nunca. 
Nadie se fijaba en el señor Salvador Márquez que permanecía sentado, muy intranquilo, temiendo que el muchacho acabara hablando.
          —No voy a llamar a nadie —se exasperó el señor Teodoro.   
Miró a Nicolás que tenía su vista fijada en la alfombra.
          —Nico —le dijo, con voz moderada—. No me importa lo que hayas hecho. No voy a castigarte, como si has quemado media montaña. Lo único que quiero es saber quién te ha golpeado. Por favor, Nico, dímelo.
El niño no habló y continuó mirando la alfombra. El señor Teodoro, alterado, se pasó una mano por el cabello. ¿Cómo podría hacer hablar al crío? Volvió a sentarse a su lado.
          —¿Tiene algo roto la criatura? —preguntó Emilia, alarmada.
          —No, mamá —la sosegó su hijo de inmediato—. Le he hecho una buena cura, tranquila. Y esta noche le haré unas cuantas más, se recuperará pronto.
          —Nico, dile a Blas quién te ha pegado —habló Natalia en tono exigente.
El chiquillo no levantó la mirada de la alfombra y continuó callado. Le encantaría acusar a Salvador y terminar con aquella situación, pero Gabriela le había rogado que no dijera nada, que sólo iba a complicar las cosas. Y él le había prometido guardar silencio. Levantó la vista y miró a la joven; enseguida supo que sus ojos le imploraban que callara. Volvió a bajar la mirada.
          —¡Esto es inaudito! —berreó el señor Francisco—. ¡Este inconsciente está encubriendo a un FORAJIDO! ¡Debes hacer algo, Blas! ¡Y debes hacer algo, YA!
Súbitamente, el joven tuvo una idea. Quizás, funcionase.
          —Nico —dijo, empleando un tono más severo—, ¿vas a decirme o no vas a decirme quién te ha golpeado?
Nicolás imaginó que su tutor podía perder la paciencia pero, a pesar de ello, repitió que se había caído en la terraza.
            —¡No te has caído en ningún sitio! —exclamó el señor Teodoro, furioso—. ¡Bien, muy bien, se acabó! Si no me dices quién te ha pegado, estarás castigado. No saldrás de casa, ni siquiera a las terrazas. Te pasarás el día en mi despacho, estudiando. Sólo saldrás para comer, para cenar y para ir a dormir. Ya veremos si me dices o no me dices quién te ha hecho esa barbaridad en la espalda. Muy tonto serás si no me lo dices.
A Nicolás se le cayó el alma a los pies. ¡Iba a estar castigado el resto de las vacaciones! Tenía ganas de llorar pero de ninguna forma lo haría delante de Salvador Márquez. Recordó que Gabriela le dijo que su marido se iría pasado mañana, o sea, el día veintiséis. Pensó que ese día podría contarle a su tutor lo sucedido.
          —Blas, no me castigues, por favor —pidió el chiquillo.
El señor Teodoro le miró con extrema atención. Intuía que su plan iba a dar resultado.
          —¿Vas a decirme quién te ha pegado? —interpeló, esperanzado.
El niño asintió con un movimiento de cabeza. Salvador Márquez enrojeció violentamente. Gabriela cerró los ojos, consternada. El señor Teodoro miró a Nicolás, expectante. ¡Por fin iba a saber quién era el canalla que había golpeado salvajemente al niño!
          —Te lo diré pasado mañana —dijo el chiquillo, dejando a su tutor con un palmo de narices.
          —¿Pasado mañana? —repitió el joven, alucinado—. ¿Por qué pasado mañana?
          —¡ESTO ES UNA BURLA! —chilló el señor Francisco, iracundo—. ¡Este crío te está tomando el pelo, Blas! ¡No aceptes ese trato! ¡No hagas ningún trato con él!
Inesperadamente, una luz se encendió en la mente del señor Teodoro.
          —¿Tratos? —redundó, en voz alta—. ¡Tratos! —volvió a exclamar.  
Miró a los dos hermanos pelirrojos que estaban sentados, mirándole muy fijamente, con cara de circunstancias. Por la mañana, habían ido a su despacho y habían acordado que vigilarían a Nicolás, anotando todo lo que el niño hiciera. Cerraron el “trato” de un modo formal: estrechando sus manos. Aquella noche, al llegar a la villa, le habían entregado una hoja, que él guardó en un bolsillo de su pantalón. Se levantó del sofá de un salto, sobresaltando a todos los presentes.
El señor Francisco dio por cierto que el joven estaba perdiendo el juicio por culpa de aquel endemoniado crío.
El señor Teodoro extrajo un papel de su pantalón granate, de pana fina. Lo desdobló y comenzó a leerlo, temblándole ligeramente las manos.
Nicolás observó a su tutor, extrañado, luego miró a los hijos del señor Francisco y recordó que le habían entregado una hoja  cuando entraron en la cocina. El muchacho no entendía lo que estaba pasando. No lo entendía él, ni nadie. Únicamente, Jaime y Julián comprendían el proceder del señor Teodoro y se sintieron satisfechos. El señor Francisco se estaba convenciendo de que su vecino y amigo había perdido la cordura por completo. ¿A qué venía ponerse a leer en aquel momento?
El informe de los “detectives” estaba escrito con mala caligrafía y un puñado de faltas de ortografía. La exposición de datos rezaba así:
             “Para Blas:
              Nico a salido a la terraza a las cinco
                         menos beinticinco de la tarde, se a puesto a
              jugar con el balon. Luego a hecho el pino apo
                         llando los pies en la pared. Creemos que a ensu-
              ciado la pared. Aora esta haciendo el pino
              por toda la terraza, nos parece peligroso. Ni-
              co va muy desabrigado, solo lleva una cami-
              seta. Aora da saltos en el aire y ace volteretas
              Nos parece peligroso Acaba de llegar la fie-
              ra negra de Gabriela, se a tirado encima de
              Nico y lo a tirado al suelo Muy peligroso.
              Aora estan jugando con la pelota los dos
              la fiera negra se la lleva con los dientes
              y Nico intenta quitarsela. Creemos que a
              Nico le va a morder el perro grande. Acaba
              de llegar un hombre bajo y delgado su pelo
              nos parece rubio y tiene una nariz muy gan-
              de. El hombre a tirado un bozal en la te-
              rraza, creemos que quiere que Nico se lo
              ponga a la fiera. Creemos que están discu-
              tiendo, nos parece que Nico no quiere obede-
              cer. Aora Nico le esta poniendo el bozal al
              perro. El ombre y el perro se marchan. Jaime
              sea asustado por una tonta lagartija y nos
              emos distraído. Cuando emos vuelto a mirar
              vemos que Nico empuja al hombre que casi se
              cae por el barranco. Ay una gran pelea entre
              el hombre, Nico y la fiera negra. A llegado
              Gabriela. Nico vuelve hacia casa, nos pare-
              ce que no puede caminar muy bien. A las seis
              menos cuarto a entrado en casa. Son las seis
              y media y no ha vuelto a salir. Fin de la infor-
              cion. Firmado: Jaime y Julian.

El señor Teodoro terminó de leer la nota y la contrajo  hasta convertirla en una pelota que arrojó al suelo. El papel, arrugado, cayó a los pies de Nicolás.
Su tutor miró fijamente a Salvador Márquez; el semblante de éste palideció por completo. Blas Teodoro recapituló que Nicolás se había comportado de una forma muy chocante desde que se enteró que aquel individuo iba a ir a casa aquella noche. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¡Todo estaba muy claro!
            —¡HA SIDO USTED!—afirmó el señor Teodoro; el timbre de su voz daba miedo.
Salvador Márquez se levantó de su silla y se refugió detrás de la mesa. Gabriela comenzó a llorar.
          —¿Qué estás diciendo, Blas? —intervino el señor Francisco, perplejo—. Salvador es el marido de Gabriela, es vecino nuestro. Es tu invitado en este momento. Intenta sosegarte, apacíguate, Blas. ¡Vas a cometer una locura!
La señora Marina buscó en su bolso, otro tranquilizante. Nicolás se levantó, muy alterado.
          —No ha sido él —declaró, poco convincente.
          —¡Tú te callas, te sientas y no te muevas del sofá! —le ordenó su tutor, sin apartar la mirada de Salvador Márquez.
Nicolás obedeció, vio la pelota de papel en la alfombra, la recogió y la escondió en una manga de su camiseta. ¿Qué habría leído, Blas, en aquella hoja?
El marido de Gabriela tragaba saliva, intimidado. Si Nicolás ya le parecía un chico muy fuerte, el padre parecía una auténtica bestia.
          —Todo esto tiene una explicación —logró decir, entrecortadamente, debido a la turbación que padecía—. Ha sido un accidente, se lo juro.
          —¿Qué clase de accidente? —interrogó el señor Teodoro, fríamente—. Explíquemelo muy bien, de manera que pueda entenderlo. Deme una buena razón para que no le aplaste la cabeza.

Págs. 147-156 



36 comentarios:

  1. Sabía yo que iba a mirar!!!!!
    Madre mía, pobre Nico yq ue suerte de tutor tiene.
    Y menudo momento para terminar el capítulo, me muero de ganas de leer las excusas
    Besos

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  2. Tenías toda la razón del mundo; Blas iba a mirarle la espalda por supuesto.
    Y ahora quieres saber las excusas de Salvador. ¡Bien, bien! Me encanta que estés intrigada. Seguramente el sábado lo sabrás. Un besazo!!

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  3. Aix Mirad que he madrugado hoy que tengo puente y Silvia ya se ha enterado de todo jajajajajajajaj
    Pués yo para no ser menos también estoy esperando el siguiente capítulo jajajajajaj
    Un beso Mela, que me lo paso muy bien con tu novela!!!!!

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  4. Hola, tesoro, muy buenos días. Tengo que salir, pero he visto tu comentario y digo...¡voy a contestarle enseguida!
    Me alegra que te lo pases tan bien jajajajajaj. Un beso muy grande!!

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  5. Jajaja. que intriga por dios.. Niñaaa masssss

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  6. ¡Ay, Ruska! Ya me han informado de que eres gata. Debería haberlo sabido porque tu nombre es femenino, ¡estoy tonta!
    Me encanta que estés intrigada, sigue así. Mañana sin falta tendrás el capítulo siguiente.
    Te aseguro que no te quedarás con las ganas de conocer el final de este libro ya que mi intención es publicar sus 82 capítulos.
    Me gustaría publicarlos más deprisa pero estoy un poco liada porque estoy terminando el libro segundo del Clan. Un besazo de parte de mis personajes y mio.

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  7. Vaya, ha venido bien el informe de los chavales, espero que Blas le arranque la cabeza a ese puerco de Salvador. A ver si con uno de su tamaño se atreve a ponerse tan gallito.
    Un capítulo bastante tenso.
    Besitos.

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    1. Hola Nena, sí veremos a ver qué pasa en el siguiente capítulo. ¿Tamaño estatura o tamaño adultez? Me explico, Salvador es adulto como Blas, pero bastante más bajo y esmirriado. Besos y hasta pronto.

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    2. Jajajaja!!! En adultez, claro, ya sé que que ese mico rabioso es, como diría alguien que conozco muy bien, un "chimpafigos".
      Ciaoooo

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    3. Entendida la aclaración, Nena. jajajajajajaja Un beso!!

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  8. Solo espero que el malandrín este no se invente cualquier barbaridad para que parezca que Nico le provocó, sino ya ves!! Menos mal de los detectives cotillas eh? Muy tenso el momento, pero muy interesante y emocionante... a ver como sigue....

    Besos!

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  9. Hola, FG!! jajjajajaj ¡Me ha hecho gracia eso del malandrín! Sí, los detectives han servido para algo en esta ocasión.
    Acabo de estar por tu blog!
    Un beso!!

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  10. Después de todo no han ido mal los "detectives". Esta historia está genial...
    Nos vemos en el 24!!!

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    1. Hola, Oskar!!
      Tienes razón, no han ido mal del todo. Lástima que no lo hayan visto todo con claridad. ¡Son sólo unos críos!
      Nos vemos en el 24!!

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  11. Imaginar a Blas limpiando las heridas de Nico,me ha emocionado,pobre muchacho le he tomado alto cariño y pena!

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    1. Me alegra que te haya emocionado, la verdad es que es una bonita escena.
      Besos!!

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  12. Es bueno que Nico vea que Blas lo quiere y cuida,que no hay necesidad de ocultar tanto muy a menudo los adolescentes agrandan nuestras reacciones y pensando que serán terriblen nos ocultan cosas parecen no recordar cuanto los amamos,como Nico que no se da cuenta de cuanto lo ama Blas!

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    1. Ahí tienes toda la razón del mundo, los adolescentes se olvidan de lo mucho que los queremos. Y Nico no se da cuenta de lo muchísimo que lo quiere Blas.
      Besos!!

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  13. Buenissimo que se entere de todo Blas! ahora si que le apalaste la cabeza! por cierto la ortografía de los detectives me ha hecho reir mucho,estás en todos los detalles eres una genia! un abrazo me retiro hasta otro día muy contenta de haberte leido,ahora mi niña toma posesión de mi amada compu! un abrazo!

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    1. jajajaja ¡Sí que estará contenta tu niña! He pasado un rato muy agradable contigo. Hasta otro momento. Te mando mi cariño.

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  14. Los detectives eran de la Logse, ¿no?

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    1. jajajaja Ten en cuenta que los niños tienen 8 y 10 años, y que han escrito el informe en la montaña, con premura.
      GOOOOOOOOOOLLLLLLLL!!!!!!! Están jugando la Copa del Rey. ¿Sabes quién ha marcado?

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  15. ¡¡Hola guapa!!

    Gracias por tus comentarios, estoy mejor.Ya me tienes por aquí, sabes que estoy enganchadisima a tu novela.

    Que mala suerte que el momento más crucial para saber quién da la paliza de Salvador, se hayan distraído Jaime y Julian.

    Bueno por lo menos está vez se hará un poco de justicia.

    Besitos.

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    1. Hola Susana, estoy muy contenta de verte y que me digas que estás mejor. Toma mucha leche con miel y aliméntate para estar fuerte.
      Los pequeños detectives no han terminado de hacer bien su trabajo. Con los niños ya se sabe...
      Muchos besos, preciosa!!!

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    2. Gracias, yo también estoy encantada con volver por aquí;
      soy intolerante a la lactosa... la leche de soja ¡¡arggg!!.... y la leche sin lactosa ¡¡ufff!! sola, no sabe a nada.
      De todas formas, SÉ lo que me quieres decir, estoy con miel y propolis. Muchas gracias ¡¡de corazón!!
      Besos

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  16. Respuestas
    1. jajajajaja Está claro que te gusta el lío... Me he divertido persiguiéndote, Estelle. Sé que te debo una visita, por lo menos, ya me pasaré.
      Besos

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    2. No me gusta la gresca, siempre procuro evitar discutir y de más, pero me encanta decirlo XD

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    3. Me queda muy claro, Estelle
      Un beso

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  17. Hay que ver como se ha puesto el Teodoro ese, al saber quien era el agresor. Nico es un tonto, o un santo. A ver, lo que pasa...

    Besito.

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    1. Hola Antonio... bueno, es bastante normal que se haya enfurecido.
      Creo que Nico tiene más de santo que de tonto.
      Besos

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  18. Bien, bien!! chico listo, guapo y cariñoso (me refiero a Blas, que me está cayendo cada vez mejor).
    Menos mal que el informe de los "detectives" ha servido para algo; tal y como están las cosas supongo que Gabriela debe estar sufriendo mucho en silencio la convivencia con su marido.

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    1. Bueno, pues te doy las gracias de parte de Blas ;-)
      Sí, finalmente, ha servido para algo
      Sí, Gabriela está sufriendo lo que ninguna mujer debería sufrir
      Besos

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  19. Al final no iba muy desencaminado, los detectives fueron la clave
    y la pobre de Gabriela como aguanta a un tío así.

    El informe ha sido genial
    un capitulo con mucha tensión y que aún no tiene desenlace, veremos.

    Un abrazo Mela.

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    1. Hola Cielo... La verdad es que el informe de los detectives ha ayudado un poco
      A veces nos sorprendemos de que una mujer aguante a un determinado hombre... o que un hombre aguante a una determinada mujer... pero ante nuestra sorpresa estas cosas suceden
      Un abrazo

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